2020
Abrir los cielos para recibir ayuda
Mayo de 2020


11:27

Abrir los cielos para recibir ayuda

¡Pongamos en acción nuestra fe en el Señor Jesucristo!

¡Esta sesión ha sido única y maravillosa! Gracias, queridos Laudy y Enzo. Han representado muy bien a los magníficos hombres y mujeres jóvenes de la Iglesia.

Mis queridos hermanos y hermanas, hoy hemos escuchado mucho sobre la restauración de la Iglesia, la misma Iglesia que nuestro Salvador, Jesucristo, estableció durante Su ministerio terrenal. Esta primavera se cumplen doscientos años del inicio de la Restauración, cuando Dios el Padre y Su Hijo, Jesucristo, se aparecieron al joven José Smith.

Diez años después de esa sublime visión, el profeta José Smith y cinco personas más fueron llamados como miembros fundadores de la Iglesia restaurada del Señor.

De ese pequeño grupo congregado el 6 de abril de 1830 ha surgido una organización global de más de dieciséis millones de miembros. El bien que esta Iglesia lleva a cabo alrededor del mundo para mitigar el sufrimiento humano y para brindar aliento a la humanidad es ampliamente conocido, pero su objetivo principal es ayudar a hombres, mujeres y niños a seguir al Señor Jesucristo, a guardar Sus mandamientos y hacerse merecedores de la bendición más grandiosa de todas: la vida eterna con Dios y con sus seres queridos.

Al conmemorar el acontecimiento que se inició en 1820, es importante recordar que si bien veneramos a José Smith como profeta de Dios, esta no es la iglesia de José Smith, ni la iglesia de Mormón. Esta es la Iglesia de Jesucristo. Él decretó exactamente qué nombre debería llevar Su Iglesia: “[P]orque así se llamará mi iglesia en los postreros días, a saber, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”.

Previamente he hablado sobre la necesidad de corregir el rumbo en cuanto a la forma en que nos referimos al nombre de la Iglesia. Desde entonces, se ha hecho mucho para lograr esa corrección. Estoy muy agradecido al presidente M. Russell Ballard y a todo el Cuórum de los Doce Apóstoles, quienes han hecho tanto para dirigir esos esfuerzos, así como los que se relacionan con otra iniciativa que anunciaré esta noche.

Los líderes y departamentos de la Iglesia, las entidades relacionadas y millones de miembros, así como otras personas, ahora utilizan el nombre correcto de la Iglesia. Se ha modificado la guía de estilo oficial de la Iglesia. El sitio web principal de la Iglesia ahora es ChurchofJesusChrist.org. Las direcciones de correo electrónico, los nombres de dominio y los canales de redes sociales se han actualizado. Nuestro amado coro es ahora el “Coro del Tabernáculo de la Manzana del Templo”.

Hemos tomado esas medidas extraordinarias porque cuando eliminamos el nombre del Señor de Su Iglesia, inadvertidamente lo eliminamos a Él como el enfoque central de nuestra adoración y nuestra vida. Cuando tomamos el nombre del Salvador sobre nosotros al bautizarnos, nos comprometemos a testificar, mediante nuestros pensamientos, palabras y acciones, que Jesús es el Cristo.

Anteriormente, prometí que si “hac[ía]mos lo mejor posible por restaurar el nombre correcto de la Iglesia del Señor”, Él “derramar[ía] Su poder y Sus bendiciones sobre la cabeza de los Santos de los Últimos Días de formas que jamás hemos visto”. Hoy renuevo esa promesa.

Para ayudarnos a recordarle y para reconocer a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días como la Iglesia del Señor, nos complace presentar un símbolo que representará el lugar central de Jesucristo en Su Iglesia.

Ese símbolo, que figura dentro de una piedra angular, incluye el nombre de la Iglesia. Jesucristo es la principal piedra del ángulo.

Logotipo con piedra angular

En el centro del símbolo hay una representación de la estatua de mármol de Thorvaldsen, el Christus. Representa al Señor resucitado y viviente con los brazos extendidos para acoger a todo el que venga a Él.

En forma simbólica, Jesucristo está de pie bajo un arco, el cual nos recuerda al Salvador resucitado cuando salió del sepulcro al tercer día después de Su crucifixión.

Nuevo símbolo de la Iglesia

Ese símbolo debería resultarle conocido a muchos, ya que por mucho tiempo hemos relacionado el Evangelio restaurado con el Cristo viviente y resucitado.

El símbolo ahora se utilizará como identificador visual en la literatura, las noticias y los eventos oficiales de la Iglesia. Recordará a todos que esta es la Iglesia del Salvador y que todo lo que hacemos como miembros de Su Iglesia se centra en Jesucristo y en Su evangelio.

Y bien, mis queridos hermanos y hermanas, mañana es Domingo de Ramos, como nos ha enseñado tan elocuentemente el élder Gong. Entonces entramos en la semana especial que culmina con la Pascua de Resurrección. Como seguidores de Jesucristo, que vivimos en una época en que la pandemia de COVID-19 ha puesto a todo el mundo en conmoción, no solo hablemos de Cristo, ni prediquemos de Cristo, ni empleemos un símbolo que represente a Cristo.

¡Pongamos en acción nuestra fe en el Señor Jesucristo!

Como saben, los miembros de la Iglesia observan la ley del ayuno un día al mes.

La doctrina del ayuno es antigua; la han practicado los héroes bíblicos desde los primeros días. Moisés, David, Esdras, Nehemías, Ester, Isaías, Daniel, Joel y muchos más ayunaron y predicaron en cuanto al ayuno. Mediante los escritos de Isaías, el Señor dijo: “¿No es más bien el ayuno que yo escogí: desatar las ligaduras de la maldad, soltar las cargas de opresión, y dejar libres a los quebrantados y romper todo yugo?”.

El apóstol Pablo instó a los santos de Corinto que se “ocupar[an] en el ayuno y la oración”. El Salvador mismo declaró que ciertas cosas “no sale[n] sino con oración y ayuno”.

Recientemente dije en un video en las redes sociales que “como médico y cirujano, tengo un gran respeto por los profesionales médicos, científicos y todos los demás que están trabajando las 24 horas del día para detener la propagación del COVID-19”.

Y bien, como Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y como apóstol de Jesucristo, que Dios “tiene todo poder, toda sabiduría y todo entendimiento; él comprende todas las cosas, y es un Ser misericordioso, aun hasta la salvación, para con aquellos que quieran arrepentirse y creer en su nombre”.

De modo que, en tiempos de profunda aflicción, como cuando una enfermedad alcanza proporciones pandémicas, lo más natural que hacemos es recurrir a nuestro Padre Celestial y a Su Hijo, el Maestro Sanador, suplicando que manifiesten Su maravilloso poder para bendecir a los habitantes de la tierra.

En mi mensaje en video, invité a todos a unirse en ayuno el domingo 29 de marzo de 2020. Muchos de ustedes quizás vieron el video y se unieron al ayuno; otros tal vez no. Seguimos necesitando la ayuda del cielo.

Por tanto, esta noche, mis queridos hermanos y hermanas, en el espíritu de los hijos de Mosíah, quienes se dedicaron a mucha oración y ayuno, y como parte de nuestra Conferencia General de abril de 2020, hago un llamado para otro ayuno mundial. A todos cuya salud se lo permita, ayunemos, oremos y unamos nuestra fe nuevamente. En espíritu de oración, supliquemos alivio de esta pandemia global.

Invito a todos, incluso a los que no sean de nuestra religión, a ayunar y orar este Viernes Santo, el 10 de abril, para que la pandemia actual se pueda controlar, los profesionales de la salud sean protegidos, se fortalezca la economía y se normalice la vida.

¿Cómo ayunamos? La costumbre es dos comidas o un periodo de 24 horas, pero decidan lo que constituiría un sacrificio para ustedes, al recordar el sacrificio supremo que el Salvador hizo por ustedes. Unámonos en suplicar que haya sanación en todo el mundo.

¡El Viernes Santo sería el día perfecto para que nuestro Padre Celestial y Su Hijo nos escuchen!

Queridos hermanos y hermanas, les expreso el profundo amor que tengo por ustedes, junto con mi testimonio de la divinidad de la obra en la que estamos consagrados. Esta es La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Él está a la cabeza de ella y dirige todo lo que hacemos. Sé que Él responderá a las súplicas de Su pueblo. Testifico de ello, en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.