2011
Es conferencia una vez más
Mayo de 2011


Es conferencia una vez más

Gracias por su fe y devoción al Evangelio, por el amor y cuidado que demuestran entre sí y por el servicio que prestan.

President Thomas S. Monson

Cuando se planeó este edificio, pensábamos que nunca se llenaría; pero mírenlo ahora.

Mis queridos hermanos y hermanas, qué bueno es estar juntos una vez más al comenzar la Conferencia General anual número ciento ochenta y uno de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Los últimos seis meses parecen haber pasado rápidamente ya que he estado ocupado con muchas responsabilidades. Una de las grandes bendiciones durante ese tiempo fue rededicar el hermoso Templo de Laie, Hawai, en el que se habían hecho extensas renovaciones por casi dos años. Me acompañaron el presidente Henry B. Eyring y su esposa, el élder Quentin L. Cook y su esposa, y el élder William R. Walker y su esposa. La noche anterior a la rededicación, que tuvo lugar en noviembre, vimos a dos mil jóvenes del distrito del templo llenar el Centro de actividades Cannon del campus de BYU-Hawaii, y actuaron para nosotros. Su producción se tituló “El lugar de recogimiento”, y, de modo creativo y magistral, representó los acontecimientos significativos de la historia de la Iglesia local y la historia del templo. ¡Qué noche maravillosa fue esa!

El día siguiente fue una fiesta espiritual al rededicarse el templo en tres sesiones. El Espíritu del Señor estuvo con nosotros en rica abundancia.

Continuamos construyendo templos. En esta mañana, tengo el privilegio de anunciar tres templos más para los que estamos adquiriendo los terrenos y que, en los meses venideros, se construirán en las siguientes localidades: Fort Collins, Colorado; Meridian, Idaho; y Winnipeg, Manitoba, Canadá. En verdad, serán una bendición para nuestros miembros de esos lugares.

Cada año, se efectúan millones de ordenanzas en los templos. Que podamos seguir siendo fieles al efectuar dichas ordenanzas, no sólo para nosotros mismos, sino también para nuestros seres queridos fallecidos que no pueden hacerlo por sí mismos.

La Iglesia continúa prestando ayuda humanitaria en épocas de desastre. Hace muy poco, nuestros corazones y nuestra ayuda se han ofrecido a Japón después del devastador terremoto y maremoto, y el efecto de los desafíos nucleares. Hemos distribuido más de sesenta y tres toneladas de suministros, entre los que se incluían alimento, agua, mantas, ropa de cama, artículos de higiene, ropa y combustible. Nuestros jóvenes adultos solteros han ofrecido voluntariamente su tiempo para localizar a miembros extraviados por medio de internet, de los medios de comunicación social y de otros medios de comunicación modernos. Los miembros entregan la ayuda mediante motonetas proporcionadas por la Iglesia a zonas de difícil acceso en automóvil. Los proyectos de servicio para armar equipos de higiene y paquetes de limpieza se están organizando en varias estacas y barrios de Tokio, Nagoya y Osaka. Hasta el momento, se han donado más de cuarenta mil horas de servicio por más de cuatro mil voluntarios. Nuestra ayuda va a continuar en Japón y en otros lugares donde haya necesidad.

Mis hermanos y hermanas, les doy las gracias por su fe y devoción al Evangelio, por el amor y cuidado que demuestran entre sí y por el servicio que prestan en sus barrios y ramas, estacas y distritos. Además, gracias por su fidelidad en el pago de sus diezmos y ofrendas, y por su generosidad al contribuir a otros fondos de la Iglesia.

A finales del año 2010 había 52.225 misioneros que sirven en 340 misiones por el mundo. La obra misional es la savia del reino. Me gustaría sugerirles que, si pueden hacerlo, consideraran hacer una contribución al Fondo misional general de la Iglesia.

Ahora, hermanos y hermanas, estamos deseosos de escuchar los mensajes que se nos presentarán hoy y mañana. Los que van a hablarnos han procurado la ayuda y dirección del cielo al preparar sus mensajes. Que seamos llenos del Espíritu del Señor y seamos elevados e inspirados a medida que escuchemos y aprendamos; es mi oración, en el nombre de Jesucristo. Amén.