Bienvenidos a la conferencia
Ruego que seamos llenos del Espíritu del Señor a medida que escuchemos y aprendamos.
Qué bueno es, mis queridos hermanos y hermanas, encontrarnos una vez más. Han pasado un poco más de 183 años desde que la Iglesia fue organizada por el profeta José Smith, bajo la dirección del Señor. En la reunión del 6 de abril de 1830, había seis miembros de la Iglesia presentes1.
Me complace anunciar que hace dos semanas, el número de miembros de la Iglesia llegó a los 15 millones. La Iglesia sigue creciendo ininterrumpidamente y cambiando la vida de más y más personas cada año. Se está expandiendo a lo largo de la tierra a medida que nuestra fuerza misional encuentra a quienes están buscando la verdad.
Hace apenas un año que anuncié la reducción en la edad para el servicio misional. Desde ese entonces, el número de misioneros de tiempo completo prestando servicio ha aumentado de 58.500 en octubre de 2012 a 80.333 hoy en día. ¡Qué respuesta extraordinaria e inspiradora hemos presenciado!
Las Santas Escrituras no contienen proclamación más relevante, responsabilidad más vinculante ni instrucción más directa que el mandato dado por el Señor resucitado cuando apareció en Galilea a los once discípulos. Él dijo: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”2. El profeta José Smith declaró: “Después de todo lo que se ha dicho, el mayor y más importante deber es predicar el Evangelio”3. Algunos de ustedes aquí hoy, todavía recordarán las palabras del presidente David O. McKay, quien expresó la conocida frase: “¡Todo miembro un misionero!”4.
A las palabras de ellos, agrego las mías. Ahora es el momento de que los miembros y los misioneros se unan y trabajen juntos, que trabajen en la viña del Señor para llevar almas a Él. Él ha preparado los medios para que compartamos el Evangelio de muchas maneras, y Él nos ayudará en nuestros esfuerzos si actuamos con fe para llevar a cabo Su obra.
Para ayudar a mantener el siempre creciente número de misioneros, he pedido a los miembros en el pasado que contribuyan, si pueden, al fondo misional de barrio o al Fondo general misional de la Iglesia. La respuesta a ese pedido ha sido satisfactoria y ha ayudado a mantener a miles de misioneros cuyas circunstancias no les permiten hacerlo por sí mismos. Les agradezco sus generosas contribuciones. La necesidad de ayuda es continua; ruego que continuemos ayudando a aquellos cuyo deseo de servir es grande pero que no tienen los medios de hacerlo por sí mismos.
Ahora, hermanos y hermanas, estamos aquí para ser instruidos e inspirados. Muchos mensajes que tratan varios temas del Evangelio se darán en los próximos dos días. Los hombres y las mujeres que les hablarán han buscado la ayuda del cielo con respecto a los mensajes que darán.
Ruego que seamos llenos del Espíritu del Señor a medida que escuchemos y aprendamos. En el nombre de nuestro Salvador Jesucristo. Amén.