La fe precede a los milagros
Cheenee Lagunzad, Bulacán, Filipinas
Deseaba ser misionera desde que era joven. Comenzó con un simple deseo que siguió creciendo, pero la vida en las Filipinas era difícil. Mi padre y mi hermano no tenían trabajo, así que yo era la única que podía ayudar a mi madre a mantener a la familia. Debido a que estaba ayudando a mi familia económicamente, mis ahorros para la misión aumentaban muy despacio.
No estaba segura de lo que pasaría. Una noche leí Éter 12:12: “Porque si no hay fe entre los hijos de los hombres, Dios no puede hacer ningún milagro entre ellos; por tanto, no se mostró sino hasta después de su fe”. Después leí un mensaje del presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) sobre la fe: “Se requiere fe —una fe ciega— para empezar desde joven a enfrentar la responsabilidad de criar a una familia cuando hay tanta incertidumbre financiera… Se requiere fe para cumplir una misión de tiempo completo. Pero tengan en cuenta esto: todo eso es parte de la siembra, mientras que una familia fiel y devota, la seguridad espiritual, la paz y la vida eterna son los productos de la cosecha”1.
Esas enseñanzas me ayudaron a entender que necesitaba tener más fe a fin de presentar mis papeles para la misión y para ser misionera de tiempo completo. Supe que aun cuando era difícil, Dios me ayudaría.
Mi presidente de rama me entrevistó y después me dijo que lo último que me faltaba era hacer el pago inicial y tener la entrevista con el presidente de misión. Estaba tan contenta y entusiasmada. Esa semana iba a recibir el cheque de mi sueldo y podría entregar la suma necesaria. Sin embargo, cuando llegué a casa, me enteré de que mi padre estaba en el hospital. Me sentí abrumada cuando supe que lo que teníamos que pagar en el hospital era la cantidad exacta que tenía que pagar para la cuota de la misión.
Pero el Padre Celestial preparó una manera. Recibimos ayuda de algunos parientes y miembros de la Iglesia, entre ellos mi presidente de rama. De forma milagrosa, mi padre salió del hospital en una semana y yo pude pagar mi cuota. Dos semanas después de que cumplí los 22 años, recibí mi llamamiento misional a la Misión Filipinas Olóngapo.
Sé que mi Padre Celestial hizo posible que yo pudiera enviar mis papeles para la misión. Sé que si sigo confiando en Él y actuando con fe, Él hará posible lo imposible. Él contestará todas nuestras oraciones y continuará guiándonos, siempre y cuando sigamos obedeciéndole.