Nuestra meta es la conversión
No hay sustituto para el tiempo que ustedes pasan en las Escrituras, escuchando al Espíritu Santo que les habla directamente.
Desde hace poco más de tres años, como miembros de la Iglesia del Señor, hemos estado juntos en una trayectoria. Fue en octubre de 2018 cuando la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles nos invitaron a aprender sobre Jesucristo mediante el estudio de las Escrituras de una manera nueva e inspiradora, con el recurso Ven, sígueme como guía.
En cualquier trayectoria es bueno hacer una pausa de vez en cuando para evaluar nuestro progreso y asegurarnos de que seguimos avanzando hacia nuestra meta.
Nuestra meta es la conversión
Consideren esta profunda declaración de la introducción de Ven, sígueme:
“El propósito de toda enseñanza y aprendizaje del Evangelio es profundizar nuestra conversión al Padre Celestial y a Jesucristo […].
“[E]l tipo de aprendizaje del Evangelio que fortalece nuestra fe y conduce al milagro de la conversión no ocurre en forma inmediata, sino que se extiende más allá del salón de clases hasta el corazón y hasta el hogar. Exige esfuerzos diarios y constantes por entender y vivir el Evangelio. El aprendizaje del Evangelio que conduce a la verdadera conversión requiere la influencia del Espíritu Santo”1.
Ese es el milagro que buscamos, cuando una persona tiene una experiencia con las Escrituras2 y esa experiencia es bendecida por la influencia del Espíritu Santo. Tales experiencias son los valiosos cimientos de nuestra conversión al Salvador y, como el presidente Russell M. Nelson nos recordó hace poco, los cimientos espirituales deben reforzarse constantemente3. La conversión duradera es un proceso de toda la vida4. Nuestra meta es la conversión.
Para que sean más eficaces, sus experiencias con las Escrituras deben ser las suyas propias5. Leer o escuchar acerca de las experiencias y reflexiones de otra persona puede ser útil, pero eso no tendrá el mismo poder de conversión. No hay sustituto para el tiempo que ustedes pasan en las Escrituras, escuchando al Espíritu Santo que les habla directamente.
¿Qué me está enseñando el Espíritu Santo?
Cada semana, al abrir mi manual Ven, sígueme, escribo esta pregunta en la parte superior de la página: “¿Qué me está enseñando el Espíritu Santo esta semana al leer estos capítulos?”.
Mientras estudio las Escrituras, reflexiono en esa pregunta una y otra vez y, sin falta, recibo impresiones espirituales y las anoto en mi manual.
¿Cómo sé si el Espíritu Santo me está enseñando? Esto casi siempre ocurre de maneras pequeñas y sencillas. A veces parecería que un pasaje de las Escrituras se destaca y capta mi atención. En otras ocasiones, siento que mi mente se ilumina con una comprensión más amplia de un principio del Evangelio. También siento la influencia del Espíritu Santo cuando mi esposa, Anne Marie, y yo hablamos de lo que estamos leyendo. Las perspectivas de ella siempre invitan al Espíritu.
El profeta y la Pascua
Este año estamos estudiando el Antiguo Testamento, Escrituras sagradas que llenan de luz nuestra alma. Al leer el Antiguo Testamento, siento que empleo el tiempo con guías de confianza: Adán, Eva, Enoc, Noé, Abraham y muchos otros.
Esta semana, mientras estudiamos los capítulos 7–13 de Éxodo, aprendemos cómo el Señor liberó a los hijos de Israel tras siglos de cautiverio en Egipto. Leemos acerca de nueve plagas —nueve manifestaciones impresionantes del poder de Dios— que Faraón presenció sin que se le ablandara el corazón.
Entonces el Señor le dijo a Su profeta, Moisés, en cuanto a una décima plaga y la manera en que cada familia de Israel podía prepararse para ella. Como parte de un ritual que llamarían la Pascua, los israelitas debían sacrificar un cordero macho, uno sin defecto. Después ellos debían pintar los marcos de las puertas de sus casas con la sangre del cordero. El Señor prometió que todas las casas que estuvieran marcadas con la sangre serían protegidas de la terrible plaga que estaba por venir.
En las Escrituras leemos: “Y los hijos de Israel […] hicieron […] así, como Jehová había mandado a Moisés” (Éxodo 12:28). Hay algo muy poderoso en esa sencilla declaración de obediencia.
Debido a que los hijos de Israel siguieron el consejo de Moisés y actuaron con fe, fueron salvos de la plaga y, con el tiempo, liberados de su cautiverio.
Entonces, ¿qué me enseñó el Espíritu Santo esta semana en esos capítulos?
A continuación, hay algunas ideas que han permanecido en mi mente:
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El Señor obra por medio de Su profeta para proteger y salvar a Su pueblo.
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La fe y la humildad para seguir al profeta precedieron al milagro de la protección y la liberación.
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La sangre en el marco de la puerta era una señal exterior de la fe interior en Jesucristo, el Cordero de Dios.
El profeta y las promesas del Señor
Me impresiona el paralelismo entre la forma en que el Señor bendijo a Su pueblo en este relato del Antiguo Testamento y la forma en que Él también bendice a Su pueblo en la actualidad.
Cuando el profeta viviente del Señor, el presidente Nelson, nos presentó Ven, sígueme como un medio para estudiar las Escrituras, nos invitó a transformar nuestros hogares en santuarios de fe y centros de aprendizaje del Evangelio.
Luego prometió cuatro bendiciones específicas:
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sus días de reposo serán una delicia,
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sus hijos estarán entusiasmados por aprender y vivir las enseñanzas del Salvador,
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la influencia del adversario en su vida y en su hogar disminuirá, y
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estos cambios en su familia serán notables y duraderos6.
Ahora bien, no tenemos ninguna anotación en el diario de aquellos que vivieron la Pascua con Moisés en Egipto. Sin embargo, tenemos muchos testimonios de santos que, con igual fe, están siguiendo el consejo del presidente Nelson hoy en día y recibiendo las bendiciones prometidas.
Aquí hay algunos de esos testimonios:
La madre de una joven familia dijo: “Hablamos de Cristo y nos regocijamos en Cristo en nuestro hogar. Para mí, esa es la bendición más grande: que mis hijos puedan crecer con estas conversaciones del Evangelio en el hogar, que los acercan más al Salvador”7.
Un hermano de edad avanzada llamó a su estudio de las Escrituras por medio de Ven, sígueme “un conducto lleno de luz divina que nos ayuda a ver la doctrina del Evangelio que es necesaria para nuestro bienestar espiritual”8.
Una joven esposa describió las bendiciones en su matrimonio: “He podido conocer el corazón de mi esposo más profundamente y he podido abrirle más mi corazón a medida que estudiamos juntos”9.
La madre de una familia numerosa notó cómo sus esfuerzos por enseñar a su familia cambiaron. Ella mencionó: “Mirándolo ahora, era como si hubiera estado tocando el piano con guantes de nieve. Tocaba por inercia, pero la melodía no era del todo correcta. Ahora ya no tengo los guantes puestos y, aunque mi melodía aún no es perfecta, escucho la diferencia. Ven, sígueme me ha dado visión, capacidad, enfoque y propósito”10.
Un joven esposo dijo: “Mis prioridades más importantes en el hogar se han vuelto más claras desde que he hecho que Ven, sígueme sea una parte regular por las mañanas. Estudiar me lleva a pensar más en las cosas que más me importan, como el templo, mi relación con mi esposa y mi llamamiento. Estoy agradecido de que mi hogar sea un santuario donde Dios esté en primer lugar”11.
Una hermana expresó: “Mis experiencias diarias con Ven, sígueme rara vez son memorables, pero con el tiempo puedo ver cómo el estudio de las Escrituras constante y dedicado me está cambiando. Ese tipo de estudio me hace sentir humilde, me enseña y me cambia poco a poco”12.
Un exmisionero informó: “El programa Ven, sígueme me ha acercado más al nivel de estudio de las Escrituras que tenía en la misión, y he podido pasar de una mentalidad de estudio de las Escrituras por compromiso a sesiones realmente enriquecedoras de llegar a conocer a Dios”13.
Un hermano dijo: “Siento que el Espíritu Santo ha entrado más en mi vida y noto la guía reveladora de Dios al tomar decisiones. Tengo conversaciones más profundas en cuanto a la belleza de la sencilla doctrina de Cristo y Su expiación”14.
Un niño de siete años comentó: “Me voy a bautizar pronto y Ven, sígueme me está preparando. Mi familia y yo hablamos sobre el bautismo y ahora no me siento nervioso por ser bautizado. Ven, sígueme ayuda al Espíritu Santo a entrar en mi corazón y siento calidez cuando leo las Escrituras”15.
Y por último, de una madre de varios hijos: “Al estudiar la palabra de Dios, Él ha ayudado a nuestra familia a pasar de la preocupación al poder; de la prueba y el desafío a la liberación; de la contención y la crítica al amor y la paz, y de la influencia del adversario a la influencia de Dios”16.
Estos y muchos otros fieles seguidores de Cristo han colocado simbólicamente la sangre del Cordero de Dios en la entrada de sus hogares. Están demostrando su compromiso interior de seguir al Salvador. Su fe precede al milagro. Es el milagro en el que una persona tiene una experiencia con las Escrituras y esa experiencia es bendecida por la influencia del Espíritu Santo.
Cuando estudiamos las Escrituras, no hay hambre espiritual en la tierra. Como dijo Nefi: “[Q]uienes escucharan la palabra de Dios y se aferraran a ella, no perecerían jamás; ni los vencerían las tentaciones ni los ardientes dardos del adversario para cegarlos y llevarlos hasta la destrucción” (1 Nefi 15:24).
En la antigüedad, cuando los hijos de Israel siguieron la guía del Señor dada por medio del profeta Moisés, fueron bendecidos con seguridad y libertad. En la actualidad, al seguir la guía del Señor dada por medio de nuestro profeta viviente, el presidente Nelson, somos igualmente bendecidos con conversión en el corazón y protección en nuestro hogar.
Testifico que Jesucristo vive. Esta es Su Iglesia, restaurada sobre la tierra mediante el profeta José Smith. El presidente Russell M. Nelson es el profeta del Señor en la actualidad. Lo amo y lo sostengo. En el nombre de Jesucristo. Amén.