El libro nuevo de Ric
Laura Byrd vive en Oregón, EE. UU.
“Cuando soy bueno y bondadoso, y ayudo a alguien más, me siento muy feliz” (“A Happy Helper”, Children’s Songbook, pág. 197).
Ric pasó las manos por las letras doradas de la cubierta de su nuevo libro. Sus amigos lo rodearon.
“¡Qué genial!”, dijo Jake. “Nunca había visto un Libro de Mormón rojo”.
“Parece que te podría caber en el bolsillo de la camisa”, añadió Jarom.
“Sí que cabe”, dijo Ric, poniéndoselo en el bolsillo y sacándolo de nuevo. En ese momento la presidenta de la Primaria dio la bienvenida a todos al tiempo para compartir, y los niños dejaron de hablar; pero Ric no podía evitar mirar su libro de vez en cuando.
Al terminar la Primaria, Ric fue a la guardería para recoger a su hermanita. Su papá ya estaba allí.
“¿Has visto a mamá?”, preguntó el papá.
“No, pero espero que esté lista para irnos”, dijo Ric. “¡Tengo hambre!”.
A Ric le rugía el estómago para cuando encontraron a la mamá, pero sonrió cuando vio al hermano y a la hermana Bird de pie junto a ella. Bueno, el hermano Bird estaba de pie; la hermana Bird estaba sentada en su silla de ruedas, como siempre. Su mamá dijo que la hermana Bird tenía una enfermedad llamada esclerosis múltiple, lo que hacía que le fuera difícil contraer los músculos. A veces tenía dolor, pero siempre tenía una sonrisa para todo el mundo. El hermano y la hermana Bird eran unas de las personas favoritas de Ric en el barrio.
“Hola, jovencito”, dijo el hermano Bird, estrechando la mano de Ric. “¿Cómo te fue hoy en la Primaria?”.
“Muy bien; le pude mostrar esto a todo el mundo”. Ric mostró su pequeño libro rojo.
“¿Qué es eso?”, preguntó la hermana Bird.
“Es mi nuevo Libro de Mormón; me lo mandaron mis abuelos”, dijo Ric al pasárselo a ella.
“Nunca he visto uno de éstos”, dijo la hermana Bird, dando vuelta el pequeño libro rojo en sus manos. “Es bien pequeño y liviano. Me encanta leer el Libro de Mormón, pero se me cansan las manos de sujetar las Escrituras, y tengo que dejar de leer después de unos minutos. Pero éste lo podría sujetar por mucho tiempo”, y se lo devolvió.
Ric miró su maravilloso libro, y entonces miró a la hermana Bird.
“Tome, hermana Bird, quiero que se quede con él”. Ric volvió a poner el Libro de Mormón en las manos de ella.
“¿Estás seguro?”, preguntó el hermano Bird.
“Estoy seguro”, dijo él.
“Oh, Ric, gracias”. Los ojos de la hermana Bird se llenaron de lágrimas. “Leer las Escrituras me ayuda a pasar los días en que estoy dolorida. Tu pequeño librito realmente me ayudará”. Se acercó y le dio un gran abrazo.
Al caminar hacia el coche, su mamá dijo: “Estás muy callado. ¿Estás triste por haber regalado tu libro?”.
“No mucho; me gustaba, pero tengo otro Libro de Mormón en casa. Además, creo que lo que hay adentro del libro es más importante que lo de afuera”.
La mamá le apretó el hombro amorosamente.
“Sólo espero que el abuelo y la abuela no estén tristes porque regalé mi Libro de Mormón”.
“Créeme, Ric, no lo estarán”.
Ric tenía el sentimiento de que su madre tenía razón.