El diezmo brinda paz
Ricardo Reyes Villalta, El Salvador
Siempre he confiado en el Señor y en Sus mandamientos. Sin embargo, cuando la economía empeoró, perdí las horas extras de trabajo y mi sueldo se redujo. Dejé de pagar los diezmos y me dije que el Señor lo entendería. No obstante, las deudas aumentaban, y lo que cobraba era cada vez menos.
Al ver mi lucha, varios parientes me dijeron que ante todo debía pagar los diezmos porque ello me ayudaría a superar mis pruebas; pero en vez de ello, yo siempre terminaba pagando las cuentas. Estaba dispuesto a pagar el diezmo cuando mis mares económicos estaban calmos, pero temía cuando mi situación financiera era tempestuosa (véase Mateo 14:28–31).
Al regresar a casa una tarde después de cobrar mi salario, pensé en todas mis deudas y, cerrando los ojos imploré: “Padre, ¿qué voy a hacer?”. En ese momento abrí los ojos y vi en el techo del autobús una lámina de Pedro hundiéndose en el tempestuoso mar con el Salvador estirando el brazo para rescatarlo. Al pie del cartel aparecían las palabras “Fe imperturbable”. Me di cuenta de que tenía que pagar los diezmos si quería llegar a saldar mis deudas.
Cuando llegué a casa, busqué un sobre de diezmos y puse en él mi diezmo. Al sellar el sobre, escuché las palabras: “Todo está bien”, y sentí un gozo que trajo paz a mi alma.
Sé que Dios derramará Sus bendiciones en mi vida cuando Él lo considere prudente. Hasta entonces, puede que el mar siga tempestuoso, pero la paz que siento por causa de la obediencia es más que suficiente.