2013
¿Qué iglesia es ésa?
Marzo 2013


¿Qué iglesia es ésa?

Angela Fallentine, Nueva Zelanda

Hace varios años, necesitaba que inspeccionaran mi automóvil para ver si pasaba las normas de seguridad y de emisión. Llegué al taller mecánico una tarde y había una línea de ocho o nueve autos para la inspección.

Era un hermoso día de primavera, así que decidí bajar las ventanillas, apagar el motor y sacar un ejemplar de “La Familia: Una Proclamación para el Mundo” que guardaba en el auto junto con otros materiales de la Iglesia. Hacía poco, el presidente de la estaca había aconsejado a los miembros que memorizaran la proclamación; ese tiempo libre me proporcionó la oportunidad perfecta para hacerlo. Finalmente me tocó el turno para que inspeccionaran mi automóvil.

Uno de los hombres que hacía las inspecciones dijo que conduciría el auto al garaje y me pidió que esperara en una sala adyacente hasta que terminaran la inspección. Pasó el tiempo y veía a otros clientes ir y venir. Después de un rato, comencé a pensar que debía pasar algo malo con mi auto.

Por fin el mecánico vino del garaje hacia la sala de espera e indicó que mi auto había pasado la inspección. ¡Qué alivio! Le pagué a la cajera y me dirigí a donde él había estacionado mi auto; allí lo encontré esperándome.

“Señorita”, dijo, mirándome fijamente, “¿podría hablarle un minuto?”

“Claro”, le dije.

“Quiero pedirle disculpas por haber tardado tanto al inspeccionar su auto. Es que cuando llevé su auto al garaje, noté en el asiento del acompañante una hoja de papel que hablaba de la familia. En lugar de devolverle el auto de inmediato, me quedé en el garaje y leí esa hoja una y otra vez”.

Continuó diciendo: “¿Qué iglesia es ésa? ¿Qué es ese documento sobre la familia? ¿Podría darme una copia? Dice que fue escrita por apóstoles; ¿quiere decir que hay apóstoles sobre la tierra hoy al igual que en la época de Jesús? Por favor, necesito saber”.

Casi quedé muda, pero recobré mi compostura y le expliqué que sí había apóstoles y profetas sobre la tierra, al igual que en la época de Jesucristo. Le hablé del profeta José Smith y de la restauración del Evangelio, y luego le di los materiales de la Iglesia que tenía en el auto. Me dio su nombre y su número de teléfono para que los misioneros se pusieran en contacto con él. Nuestra conversación terminó con una sincera expresión de gratitud de parte de él.

Al alejarme en el auto, se me llenaron los ojos de lágrimas. Estaba agradecida por haber dejado un ejemplar de “La Familia: Una Proclamación para el Mundo” en el asiento del auto.

Nunca he olvidado la mirada ansiosa de ese hombre. Esa experiencia fue una lección inolvidable del poder que tiene la proclamación sobre la familia, de la realidad de la revelación moderna y de la importancia de compartir el Evangelio en las situaciones cotidianas y, a veces, inesperadas.