“Mantener la fe durante la Segunda Guerra Mundial”, Historias mundiales: Suiza, 2021
“Mantener la fe durante la Segunda Guerra Mundial”, Historias mundiales: Suiza
Mantener la fe durante la Segunda Guerra Mundial
Solo dos años después de su bautismo en 1932, Robert Simond fue llamado como consejero de la presidencia de la Rama Neuchâtel. En ese llamamiento, y más adelante como presidente de rama, Robert tuvo muchas oportunidades de ministrar a los miembros de la zona, en su mayoría de clase trabajadora. En aquel momento no había estacas en Europa, de modo que los líderes locales como él dependían de los líderes misionales para recibir guía. Sin embargo, al estallar la Segunda Guerra Mundial, los misioneros de la Iglesia fueron evacuados del continente. Al mismo tiempo, los hombres suizos estaban siendo obligados a unirse al servicio militar, lo que limitó el número de poseedores del sacerdocio disponibles para cumplir llamamientos. Robert quedó exento del servicio militar debido a un dolor crónico en un pie y fue asignado a proteger a los pacientes del hospital durante los ataques aéreos, lo cual le dio más flexibilidad para prestar servicio en la Iglesia. Durante la guerra fue llamado como presidente de distrito, responsable de las ramas francófonas de Suiza y del sudeste de Francia.
A lo largo de la guerra, enfrentó el desafío de sostener a los miembros de la Iglesia durante el racionamiento de alimentos, la pobreza y el siempre presente temor a la invasión. Debido a la escasez de carbón, durante los inviernos adaptó el horario de reuniones de la Iglesia, para incluir más reuniones combinadas.
Durante la guerra, los miembros permanecieron activos. A pesar de perder el contacto postal con la Iglesia y, por tanto, carecer de nuevos materiales de los cursos de estudio, los miembros continuaron enseñando con las Escrituras y manuales antiguos. En algunas partes de Suiza, las hermanas de la Sociedad de Socorro se encargaron de las reuniones de los barrios cuando se marcharon todos los poseedores del sacerdocio. Simond observó que, ante la escasez de la guerra, los miembros —y especialmente los jóvenes— fueron más fieles que nunca en el pago de los diezmos. Los santos celebraban eventos sociales y llevaban a cabo actuaciones de coros, cantando y alentándose unos a otros durante la guerra.
Cuando terminó la guerra, Simond se encontró con Léon Fargier, el único poseedor del sacerdocio de Francia, y decidió enviar a su yerno, Antoine Riva, a ayudar a los santos franceses. Durante dos años, Riva viajó a Besanzón cada semana para bendecir y repartir la Santa Cena y proporcionar comida a los miembros. Cuando los misioneros regresaron en 1947, Simond se sintió complacido al ver al siguiente presidente de misión reconocer que los miembros habían administrado bien la Iglesia sin apoyo externo y habían mantenido la enseñanza y las cuentas en orden. Durante los años siguientes, la Iglesia se organizó en Suiza para depender menos del liderazgo misional. En 1961se organizó en Suiza la primera estaca de la Europa continental.