Ven y escucha la voz de un profeta
La dádiva del Evangelio
Tomado de un discurso de la conferencia general de abril de 2003.
El sábado es un día de mercado en todo el mundo. En Ghana, Ecuador y las Filipinas, las personas llevan a la ciudad los productos de su granja y sus artesanías para venderlos, y conversan con las personas que conocen por el camino, entre ellos Santos de los Últimos Días. Mucho de lo que conversen con las personas que encuentren ha de ser lo mismo en cualquier parte del mundo, pero habrá algo diferente en los Santos de los Últimos Días que se manifestará tanto en su semblante como en lo que digan. Ellos escuchan con atención, con la mirada de alguien que se preocupa por los demás.
Si la conversación dura más de unos cuantos minutos, seguramente volverá a lo que más les importe a los dos. Tal vez hablen de lo que consideren que trae felicidad y de lo que causa tristeza. Tal vez al Santo de los Últimos Días se le pregunte: “¿Por qué tiene usted tanta paz?”. Entonces recibiría una serena respuesta, quizá acerca de nuestro Padre Celestial y de Su Hijo Jesucristo que aparecieron al joven José Smith, o podría ser del ministerio de amor del Salvador resucitado, como se describe en el Libro de Mormón.
Ustedes podrían preguntarse: “¿Cómo podría yo hacer eso? ¿Cómo podría de forma más eficaz dar a conocer mi fe?”.
He reflexionado detenidamente y con oración sobre algunos hermanos que son notablemente fieles y eficaces testigos del Salvador y de Su Iglesia. No hay un modelo exclusivo en lo que hacen. Algunos miembros siempre llevan un ejemplar del Libro de Mormón para regalar. Otros se fijan una fecha para encontrar a alguien a quien los misioneros enseñen. Cada uno de esos miembros ha orado para saber qué hacer.
Para hacer lo que debemos hacer, tendremos que volvernos como ellos por lo menos en dos aspectos: Primero, ellos saben que son los amados hijos de un amoroso Padre Celestial, por eso acuden a Él espontáneamente y a menudo en oración. Segundo, los que hablan con soltura y a menudo del Evangelio restaurado son agradecidos discípulos de Jesucristo. Valoran lo que éste ha significado para ellos. El recuerdo de la dádiva que han recibido les infunde el deseo de que otras personas la reciban. Han sentido el amor del Salvador.
Oren para tener la oportunidad de encontrar a personas que piensen que podría haber algo mejor para ellas en la vida. Oren para saber qué hacer para ayudarlas, y sus oraciones serán contestadas. Entonces, conocerán a personas preparadas por el Señor, descubrirán que se van acercando más a su Padre Celestial y sentirán que habrán hecho lo que Él les ha pedido, porque Él les ama y confía en ustedes.