Historia de la Iglesia
El Templo de Suiza


“El Templo de Suiza”, Historias mundiales: Suiza, 2021

“El Templo de Suiza”, Historias mundiales: Suiza

El Templo de Suiza

El 19 de agosto de 1906, el Presidente de la Iglesia, Joseph F. Smith, les dijo a los santos de Berna que llegaría el día en que “se construirían templos de Dios […] en diferentes países de la tierra”. En 1923, el presidente Heber J. Grant reafirmó la promesa de Smith, pero advirtió que no llegaría hasta que el prevalente “espíritu de egoísmo […] entre las naciones” fuera reemplazado por un mayor “espíritu de paz”. Grant murió en 1945, esperando aún ese día.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, los santos europeos se esforzaron por conseguir una paz duradera. Por ejemplo, Helene Zimmer, de Birsfelden, Suiza, trabajó con la Cruz Roja para aliviar las necesidades y recibió a catorce niños refugiados en su casa. En 1952, los líderes de la Iglesia sintieron que había llegado el momento de tener un templo. Mientras viajaba por Europa, el Presidente de la Iglesia, David O. McKay, se reunió en consejo con los líderes de misión europeos para analizar dónde se debía construir. El esposo de Helene, Wilhelm, quien estaba sirviendo en la presidencia de la Misión Suizo-Austríaca, estaba presente cuando se arrodillaron en oración y decidieron construir un templo en Berna. La historia de tolerancia religiosa de Suiza, su multilingüismo y su ubicación conveniente para los santos de toda Europa hacían de Berna el lugar ideal. En Glasgow, Escocia, la última etapa de su viaje por Europa, McKay anunció los planes de construir un templo en Suiza.

Wilhelm, quien era arquitecto, pronto recibió la asignación de traducir los planos del templo al alemán. El templo suizo sería diferente de los templos anteriores. Con el fin de adaptarse a la variedad de lenguas de los santos europeos, el presidente McKay y el arquitecto Edward O. Anderson colaboraron con profesionales cinematográficos para incorporar, por primera vez, una presentación de la investidura en video.

Muchos santos suizos participaron en la construcción del templo. Por ejemplo, el presidente de la Rama Basilea, Michael Jager, construyó las puertas de metal y la estructura de la pila bautismal. También Therese Leuschner, una viuda de ochenta años, apoyó el proyecto. Aunque no esperaba estar viva para ver el templo completado, ahorró suficientes monedas de plata de medio franco para poder donar cien francos.

A principios de septiembre de 1955, al acercarse la fecha de la dedicación, los trabajadores trabajaron día y noche para terminar la construcción, y Gordon B. Hinckley llegó con las películas del templo cuando los líderes y los miembros ya estaban reunidos para la dedicación; los traductores trabajaron durante nueve sesiones dedicatorias; y el Coro del Tabernáculo de Salt Lake asistió y dio inicio a los servicios cantando “Ya rompe el alba”. Más adelante, el presidente McKay recordó que “el velo entre quienes participaron en esos ejercicios y los seres queridos que ya habían partido pareció muy fino”. Además de los antepasados de los santos, el presidente McKay reconoció la presencia celestial de líderes de la Iglesia del pasado, incluidos Joseph F. Smith y Heber J. Grant.

El Templo de Suiza, 1955.

Los días que siguieron a la dedicación estuvieron colmados con cuarenta horas consecutivas de sesiones de investiduras en seis lenguas distintas, para que los santos pudieran regresar a sus países de origen investidos con poder y sellados a sus seres queridos. Erica Riva, quien más adelante sirvió como obrera de las ordenanzas del templo, recordaba que las sesiones terminaban a las cuatro de la madrugada. “Estábamos muy conmovidos”, dijo. “Aquella primera vez fue una gran experiencia”.

En los años siguientes, muchos santos europeos pasaron sus vacaciones de verano en Suiza, efectuando la obra del templo. Los misioneros se preparaban allí para el servicio y las familias acudían para ser selladas por la eternidad. En 1958, luego de que un grupo de cuarenta viudas de Alemania asistieran al templo, el presidente del templo comentó: “Es un gran consuelo para todas las viudas de la guerra, que llevan solas tantos años, tener la oportunidad de ser selladas a sus esposos fallecidos”. Muchos santos también llevaron nombres de sus familiares y amigos afligidos a la lista de oración, y algunos de ellos comunicaron que se produjeron sanaciones milagrosas en el mismo momento en que se ofrecieron las oraciones.