Jóvenes
Los muchos misioneros en mi vida
El primer domingo que asistí a la capilla con los misioneros reconocí a personas con las que me había criado y a las que conocía de la comunidad. Vi a una de mis mejores amigas de la escuela, a las secretarias de la escuela primaria y secundaria, a una muchacha con quien yo no había sido muy amable en el pasado, e incluso a un joven del que me enamoré cuando yo era adolescente.
Cada una de esas personas tuvo una influencia duradera en mí. Mi mejor amiga era una jovencita de gran integridad y, gracias a ella, decidí seguir investigando la Iglesia. Las secretarias que se acordaban de mí de la escuela, me ayudaron a saber que soy importante. Aprendí acerca del amor de Dios y de la caridad de la jovencita que me aceptó a pesar de mi actitud poco amable hacia ella en el pasado. El joven hacia quien tuve un enamoramiento de adolescente había sido tan buen ejemplo que reconocí su luz y deseé sentir su influencia.
Esas experiencias me ayudaron a aprender que, incluso antes de mi primer contacto con los misioneros, el Padre Celestial me había preparado para recibir el Evangelio por medio de las personas que colocó a mi alrededor. De ellas aprendí que las cosas pequeñas que hacemos pueden tener un gran efecto. Lo más importante es que he aprendido que la obra misional empieza conmigo.