Entrar en el redil de Dios
Dentro del redil de Dios experimentamos el cuidado vigilante y sustentador del Buen Pastor y somos bendecidos al sentir Su amor redentor.
Cuando eran padres jóvenes, el hermano y la hermana Samad aprendieron sobre el evangelio de Jesucristo en su modesta vivienda de dos habitaciones en Semarang, Indonesia1. Sentados alrededor de una mesita, con una tenue luz que parecía dar más mosquitos que iluminación, dos jóvenes misioneros les enseñaron verdades eternas. Mediante la oración sincera y la guía del Espíritu Santo, llegaron a creer lo que se les enseñó y decidieron ser bautizados y convertirse en miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Esa decisión, así como su forma de vivir desde entonces, ha bendecido al hermano Samad, a su esposa y a su familia en todos los aspectos de su vida2.
Ellos formaron parte de los primeros santos pioneros de Indonesia. Más adelante recibieron las ordenanzas del templo y el hermano Samad sirvió como presidente de rama y luego como presidente de distrito; y para cumplir con sus responsabilidades, recorría toda Java central en automóvil. Durante la última década, ha prestado servicio como primer patriarca de la Estaca Surakarta, Indonesia.
Fui uno de esos misioneros en aquel hogar humilde y lleno de fe hace cuarenta y nueve años, y he podido ver en ellos lo que el rey Benjamín enseñó en el Libro de Mormón: “… quisiera que consideraseis el bendito y feliz estado de aquellos que guardan los mandamientos de Dios. Porque he aquí, ellos son bendecidos en todas las cosas, tanto temporales como espirituales”3. Las bendiciones que llegan a la vida de quienes siguen el ejemplo y las enseñanzas de Jesucristo, los que eligen ser contados entre Sus discípulos, son numerosas, gozosas y eternas4.
El redil de Dios
La invitación del convenio bautismal que Alma hizo a los que se congregaron en las aguas de Mormón comienza con esta frase: “ya que deseáis entrar en el redil de Dios”5.
Un redil es un gran recinto, a menudo construido con muros de piedra, donde las ovejas quedan protegidas durante la noche. Solo tiene una entrada y, al final del día, el pastor llama a las ovejas, ellas conocen su voz, y por la puerta entran a la seguridad del redil.
El pueblo de Alma sabía que los pastores se colocan en la angosta entrada del redil para que, al entrar las ovejas, sean contadas6 y se observen y atiendan sus heridas y dolencias, una por una. La seguridad y el bienestar de las ovejas dependen de su disposición a entrar y de permanecer en el redil.
Entre nosotros podría haber algunas personas que crean que están al borde del rebaño, tal vez porque piensen que son menos necesarias o valoradas, o que no pertenecen al redil. Así como en el redil de las ovejas, en el redil de Dios, a veces, nos pisamos los unos a los otros y necesitamos arrepentirnos o perdonar.
Sin embargo, el Buen Pastor7, nuestro verdadero Pastor, siempre es bueno. Dentro del redil de Dios experimentamos Su cuidado vigilante y sustentador y somos bendecidos al sentir Su amor redentor. Él dijo: “en las palmas de mis manos te tengo grabada; delante de mí están siempre tus muros”8. Nuestro Salvador tiene grabados en Sus palmas nuestros pecados, dolores y aflicciones9, así como todo lo que es injusto en la vida10. Se invita a todos a recibir estas bendiciones, conforme deseen “entrar en el redil”11 y elijan estar en él. El don del albedrío no es simplemente el derecho a elegir; es la oportunidad de elegir lo correcto; y los muros del redil no son una restricción, sino una fuente de seguridad espiritual.
Jesús enseñó que hay “un rebaño y un pastor”12. Él dijo:
“Pero el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es […],
“y las ovejas oyen su voz […];
“y las ovejas le siguen, porque conocen su voz”13.
Luego, Jesús declaró: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare será salvo”14, enseñando claramente que solo hay un camino para entrar en el redil de Dios y solo un camino para ser salvo, que es por Jesucristo y mediante Él15.
Las bendiciones llegan a aquellos que están en el redil de Dios
Aprendemos a entrar en el redil gracias a la palabra de Dios, que es la doctrina que enseñan Jesucristo y Sus profetas16. Alma prometió cuatro bendiciones personales específicas cuando seguimos la doctrina de Cristo y entramos en el redil mediante la fe en Jesucristo, el arrepentimiento, el bautismo, la confirmación y la fidelidad continua17. Ustedes podrán (1) “se[r] redimidos por Dios”, (2) “se[r] contados con los de la primera resurrección” y (3) “ten[er] vida eterna”, y (4) el Señor “derram[ará] su Espíritu más abundantemente sobre [ustedes]”18.
Cuando Alma enseñó acerca de esas bendiciones, las personas aplaudieron de gozo por las razones siguientes:
Primero: Redimir significa cancelar una deuda u obligación, o liberar de algo que causa angustia o daño19. No hay grado alguno de mejoramiento personal por nuestra parte que pueda limpiarnos de los pecados que hayamos cometido, ni sanarnos de las heridas que hayamos sufrido, sin la expiación de Jesucristo. Él es nuestro Redentor20.
Segundo: Gracias a la resurrección de Cristo, todos resucitaremos21. Después de que nuestro espíritu salga de nuestro cuerpo mortal, sin duda estaremos deseosos de poder abrazar de nuevo, con un cuerpo resucitado, a nuestros seres queridos. Esperaremos ansiosamente estar entre los de la primera resurrección.
Tercero: La vida eterna significa vivir con Dios y vivir como Él vive. Es “el mayor de todos los dones de Dios”22 y nos brindará un gozo completo23; es el propósito y objetivo supremo de nuestra vida.
Cuarto: La compañía de un miembro de la Trinidad, el Espíritu Santo, nos ofrece guía y consuelo muy necesarios durante esta vida terrenal24.
Piensen en algunas causas de infelicidad: la miseria proviene del pecado25; la tristeza y la soledad, de la muerte de un ser querido; y el miedo, de la incertidumbre sobre lo que sucede cuando morimos. Sin embargo, cuando entramos en el redil de Dios y guardamos nuestros convenios con Él, sentimos la paz de saber y confiar en que Cristo nos redimirá de nuestros pecados, que la separación de nuestro cuerpo y nuestro espíritu terminará más rápidamente y que viviremos eternamente con Dios de una manera gloriosa.
Confiar en Cristo y actuar con fe
Hermanos y hermanas, las Escrituras están llenas de ejemplos del majestuoso poder del Salvador y de Su misericordia y gracia compasivas. Durante Su ministerio terrenal, Sus bendiciones de sanación llegaron a aquellos que confiaron en Él y actuaron con fe. Por ejemplo, el hombre enfermo en el estanque de Betesda caminó cuando, con fe, siguió este mandato del Salvador: “… Levántate, toma tu lecho y anda”26. En la tierra de Abundancia, aquellos que padecían alguna enfermedad o aflicción fueron sanados cuando “de común acuerdo, se acerc[aron]”27.
De manera similar, para recibir las maravillosas bendiciones prometidas a aquellos que entran en el redil de Dios, debemos hacer precisamente eso: debemos elegir entrar. Alma, hijo, enseñó: “Y ahora os digo que el buen pastor os llama; y si escucháis su voz, os conducirá a su redil”28.
Hace varios años un querido amigo falleció de cáncer. Cuando su esposa, Sharon, escribió por primera vez sobre su diagnóstico, dijo: “Elegimos la fe. La fe en nuestro Salvador, Jesucristo; la fe en el plan de nuestro Padre Celestial y la fe en que Él conoce nuestras necesidades y cumple Sus promesas”29.
He conocido a muchos Santos de los Últimos Días como Sharon que sienten la paz interior de estar seguros dentro del redil de Dios, especialmente cuando llegan la tentación, la oposición o la adversidad30. Han elegido tener fe en Jesucristo y seguir a Su profeta. El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Todo lo bueno de la vida —toda posible bendición de significado eterno— comienza con la fe”31.
Entrar plenamente en el redil de Dios
Mi trastatarabuelo, James Sawyer Holman, llegó a Utah en 1847, pero no estuvo entre los que llegaron en julio con Brigham Young; llegó más tarde ese año y, según los registros familiares, tenía la responsabilidad de llevar las ovejas. No llegó al valle del Lago Salado hasta octubre, pero él y las ovejas lo lograron32.
Hablando en sentido figurado, algunos de nosotros todavía estamos en las llanuras; no todos llegan en el primer grupo. Mis queridos amigos, por favor, continúen el viaje para entrar plenamente en el redil de Dios, y ayuden a otras personas a hacerlo. Las bendiciones del evangelio de Jesucristo son inconmensurables porque son eternas.
Estoy profundamente agradecido por ser miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Doy testimonio del amor de nuestro Padre Celestial y de nuestro Redentor, Jesucristo, y de la paz que proviene únicamente de Ellos: la paz interior y las bendiciones que se encuentran en el redil de Dios. En el nombre de Jesucristo. Amén.