Lo que las mujeres Santos de los Últimos Días hacen mejor: Ser firmes e inquebrantables
Debemos ser firmes e inquebrantables en la fe, firmes e inquebrantables en la familia, y firmes e inquebrantables al dar ayuda.
Mis queridas hermanas, vengo con una oración en mi corazón ante esta gran responsabilidad. Tengo un testimonio del verdadero Evangelio restaurado de Jesucristo. El Salvador es nuestro líder y ejemplo, nuestra roca, nuestra fuerza y nuestro defensor. Cualquier cosa que haga para ayudarlo a Él y a Sus profetas ordenados es una bendición para mí. Siempre he tenido gran amor y respeto por las hermanas de esta sociedad, y creo que las mujeres de esta Iglesia son las mejores y más capaces del mundo. Quiero que sepan del amor que tengo por ustedes, las magníficas mujeres de esta Iglesia.
El presidente Hinckley dijo en una reunión mundial de capacitación de líderes: “Estoy convencido de que no hay otra organización en lugar alguno que se compare con la Sociedad de Socorro de esta Iglesia. Sus miembros suman más de cinco millones de mujeres por toda la tierra. Si ellas se unen y hablan con una voz, su fortaleza será incalculable… Es de enorme importancia que las mujeres de la Iglesia defiendan de un modo firme e inquebrantable lo que es correcto y digno bajo el plan del Señor”1.
He meditado y estudiado este mandato inspirado y he buscado respuestas en cuanto a la forma en que las mujeres de esta Iglesia podrían cumplir con el cometido y la promesa del presidente Hinckley. ¿Cómo pueden ser unidas, firmes e inquebrantables hacia lo que es correcto y digno? Dentro del plan del Señor, hay cosas específicas que las mujeres Santos de los Últimos Días deben hacer por ser hijas de Dios, elegidas para venir a la tierra en la que se ha considerado “una época muy difícil de la historia del mundo”2.
Para hacer nuestra parte como mujeres bajo el plan del Señor, debemos ser firmes e inquebrantables en la fe, firmes e inquebrantables en la familia, y firmes e inquebrantables al dar ayuda. Debemos sobresalir en estos tres puntos importantes que nos distinguen como discípulas del Señor. La Sociedad de Socorro es donde practicamos el ser discípulas de Cristo; aprendemos lo que Él quiere que aprendamos, hacemos lo que quiere que hagamos y llegamos a ser lo que quiere que seamos. Al reunirnos con esta mira, la obra de la Sociedad de Socorro nos ayuda en cualquier situación, ya sea que tengan dieciocho años u ochenta y ocho años, sean solteras o casadas, tengan hijos o no, ya vivan en Bountiful, Utah o en Bangalore, India.
Sean firmes e inquebrantables en la fe
Primero, las mujeres Santos de los Últimos Días deben ser firmes e inquebrantables en su fe. Ellas pueden y deben sobresalir en vivir y compartir su testimonio del Señor Jesucristo y de Su evangelio restaurado. Para ello, hacemos lo siguiente:
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Hacemos convenios con Él y los guardamos.
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Somos dignas y adoramos en Sus templos.
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Estudiamos Su doctrina en las Escrituras y en las palabras de los profetas.
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Somos dignas de recibir el Espíritu Santo y lo reconocemos y lo seguimos.
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Compartimos Su evangelio y lo defendemos.
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Participamos en sincera oración personal y familiar.
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Llevamos a cabo la noche de hogar.
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Vivimos los principios de la autosuficiencia y la vida próvida.
Éstas son cosas esenciales que se deben hacer antes de las que se consideran no esenciales; son prácticas sencillas y necesarias que parecen casi triviales al hablar de ellas. Sin embargo, son el símbolo del discipulado, el cual siempre ha sido fundamental para las hermanas de la Sociedad de Socorro. Nadie puede hacer esas cosas por nosotros; son prácticas y hábitos personales que nos distinguen como firmes e inquebrantables en lo que es correcto.
¡Qué diferentes serían el mundo y la Iglesia si toda hermana Santo de los Últimos Días sobresaliera en hacer, renovar y guardar convenios; si toda hermana fuese digna de tener una recomendación para el templo y adorara en los templos con más frecuencia; si toda hermana estudiara las Escrituras y las doctrinas de Cristo y las conociera de tal manera que pudiese enseñarlas y defenderlas a toda hora y en todo lugar! Piensen en nuestra fuerza combinada si toda hermana orara cada mañana y noche, o, mejor todavía, si orara sin cesar, como el Señor ha mandado. Si cada familia orara a diario y efectuara la noche de hogar una vez por semana, seríamos más firmes. Si toda hermana fuera tan autosuficiente para dar libremente de su conocimiento, talentos y recursos, y si su modo de seguir al Señor se reflejara en lo que dijera y en cómo se vistiera, seríamos inquebrantables en lo que es correcto.
Sean firmes e inquebrantables en la familia
Segundo, las mujeres Santos de los Últimos Días deben ser firmes e inquebrantables en la familia. Ellas pueden y deben criar familias mejor que nadie. Nosotras, como discípulas de Cristo, podemos y debemos ser las mejores mujeres del mundo en sostener, sustentar y proteger a nuestra familia. Para ello, hacemos lo siguiente:
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Comprendemos y defendemos las divinas funciones de la mujer.
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Abrazamos las bendiciones del sacerdocio.
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Formamos familias eternas.
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Mantenemos matrimonios fuertes.
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Damos a luz y criamos hijos.
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Expresamos amor por la familia y le damos cuidado.
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Aceptamos la responsabilidad de preparar a una nueva generación justa.
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Conocemos, vivimos y defendemos la doctrina de la familia.
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Buscamos datos y llevamos a cabo las ordenanzas del templo por familiares fallecidos.
Como discípula de Jesucristo, a toda mujer de esta Iglesia se le da la responsabilidad de sostener, sustentar y proteger a la familia. A las mujeres se les han dado asignaciones particulares desde antes de la fundación del mundo y, como mujeres que guardan convenios, ustedes saben que el alzar su voz en defensa de la doctrina de la familia3 es vital para la fortaleza de las familias de todas partes.
El conocer y defender las divinas funciones de las mujeres es muy importante en un mundo donde están constantemente expuestas a mensajes falsos sobre su identidad. Personalidades de la radio y la televisión afirman ser autoridades y portavoces de la mujer. Aunque es posible que esa propaganda tenga ciertos elementos de verdad, la mayoría propone la satisfacción y la adulación personal, lo que muchas veces engaña a las mujeres en cuanto a su verdadera identidad y valía. Esas voces ofrecen una falsa felicidad y, como resultado, hay muchas mujeres desdichadas, solitarias y confundidas.
El único lugar donde las mujeres Santos de los Últimos Días aprenderán la verdad entera acerca de su función indispensable en el plan de felicidad es en esta Iglesia y su doctrina. Sabemos que en el gran conflicto preterrenal nos pusimos de parte de nuestro Salvador Jesucristo para preservar nuestro potencial de pertenecer a familias eternas. Sabemos que somos hijas de Dios y sabemos lo que tenemos que hacer. Las mujeres encuentran la verdadera felicidad cuando comprenden su singular función dentro del plan de salvación y se deleitan en ella. Aquí se enseñan y se apoyan sin reparo las cosas que las mujeres hacen mejor y deben hacer mejor. Creemos en la formación de familias eternas, lo que significa que creemos en casarnos. Sabemos que el mandamiento de multiplicarse y de henchir la tierra sigue vigente; eso significa que creemos en tener hijos. Tenemos fe en que con la ayuda del Señor podemos tener éxito al criar y enseñar a los hijos. Ésas son responsabilidades vitales del plan de felicidad, y cuando las mujeres abrazan esos papeles con todo su corazón, ¡son felices! Toda hermana de la Iglesia tiene el privilegio de conocer y defender la verdad acerca de la familia.
Debido a que las familias son eternas, no podemos darnos el lujo de ver esas relaciones con indiferencia o como algo superficial. En el pasado, gran parte de la obra de esta sociedad se ha centrado en ayudar a la mujer Santo de los Últimos Días a fortalecer a la familia, con énfasis en mejorar nuestras aptitudes en el hogar, como madres y en el matrimonio. Las familias requieren trabajo, pero son nuestra gran obra, y no le tememos al trabajo. Eso es lo que hacemos mejor; nadie cuida mejor a su familia que las hermanas de esta Sociedad de Socorro. Nosotros la apoyamos, la cuidamos y la protegemos.
Sean firmes e inquebrantables al brindar socorro
Tercero, las mujeres Santos de los Últimos Días deben ser firmes e inquebrantables al dar ayuda. Somos una Sociedad de Socorro y debemos ser las mejores en el mundo al brindar socorro; ésa ha sido nuestra tarea desde el principio. La palabra socorrer significa “ayudar, favorecer”; da la idea de “amparar”, o sea, da la noción de sacar a alguien de sus dificultades4. El servicio y la ayuda que prestamos son una señal de que somos discípulas del Señor y de que somos miembros de Su verdadera Iglesia restaurada. Es un privilegio ser parte de esta organización mundial de mujeres, cuyo nombre describe lo que hacemos, o sea, dar socorro o ayuda.
Cuando José Smith organizó la Sociedad de Socorro en 1842, dijo que las mujeres de esta Iglesia se organizaban con el objetivo de “aliviar al pobre, al destituido, a la viuda y al huérfano, y de realizar todo acto de benevolencia”5 y que “existe no sólo para dar alivio al pobre, sino para salvar almas”6. Después, el élder John A. Widtsoe describió ese objetivo: “Ayudar al necesitado, atender al enfermo; disipar las dudas, liberar de la ignorancia, aliviar de todo lo que obstaculice la alegría y el progreso de la mujer”7.
A pesar de la importante ayuda que se ha prestado en el pasado, la obra más grande e importante de las mujeres de la Iglesia aún está por delante. Se tiene que preparar al mundo para recibir al Señor Jesucristo, y debemos ayudar en ello en medio de guerras, agitación, calamidades naturales y el aumento de la maldad. En la historia del mundo no ha habido otra época en la que se necesitara más un esfuerzo a gran escala. Por ser discípulas de Jesucristo y porque hemos hecho convenios con Él, ya estamos comprometidas a participar en ese esfuerzo de ayuda.
Ustedes son únicas y valiosas; cada una tiene sus propios problemas, lo que les da la bendición de acudir al Señor. También tenemos la oportunidad de ayudar al Señor al dar ayuda a los demás, que es la solución más eficaz y rápida para combatir la soledad y el desaliento, y la manera segura de tener la compañía del Espíritu. Todo lo que necesitamos para brindar ayuda es ponernos de rodillas y preguntar: “¿Quién necesita mi ayuda?”. Se necesita a cada hermana —casada o soltera, joven o mayor— en esta campaña de dar ayuda, y es lo que debemos hacer mejor que nadie.
Líderes firmes e inquebrantables
Tengo ahora unas palabras para las buenas hermanas de las presidencias de la Sociedad de Socorro que sirven de manera tan fiel. Ustedes tienen una emocionante responsabilidad y un deber sagrado al llevar a cabo la obra de la Sociedad de Socorro; de ustedes es la obligación de ayudar a las hermanas a ser las mejores del mundo en cuanto a su fe, familia y ayuda. Ayudarán a despertar en las mujeres de la Iglesia un gran interés por el Evangelio; las ayudarán a mejorar sus aptitudes en el hogar, como madres y cónyuges, a fin de que vivan el Evangelio con plenitud en sus hogares.
Toda líder que ha sido llamada y apartada tiene el derecho y la autoridad de recibir guía en su inspirada asignación para satisfacer las necesidades de las personas a quienes presta servicio8. Recibirán la ayuda del Espíritu Santo al concentrarse en lo esencial y se les dará el valor para dejar de lado lo trivial.
Todas las líderes saben que las familias están siendo azotadas por las tormentas de este mundo, tormentas como la adicción, las deudas, la infidelidad y la desobediencia. El Salvador vio nuestros días como el “principio de dolores”9, cuando muchos serían engañados. Habló de guerras y rumores de guerras, hambre, terremotos y pestilencias. Esto describe el mundo en el que ahora vivimos, y es esencial que las mujeres de esta Iglesia asuman su responsabilidad para estar preparadas en todas las cosas.
Como líderes de la Sociedad de Socorro, ustedes pueden ayudar a toda hermana, en todo hogar, en todo barrio y rama, a ser autosuficiente. Ellas deben estar acumulando una reserva de dinero, alimentos y destrezas que las sostendrán a ellas y a sus familias en tiempos peligrosos. Para que empiecen, la Iglesia les ha brindado grandes ayudas, como los folletos sobre la autosuficiencia.
Ustedes tienen el privilegio de reunirse en consejo con los líderes del sacerdocio para planificar una defensa y un refugio contra esas tormentas y para diseñar una campaña de ayuda adaptada a las necesidades específicas de sus miembros. La amistad y la sociabilidad que alegran la vida serán derivados naturales de nuestros esfuerzos. El concentrarse en dar ayuda siempre aumentará la sociabilidad, mientras que el concentrarse en la sociabilidad no siempre brindará ayuda.
Al reunirnos para cualquier fin bajo el estandarte de la Sociedad de Socorro, debemos dedicar nuestro valioso tiempo y fondos sagrados al propósito de ayudar a las hermanas a hacer lo que debemos hacer mejor. En las reuniones dominicales de la Sociedad de Socorro, la apertura debe ser breve e invitar a que el Espíritu nos acompañe. Necesitamos cada minuto posible para estudiar juntas el Evangelio a fin de ser eficaces en nuestras responsabilidades. Todas las conferencias, actividades y reuniones de la Sociedad de Socorro deben concentrarse en ayudar a las hermanas a hacer lo que deberían hacer mejor. El presidente Hinckley nos implora:
“Tenemos un reto mucho más grande de lo que nos imaginamos…
“‘Hagan lo mejor que puedan’. Deseo hacer hincapié en que debe ser lo máximo de lo mejor que puedan… somos capaces de hacer las cosas muchísimo mejor…
“Debemos ponernos de rodillas y suplicar al Señor que nos ayude, que nos fortalezca y que nos guíe. En seguida, debemos ponernos de pie y seguir adelante”10.
Mis queridas hermanas, nuestro profeta, a quien apoyo con todo mi corazón, ha dicho que hay un camino mejor que el camino del mundo. Ha hecho un llamado a las mujeres de la Iglesia a defender unidas la rectitud; ha dicho que si somos unidas y somos de una sola voz, nuestra fortaleza será incalculable. Le he expresado la confianza que tengo de que las mujeres de esta Iglesia permanecerán firmes e inquebrantables en nuestra fe en Jesucristo y Su evangelio restaurado; firmes e inquebrantables al apoyar, cuidar y proteger a nuestras familias; y firmes e inquebrantables al brindar ayuda. Que el Señor nos bendiga al llevar a cabo la obra más esencial de la mujer, es mi oración, en el nombre de Jesucristo. Amén.