Fortalecida por un himno
Khetiwe Ratsoma, Sudáfrica
Decidí competir en una maratón con colegas del trabajo en el Cabo Occidental, Sudáfrica. Me entrené y trabajé arduamente a fin de prepararme para la carrera.
El día de la carrera me desperté, leí las Escrituras y oré. Estaba nerviosa, pero también sentía que debía confiar en el Señor. Sabía que, si lo hacía, Él me brindaría sustento y apoyo.
Teníamos que caminar o correr cuarenta kilómetros. Comenzamos a las ocho de la mañana. El clima estaba fresco y un poco lluvioso, así que al principio disfruté de la caminata y me estaba yendo bien, pero cuando estaba a unos diez kilómetros de la meta, la carrera se me empezó a hacer difícil; se me distendieron los músculos de una pierna y tenía algunas ampollas; quería abandonar la carrera. Pero entonces empecé a cantar un himno:
Pues ya no temáis, y escudo seré,
que soy vuestro Dios y socorro tendréis;
y fuerza y vida y paz os daré…
y salvos de males vosotros seréis.
(“Qué firmes cimientos”, Himnos, Nº 40).
Una y otra vez la letra del himno inundó mi mente y me levantó los pies, y terminé la carrera gracias a la fortaleza del himno del Señor.
Esa experiencia me enseñó que el evangelio de Jesucristo tiene que ver con la perseverancia; es como caminar o correr una carrera. A veces nos cansamos, descansamos y volvemos a caminar. El Padre Celestial no deja de confiar en nosotros, no importa cuántas veces nos caigamos; para Él lo que cuenta son las veces que nos levantamos y volvemos a caminar. Su evangelio tiene que ver con terminar la carrera.