Jóvenes
Envuelta entre los brazos de Su amor
Puede que no tuviera una relación con mi padre terrenal, pero mi Padre Celestial estaba conmigo.
Mis padres se divorciaron cuando yo tenía seis años. A pesar de que seguí viviendo con mi madre, mi padre todavía fue parte de mi vida después de la separación; me quedaba en casa de él los fines de semana y un día a mediados de semana.
A pesar de sus esfuerzos por ser un buen padre, él traicionó mi confianza muy seriamente cuando yo tenía siete años; ese abuso de confianza marcó el comienzo de un distanciamiento entre nosotros. Cuando él llamaba, yo evitaba contestar el teléfono; cuando crecí, exigí que se me permitiera escoger cuándo iría a quedarme en casa de él, en vez de que se me obligara a hacerlo según lo estipulara la orden de custodia.
Cuando estaba en la escuela secundaria, las visitas se fueron haciendo cada vez menos frecuentes; lo veía sólo dos o tres veces al mes. Al entrar en la universidad, el lapso entre las llamadas era cada vez más largo, hasta que le hablaba más o menos una vez por semestre. La relación que tenía con mi padre se había vuelto más una formalidad que una verdadera conexión entre padre e hija.
Durante mi segundo año de universidad, decidí hablarle sobre el incidente de mi infancia que sentí que había dañado nuestra relación hacía ya tantos años. Esperaba ponerle fin al asunto, lograr perdonar y tener la oportunidad de empezar de nuevo. Le expresé mis ideas en un correo electrónico y esperé la respuesta.
Tiempo después, recibí su contestación por correo electrónico. Antes de leer la respuesta de mi padre, oré y le pedí a mi Padre Celestial que Su Espíritu estuviera conmigo al leer el mensaje. Era un momento muy importante en mi vida: estaba a punto de ver lo que mi padre me diría y el rumbo que tomaría nuestra relación. Tenía miedo y me sentía muy sola.
Y realmente estaba sola, sentada en mi habitación con mi computadora. Necesitaba apoyo, de modo que seguí orando a mi Padre Celestial y sentí Su Espíritu. Por fin tuve el valor de leer.
Mi padre contestó con un correo sumamente corto en el que decía que no recordaba nada de lo que yo mencionaba, y dijo que ése era muy mal momento para que habláramos de nuestro pasado.
Me sentí profundamente herida por la forma en que descartó algo que era tan importante para mí, y que no pareció desear ninguna clase de reconciliación. Sentí que mi padre me había abandonado, y me atormentó la angustia de la mala relación que habíamos tenido durante más de una década.
Al permanecer en la silla, sollozando, me sentí rodeada por el Espíritu; nunca había sentido la presencia de mi Padre Celestial con tanta fuerza; literalmente me sentí “[envuelta] entre los brazos de su amor” (2 Nefi 1:15). Mientras me encontraba sentada, llorando, sentí seguridad y amor.
Puede que no tuviera una relación con mi padre terrenal, pero mi Padre Celestial estaba conmigo. Siento fuertemente Su presencia en mi vida; sé que me ama y se preocupa por mí, y que siempre deseará tener una relación conmigo. Sé que Él es mi Padre y que no me abandonará.