Las primeras ramas de Sudáfrica
Antes de su fallecimiento, José Smith dijo a los apóstoles que no dejaran “que qued[ara] ni un solo rincón de la tierra sin una misión”. La dificultad de los viajes, las barreras culturales, las restricciones en cuanto a la libertad religiosa y los propios recursos limitados de los santos hicieron que la tarea fuera muy difícil. Sin embargo, el 28 de agosto de 1852, Brigham Young dio un paso para cumplir con el encargo del profeta martirizado al llamar a los primeros misioneros a África.
El élder Jesse C. Haven, acompañado por William H. Walker y Leonard I. Smith, partieron hacia el Cabo de Buena Esperanza unas cuantas semanas después. Su viaje demoró siete meses; los tres cruzaron las planicies estadounidenses, después navegaron de Nueva York a Ciudad del Cabo vía Liverpool, trabajaron en el camino para ganar dinero para su pasaje y padecieron enfermedades. “No flaqueamos, no desmayamos, no temimos; sentíamos que el Señor nos había enviado para dar el mensaje y con Su ayuda teníamos la determinación de lograr lo que se nos envió a hacer”, escribió Haven después de que llegaron a Ciudad del Cabo.
Allí la predicación fue difícil. Con frecuencia había alborotadores que interrumpían las reuniones y, en algunas ocasiones, lanzaron huevos podridos o verduras a los misioneros. El verdadero progreso comenzó cuando Nicholas Paul de Mowbray les ofreció su casa para las reuniones y los protegió de la persecución. Paul y otras personas se unieron pronto a la Iglesia, y en septiembre de 1853 ya se habían organizado dos ramas.
Al principio, los misioneros centraron sus esfuerzos en los colonizadores de raza blanca que hablaban inglés. A pesar de las divisiones raciales de la época, unas cuantas personas de raza mixta también se unieron a la Iglesia. Aunque los diarios de los misioneros no hacen referencia a su raza, los registros del censo de 1880 de Utah indican que Johanna Langeveld Provis fue una de los conversos de raza mixta. Provis también fue la primera persona de habla neerlandesa o afrikáans que se unió a la Iglesia. En 1854 fue tutora de Haven para enseñarle el idioma mientras él se preparaba para ir a las comunidades que hablaban afrikáans.
Al igual que otros primeros conversos, muchos santos de Sudáfrica vencieron grandes obstáculos para reunirse con los santos en Utah. En uno de esos casos, los propietarios de los barcos rehusaron transportar a los santos. Dos miembros adinerados, Charles Roper y John Stock, respondieron comprando el barco llamado Unity para sus compañeros conversos. Algunos santos se quedaron y mantuvieron ellos solos su fe durante años. George y Anna Ruck, quienes fueron de los primeros miembros de la Rama Mowbray, vieron salir a los misioneros en 1858 y dieron la bienvenida a sus reemplazos tres años después. Los Ruck permanecieron en Sudáfrica cuando los misioneros salieron nuevamente en 1865. Anna falleció cerca de dos décadas después, pero George vivió para compartir su testimonio con el siguiente grupo de misioneros que llegó en 1903. Aunque él nunca logró cruzar el océano para llegar al templo, vivió para saber que las ordenanzas de su esposa se habían efectuado a favor de ella en 1906.