2013
¿Cómo encaro las conversaciones acerca del Evangelio cuando la otra persona sólo trata de ganar el debate por medio de la lógica? Esa clase de personas no desean escuchar un testimonio.
Marzo 2013


¿Cómo encaro las conversaciones acerca del Evangelio cuando la otra persona sólo trata de ganar el debate? Esa clase de personas no desean escuchar un testimonio.

Desde luego, la lógica y la razón pueden ayudarnos a entender la verdad, y es posible presentar argumentos lógicos en defensa de la Iglesia y sus enseñanzas; pero cuando una persona tiene más interés en ganar una discusión que en comprender las creencias de la otra persona, el resultado normalmente es la contención. Sé firme al expresar el testimonio de aquello en lo que crees y sabes que es verdadero.

Si la persona con la que estás hablando insiste mucho en el tema, dile que respetas sus creencias, pero que tendrás que concordar en que tienen opiniones diferentes. Las discusiones en cuanto a las creencias religiosas no deben tener como fin “ganar”. Si empiezas a contender o te enojas, no serás un ejemplo de lo que crees, ni tendrás la compañía del Espíritu Santo.

El élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que cuando les hablamos a las personas acerca de la Iglesia, “nuestro objetivo debe ser ayudarlos a comprender la verdad, no defender nuestro amor propio ni ganar puntos en un debate teológico. Nuestro testimonio sincero es la respuesta más poderosa que podamos dar a nuestros acusadores, y ese testimonio sólo puede nacer del amor y de la mansedumbre”1.

Las cosas del Espíritu no se aprenden “con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder” (1 Corintios 2:4). Aunque no se llegue a cambiar la opinión de nadie, deberías dar tu testimonio y permitir que la gente sepa en qué crees; y al compartir el Evangelio, la manera en que digas algo podría ser tan importante como aquello que digas. Al hablar, hazlo con paciencia y amor. Sigue al Espíritu y se te indicará lo que debes decir (y lo que no debes decir) y cómo reaccionar.

Nota

  1. Robert D. Hales, “Valor cristiano: El precio del discipulado”, Liahona, noviembre de 2008, pág. 74.