2020
Escúchalo
Mayo de 2020


24:23

Escúchalo

Nuestro Padre sabe que lo que más nos ayudará cuando nos rodee la incertidumbre y el temor, es escuchar a Su Hijo.

Mis queridos hermanos y hermanas: ¡Cuán agradecido estoy de que hayamos podido reunirnos hoy, mediante la tecnología, y poder adorar juntos en esta mañana de domingo! ¡Qué bendecidos somos de saber que se ha restaurado el evangelio de Jesucristo en la tierra!

En las últimas semanas, la mayoría de nosotros hemos experimentado alteraciones en nuestras vidas personales. Terremotos, incendios, inundaciones, plagas y sus secuelas han trastocado la vida diaria y han provocado escasez de alimentos, artículos básicos y ahorros.

En medio de todo esto, los felicito y les agradezco que hayan decidido acompañarnos en esta conferencia general para oír la palabra del Señor en estos tiempos tumultuosos. La oscuridad creciente que acompaña a la tribulación hace que la luz de Jesucristo brille con mayor fulgor. Solo piensen en el bien que cada uno de nosotros podemos hacer en estos tiempos de agitación mundial. Su amor por el Salvador y su fe en Él, bien pueden ser el factor que promueva que alguien descubra la restauración de la plenitud del evangelio de Jesucristo.

En los dos últimos años, la hermana Nelson y yo nos hemos reunido con miles de ustedes por todo el mundo. Nos hemos congregado con ustedes en auditorios al aire libre y en salas de fiesta de hoteles. En cada escenario, he sentido que estaba en presencia de los elegidos del Señor y que estaba viendo cómo ocurría ante mis ojos el recogimiento de Israel.

Vivimos en el día que “nuestros antepasados con ansiosa expectativa han aguardado”1. Estamos sentados en primera fila para presenciar en vivo lo que el profeta Nefi vio solo en visión, que el “poder del Cordero” de Dios descendería “sobre el pueblo del convenio del Señor, que se hallaban dispersados sobre toda la superficie de la tierra; y tenían por armas su rectitud y el poder de Dios en gran gloria”2.

Ustedes, mis hermanos y hermanas, se hallan entre esos hombres, mujeres y niños que Nefi vio. ¡Piensen en ello!

Sin importar dónde vivan ni cuáles sean sus circunstancias, el Señor Jesucristo es su Salvador, y José Smith, el profeta de Dios, es su profeta. Él fue preordenado desde antes de la fundación de esta tierra para ser el profeta de esta última dispensación, en la que “nada se retendrá”3 de los santos. En el transcurso de este proceso continuo de la Restauración, la revelación continúa fluyendo desde el Señor.

¿Qué significado tiene para ustedes que el evangelio de Jesucristo se ha restaurado en la tierra?

Significa que ¡ustedes y sus familias pueden sellarse para siempre! Significa que gracias a que han sido bautizados por alguien que tiene autoridad de Jesucristo y han sido confirmados miembros de Su Iglesia, ustedes pueden disfrutar de la compañía constante del Espíritu Santo. Él los guiará y protegerá. Significa que nunca quedarán sin consuelo o sin acceso al poder de Dios para recibir ayuda. Significa que el poder de Dios puede bendecirlos cuando reciban las ordenanzas esenciales y hagan convenios con Dios y los guarden. Estas verdades sirven de ancla a nuestras almas, en particular, en estos tiempos en que ruge la tempestad.

El Libro de Mormón registra el clásico surgimiento y la caída de dos civilizaciones importantes. Su narración demuestra cuán fácil es para la mayoría del pueblo olvidarse de Dios, rechazar las admoniciones de los profetas del Señor y buscar el poder, la popularidad y los placeres de la carne4. Reiteradamente, los profetas anteriores han declarado “al pueblo cosas grandes y maravillosas, las cuales no creyeron”5.

No es diferente en nuestros días. A lo largo de los años, se han escuchado cosas grandes y maravillosas pronunciadas desde púlpitos dedicados por toda la tierra. No obstante, la mayoría de las personas no aceptan esas verdades, bien sea porque no saben dónde buscarlas6, o porque escuchan a aquellos que no poseen toda la verdad, o porque han rechazado la verdad a cambio de intereses mundanales.

El adversario es astuto. Durante miles de años, él ha estado haciendo que lo bueno parezca malo y lo malo, bueno7. Sus mensajes suelen ser estruendosos, atrevidos y arrogantes.

Sin embargo, los mensajes de nuestro Padre Celestial son sumamente diferentes. Él se comunica con sencillez, en voz baja y con tan asombrosa claridad que no podemos malentenderlo8.

Por ejemplo, cada vez que Él ha presentado a Su Hijo Unigénito a seres mortales en la tierra, lo ha hecho usando muy pocas palabras. En el monte de la Transfiguración, Dios dijo a Pedro, Santiago y Juan: “Este es mi Hijo Amado; a él oíd”9. Sus palabras a los nefitas en la antigua ciudad de Abundancia fueron: “He aquí a mi Hijo Amado, en quien me complazco, en quien he glorificado mi nombre: a él oíd”10. Y a José Smith, en esa declaración profunda que dio inicio a esta dispensación, Dios dijo con sencillez: “Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!11.

Ahora, queridos hermanos y hermanas, consideren el hecho de que en estos tres casos que acabo de mencionar, justo antes de que el Padre presentara a Su Hijo, las personas allí presentes se hallaban en un estado de temor, y hasta cierto punto, de desesperación.

Los apóstoles estaban con temor al ver a Jesucristo envuelto en una nube en el monte de la Transfiguración.

Los nefitas sentían temor luego de haber padecido por la destrucción y las tinieblas durante varios días.

José Smith se hallaba bajo las garras de una fuerza tenebrosa justo antes de que se abrieran los cielos.

Nuestro Padre sabe que lo que más nos ayudará cuando nos rodee la incertidumbre y el temor, es escuchar a Su Hijo.

Porque cuando procuremos escuchar —verdaderamente escuchar— a Su Hijo, seremos guiados a saber lo que debemos hacer en toda circunstancia.

La primera palabra de Doctrina y Convenios es escuchad.12 que significa “oír con la intención de obedecer”13. Escuchar con la intención de obedecer significa “escucharlo”: escuchar lo que el Salvador dice y entonces, dar oído a Su consejo. En esa palabra “Escúchalo”, Dios nos da el patrón o modelo para tener éxito, felicidad y gozo en esta vida. ¡Debemos escuchar las palabras del Señor, prestar atención a ellas y dar oído a lo que Él nos ha dicho!

Al tratar de ser discípulos de Jesucristo, nuestros esfuerzos por escucharle a Él han de ser cada vez con mayor intención. Se requiere un esfuerzo consciente y constante para llenar nuestra vida diaria con Sus palabras, Sus enseñanzas y Sus verdades.

No podemos confiar simplemente en la información que encontramos en las redes sociales. Con miles de millones de palabras en línea y un mundo saturado de campañas comerciales, infiltrado constantemente por los ruidosos y malvados esfuerzos del adversario, ¿dónde podemos ir a escucharlo?

Podemos acudir a las Escrituras. En ellas se nos enseña acerca de Jesucristo y Su evangelio, de la magnitud de Su expiación y del gran plan de felicidad y redención del Padre. Sumergirnos diariamente en la palabra de Dios es crucial para la supervivencia espiritual, especialmente en estos días de agitación mundial. Al deleitarnos diariamente en las palabras de Cristo, las palabras de Cristo nos dirán cómo responder a dificultades que jamás pensamos que íbamos a enfrentar.

También podemos escucharlo en el templo. La Casa del Señor es una casa de aprendizaje. Allí el Señor nos enseña a Su propia manera. Allí cada ordenanza enseña acerca del Salvador. Allí aprendemos cómo podemos apartar el velo y comunicarnos más claramente con el cielo. Allí aprendemos cómo reprender al adversario e invocar el poder del sacerdocio del Señor para fortalecernos a nosotros y a los que amamos. Cuán deseosos deberíamos estar todos nosotros de buscar refugio allí.

Cuando se hayan levantado las restricciones transitorias por el COVID-19, tengan a bien programar espacios de tiempo regulares para adorar y servir en el templo. Cada minuto de ese tiempo los bendecirá a ustedes y a sus familias de un modo que nada más puede hacerlo. Cuando estén allí, tómense tiempo para meditar sobre lo que escuchen y sientan. Pidan al Señor que les enseñe cómo abrir los cielos para bendecir su vida y la de las personas a las que aman y sirven.

Como la adoración en el templo no es posible actualmente, les invito a participar más en la historia familiar, que abarca la investigación y la indexación. Les prometo que conforme aumenten el tiempo que pasen en el templo y en la obra de historia familiar, aumentará y mejorará su capacidad de escucharle a Él.

También podemos escucharlo con mayor claridad si refinamos nuestra capacidad de reconocer los susurros del Espíritu Santo. Nunca ha sido más necesario que en este momento, saber cómo el Espíritu Santo les habla. En la Trinidad, el Espíritu Santo es el mensajero. Él les comunicará pensamientos a su mente que el Padre e Hijo desean que reciban. Él es el Consolador. Él transmitirá un sentimiento de paz a su corazón. Al leer y escuchar la palabra del Señor, Él testifica de la verdad y les confirmará lo que es verdadero.

Reitero mi súplica de que hagan lo que sea necesario para elevar su capacidad espiritual para recibir revelación personal.

El hacerlo les ayudará a saber cómo avanzar con su vida, qué hacer en tiempos de crisis y cómo discernir y evitar las tentaciones y los engaños del adversario.

Y, por último, lo escuchamos a Él al dar oído a las palabras de los profetas, videntes y reveladores. Los apóstoles ordenados de Jesucristo siempre testifican de Él. Ellos nos indican el camino, en tanto avanzamos por el doloroso laberinto de nuestras experiencias terrenales.

¿Qué sucederá si escuchamos, prestamos atención y damos oído con mayor intención a lo que el Salvador ha dicho, y lo que está diciendo ahora a través de Sus profetas? Yo les prometo que serán bendecidos con poder adicional para lidiar con la tentación, las pruebas y la debilidad. Les prometo milagros en sus matrimonios, sus relaciones familiares y sus trabajos diarios. Y les prometo que se incrementará su capacidad para sentir gozo, aun si aumentan las turbulencias en sus vidas.

Esta Conferencia General de abril de 2020 es nuestro tiempo para conmemorar un acontecimiento que cambió el mundo. Al prever el bicentenario de la Primera Visión que tuvo José Smith, la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles se preguntaron qué podríamos hacer para conmemorar de manera apropiada este acontecimiento excepcional.

La teofanía dio comienzo a la restauración de la plenitud del evangelio de Jesucristo y marcó el comienzo de la dispensación del cumplimiento de los tiempos.

Nos preguntamos si se debería erigir un monumento. Sin embargo, al considerar el impacto histórico e internacional de la Primera Visión, sentimos la impresión de crear un monumento que no fuera de granito ni de piedra sino de palabras —palabras de proclamación solemne y sagrada— escritas, no para ser esculpidas en “tablas de piedra” sino más bien para ser grabadas en “tablas de carne” del corazón14.

Desde que se organizó la Iglesia, se han emitido solamente cinco proclamaciones, siendo la última: “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, que presentó el presidente Gordon B. Hinckley en 1995.

Hoy en día al meditar en esta época significativa en la historia del mundo y el mandato del Señor de recoger al Israel esparcido en preparación para la Segunda Venida de Jesucristo, nosotros, la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles, hacemos pública la siguiente proclamación. Se titula “La Restauración de la plenitud del evangelio de Jesucristo: Una proclamación para el mundo en el bicentenario”. Fue redactada por la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, con fecha de abril de 2020. A fin de prepararme para hoy, grabé con anticipación esta proclamación en la Arboleda Sagrada, donde José Smith vio por primera vez al Padre y al Hijo.

6:13

“Solemnemente proclamamos que Dios ama a Sus hijos en toda nación del mundo. Dios el Padre nos ha dado el nacimiento divino, la vida incomparable y el sacrificio expiatorio infinito de Su Amado Hijo, Jesucristo. Por el poder del Padre, Jesús resucitó y logró la victoria sobre la muerte. Él es nuestro Salvador, nuestro Ejemplo y nuestro Redentor.

“Hace doscientos años, en una bella mañana de primavera de 1820, el joven José Smith, procurando saber a qué iglesia debía unirse, fue a orar al bosque cerca de su casa en el norte del estado de Nueva York, Estados Unidos. Él tenía preguntas en cuanto a la salvación de su alma y confiaba en que Dios lo guiaría.

“Con humildad, declaramos que, en respuesta a su oración, Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo se aparecieron a José y dieron comienzo a la ‘restauración de todas las cosas’ (Hechos 3:21) como se predijo en la Biblia. En esa visión, José se enteró de que después de la muerte de los apóstoles originales, la Iglesia de Cristo, de la época del Nuevo Testamento, dejó de existir en la tierra, y que él desempeñaría un papel decisivo en su restitución.

“Afirmamos que, bajo la dirección del Padre y del Hijo, vinieron mensajeros celestiales para instruir a José y restablecer la Iglesia de Jesucristo. Juan el Bautista, como ser resucitado, restauró la autoridad para bautizar por inmersión para la remisión de pecados. Tres de los doce apóstoles originales —Pedro, Santiago y Juan— restauraron el apostolado y las llaves de la autoridad del sacerdocio. También vinieron otros, entre ellos Elías el Profeta, quien restauró la autoridad para unir a las familias por siempre en relaciones eternas que trascienden la muerte.

“También damos testimonio de que a José Smith se le dio el don y el poder de Dios para traducir un registro antiguo: El Libro de Mormón, Otro Testamento de Jesucristo. En las páginas de este texto sagrado se halla el relato del ministerio personal de Jesucristo entre la gente del hemisferio occidental poco después de Su resurrección. El libro enseña el propósito de la vida y explica la doctrina de Cristo, que es fundamental en ese propósito. Como libro canónico que acompaña a la Biblia, el Libro de Mormón testifica que todos los seres humanos son hijos e hijas de un amoroso Padre Celestial, que Él tiene un plan divino para nuestra vida y que Su Hijo, Jesucristo, nos habla en la actualidad, así como lo hizo en los días antiguos.

“Declaramos que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, organizada el 6 de abril de 1830, es la Iglesia restaurada de Cristo, de la época del Nuevo Testamento. Esta Iglesia está fundada sobre la vida perfecta de su principal piedra del ángulo, Jesucristo, y sobre Su expiación infinita y resurrección literal. Jesucristo ha llamado de nuevo a apóstoles y les ha dado la autoridad del sacerdocio. Él nos invita a todos a venir a Él y a Su Iglesia, para recibir el Espíritu Santo, las ordenanzas de salvación y para obtener gozo duradero.

“Han transcurrido doscientos años desde que Dios el Padre y Su Hijo Amado, Jesucristo, dieron inicio a esta Restauración. Millones de personas en todo el mundo han aceptado el conocimiento de estos acontecimientos que fueron predichos.

“Con alegría declaramos que la Restauración prometida avanza por medio de la revelación continua. La tierra jamás volverá a ser la misma, dado que Dios ‘reunir[á] todas las cosas en Cristo’ (Efesios 1:10).

“Con reverencia y gratitud, en calidad de Sus apóstoles invitamos a todos a saber —como nosotros lo sabemos— que los cielos están abiertos. Afirmamos que Dios está dando a conocer Su voluntad para con Sus amados hijos e hijas. “Testificamos que aquellos que estudien con espíritu de oración el mensaje de la Restauración y actúen con fe serán bendecidos para obtener su propio testimonio de la divinidad y del propósito de ella, de preparar al mundo para la Segunda Venida prometida de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

Amados hermanos y hermanas, esta es nuestra proclamación para el mundo en el bicentenario sobre la Restauración del evangelio de Jesucristo en su plenitud. Se ha traducido a 12 idiomas y pronto se hará en otros idiomas. Estará a disposición de inmediato en el sitio de la Iglesia, de donde pueden obtener una copia; estúdienla en privado y con sus familiares y amigos. Reflexionen sobre las verdades y piensen en el impacto que ellas tendrán en su vida si las escuchan, prestan atención y dan oído a los mandamientos y los convenios que las acompañan.

Yo sé que José Smith es el profeta preordenado que el Señor eligió para abrir esta última dispensación. Mediante él se ha restaurado la Iglesia del Señor en la tierra. José Smith selló su testimonio con su sangre. ¡Cuánto lo amo y lo honro!

¡Dios vive! ¡Jesús es el Cristo! ¡Su Iglesia ha sido restaurada. Él y Su Padre, nuestro Padre Celestial, velan por nosotros. De ello testifico, en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.