Ejercer la fe en El Salvador
En 1949, misioneros de la Misión Centroamérica fueron asignados a predicar el Evangelio restaurado en El Salvador. Se hospedaron en la ciudad de San Salvador en la casa de Ana Villaseñor, quien era madre de cinco niños. Ella atendía a sus hijos, pero además, ella influyó en el establecimiento de relaciones con los funcionarios del Gobierno.
Los misioneros encontraron un nuevo lugar para alquilar en septiembre de 1950. “Ella nos ha tratado como a hijos, o mejor, y seguro que la extrañaremos. Ella también ha abogado a nivel político en favor de la Iglesia”, escribió el misionero Bruce Curtis a su familia. Ana se convirtió en una de las primeras dieciséis personas que bautizadas en El Salvador durante la primera semana de marzo de 1951 y que formaron la Rama San Salvador.
La Iglesia se expandió a nuevas regiones en los años siguientes. En 1952, una familia de Santa Ana, una ciudad que se encuentra aproximadamente a 60 kilómetros (37 millas) al noroeste de San Salvador, invitó al personal de la misión a enseñar el Evangelio allí.
En 1955, en Chalchuapa, una ciudad cercana a Santa Ana, Isabel Marta García, de catorce años, invitó a los misioneros a su casa, ya que sentía curiosidad porque había oído el rumor de que tenían cuernos. A Isabel le impactó la primera lección. Le costaba mucho comprender la naturaleza de la Trinidad, “pero lo que ellos dijeron fue muy claro. Me gustó mucho”.
Isabel fue bautizada en 1956, luego de que dos de sus hermanos y su madre se unieran a la Iglesia. Su padre tardó más tiempo en unirse. A pesar de que era un hombre de “grandes principios”, tenía dificultades con la adicción al cigarrillo y al alcohol. Abandonó ambos hábitos completamente luego de que los misioneros lo desafiaran a ser bautizado. “Recuerdo que él iba por los pasillos de la casa mascando chicle”, dijo Isabel.
Los padres de Isabel eran ejemplos de caridad. Su madre trabajaba como voluntaria en refugios para niños necesitados. Su padre proveía ayuda material a una mujer de su barrio.
Bertha Luz Silva Maldonado fue bautizada en Ahuachapán, El Salvador, en 1956. Ella había sido sorda desde los doce años. En 1960, el élder Harold B. Lee, del Cuórum de los Doce Apóstoles, visitó San Salvador para hablar en una conferencia de la Iglesia. Bertha deseaba asistir, pero sabía que no podría escuchar ni entender. Los misioneros le dieron una bendición y le prometieron que si asistía, podría sentir al Espíritu testificar que Lee era un Apóstol.
Antes de la conferencia, Bertha ayunó y oró para poder tener una experiencia espiritual. Ese día, su fe produjo un milagro. “Mientras estábamos sentados durante la conferencia, no podía oír nada, pero tuve un sentimiento muy especial. Cuando el élder Lee se levantó para hablar a la congregación, escuché cada palabra que salió de su boca, y no solo las escuché, sino que las entendí en inglés, incluso antes de que fueran traducidas al español”.