Había pan
Al procurar estar preparados en lo temporal, podemos afrontar las pruebas de la vida con mayor confianza.
Antes de las restricciones de viaje causadas por la actual pandemia, un día regresaba a casa de una asignación internacional que, por cuestiones de programación, requería una escala en domingo. Tuve tiempo entre uno y otro vuelo para asistir a una reunión sacramental local, donde también pude compartir un breve mensaje. Después de la reunión, un entusiasta diácono se me acercó y me preguntó si conocía al presidente Nelson, y si alguna vez le había estrechado la mano. Le respondí que lo conocía, que le había estrechado la mano y que, como miembro del Obispado Presidente, tenía la oportunidad de reunirme con el presidente Nelson y sus consejeros un par de veces a la semana.
El joven diácono se sentó en una silla, levantó las manos y gritó: “¡Este es el día más grandioso de mi vida!”. Hermanos y hermanas, puede que yo no levante las manos y grite, pero estoy eternamente agradecido por un profeta viviente y por la dirección que recibimos de profetas, videntes y reveladores, especialmente en estos tiempos de desafío.
Desde el comienzo de los tiempos, el Señor ha proporcionado guía para ayudar a Su pueblo a prepararse espiritual y temporalmente contra las calamidades y las dificultades que Él sabe que vendrán como parte de esta experiencia terrenal. Estas calamidades pueden ser de naturaleza personal o colectiva, pero la guía del Señor nos proporcionará protección y apoyo en la medida en que atendamos a Su consejo y actuemos en consecuencia. Un ejemplo maravilloso se encuentra en un relato del libro de Génesis, en el que aprendemos acerca de José en Egipto y su inspirada interpretación del sueño de Faraón.
“Entonces respondió José a Faraón: […] Dios ha mostrado a Faraón lo que va a hacer.
“He aquí vienen siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto.
“Y seguirán tras ellos siete años de hambre; y toda la abundancia será olvidada en la tierra de Egipto, y el hambre consumirá la tierra”1.
Faraón escuchó a José, atendió a lo que Dios le había mostrado en un sueño e inmediatamente se dispuso a prepararse para lo que habría de venir. Entonces, se registra en las Escrituras:
“Y produjo la tierra a montones en aquellos siete años de abundancia.
“Y él juntó todo el alimento de esos siete años […].
“Y almacenó José trigo como arena del mar, […] hasta no poderse contar, porque no tenía número”2.
Una vez que los siete años de abundancia habían pasado, se nos dice que “comenzaron a venir los siete años de hambre, como José había dicho; y hubo hambre en todos los países, mas en toda la tierra de Egipto había pan”3.
Hoy en día, somos bendecidos al ser guiados por profetas que comprenden la necesidad de que nos preparemos para las calamidades “que sobrevendr[án]”4 y que reconocen las limitaciones o restricciones que podemos encontrar al esforzarnos por seguir su consejo.
Existe un claro entendimiento de que los efectos del COVID-19, así como los devastadores desastres naturales, no hacen acepción de personas, y traspasan las fronteras étnicas, sociales y religiosas en todos los continentes. Se han perdido empleos y se han reducido los ingresos, ya que la posibilidad de trabajar se ha visto afectada por los despidos, y la capacidad de trabajar se ha visto perjudicada por los problemas de salud y los asuntos legales.
A todos aquellos que se han visto afectados, les expresamos nuestra comprensión y preocupación por su situación, así como la firme convicción de que nos esperan días mejores. Ustedes han sido bendecidos con obispos y presidentes de rama que buscan a los miembros de sus congregaciones con necesidades temporales, y que tienen acceso a herramientas y recursos que pueden ayudarlos a restablecer su vida y a situarlos en la vía de la autosuficiencia al poner en práctica los principios de la preparación.
En el entorno actual, con una pandemia que ha devastado economías enteras, así como la vida de cada persona, sería una falta de coherencia con un Salvador compasivo ignorar la realidad de que muchas personas están pasando dificultades y pedirles que comiencen a establecer una reserva de alimentos y dinero para el futuro. Sin embargo, eso no significa que debamos ignorar permanentemente los principios de la preparación, sino que dichos principios deben aplicarse “con prudencia y orden”5, de modo que en el futuro, podamos decir, como José en Egipto: “… había pan”6.
El Señor no espera que hagamos más de lo que podemos, pero sí espera que hagamos lo que podemos hacer, cuando podamos hacerlo. Como el presidente Nelson nos recordó en la última conferencia general: “… el Señor se deleita con el esfuerzo”7.
Los líderes de la Iglesia a menudo han instado a los Santos de los Últimos Días “a prepararse para la adversidad de la vida con una provisión básica de alimentos y agua y algún dinero en ahorros”8. Al mismo tiempo, se nos alienta a “ser prudentes” y no ir “a los extremos”9 en nuestros esfuerzos por establecer un almacenamiento en el hogar y una reserva de recursos económicos. Un recurso titulado Las finanzas personales para la autosuficiencia, publicado en 2017 y actualmente disponible en el sitio web de la Iglesia en 36 idiomas, comienza con un mensaje de la Primera Presidencia, que dice:
“El Señor declaró: ‘… es mi propósito abastecer a mis santos” [Doctrina y Convenios 104:15]. Esa revelación es una promesa del Señor de que Él le proveerá bendiciones temporales y abrirá la puerta de la autosuficiencia […].
“El aceptar y vivir esos principios le permitirá recibir las bendiciones temporales prometidas por el Señor.
“Le invitamos a estudiar y aplicar esos principios con diligencia y a enseñarlos a los miembros de su familia. Al hacerlo, su vida será bendecida […] [porque] usted es un hijo de nuestro Padre Celestial. Él lo ama y nunca lo abandonará. Él lo conoce y está dispuesto a brindarle las bendiciones espirituales y temporales que ofrece la autosuficiencia”10.
Este recurso contiene capítulos que explican cómo elaborar un presupuesto y regirse por él, cómo proteger a su familia de las dificultades, cómo manejar una crisis económica, cómo invertir para el futuro y muchos otros capítulos; y está disponible para todo el mundo en el sitio web de la Iglesia o por medio de sus líderes locales.
Al considerar el principio de la preparación, podemos volver a José de Egipto en busca de inspiración. Saber lo que sucedería no iba a ser suficiente para permitirles sobrevivir durante los años de “escasez”; era necesario cierto grado de sacrificio durante los años de abundancia. En lugar de consumir todo lo que producían los súbditos de Faraón, se establecieron límites y se respetaron, proporcionando lo necesario para sus necesidades inmediatas, así como para las futuras. No fue suficiente con saber que vendrían tiempos difíciles; ellos tuvieron que actuar y, gracias a su esfuerzo, “había pan”11.
Eso nos lleva a una pregunta importante: “¿Qué aprendemos de esto?”. Un buen punto de partida es entender que todas las cosas son espirituales para el Señor, “y en ninguna ocasión” nos ha dado “una ley que fuese temporal”12. Todo, entonces, señala a Jesucristo como el fundamento sobre el que debemos edificar, incluso, nuestra preparación temporal.
Estar preparado temporalmente y ser autosuficiente significa “… creer que por medio de la gracia, o el poder habilitador de Jesucristo, y nuestro propio esfuerzo, podemos obtener todos los elementos espirituales y temporales indispensables de la vida que requerimos para nosotros mismos y nuestra familia”13.
Entre los aspectos adicionales de un fundamento espiritual para la preparación temporal están: el actuar “con prudencia y orden”14, lo cual implica un aumento gradual de almacenamiento de alimentos y de ahorros; como también adoptar medios “pequeñ[os] y sencill[os]”15, lo cual es una demostración de fe en que el Señor magnificará nuestros esfuerzos pequeños, pero constantes.
Con una base espiritual establecida, podemos entonces aplicar con éxito dos elementos importantes de la preparación temporal: la administración de las finanzas y el almacenamiento en el hogar.
Entre los principios clave para administrar las finanzas se incluyen el pago de diezmos y ofrendas, eliminar y evitar las deudas, preparar un presupuesto y ceñirse a él, y ahorrar para el futuro.
Entre los principios clave de almacenamiento en el hogar se incluyen el almacenamiento de alimentos, de agua y de otras provisiones, según las necesidades individuales y familiares; todo debido a que “el mejor almacén”16 es el hogar, que se convierte en “la reserva más accesible en tiempos de necesidad”17.
Al adoptar los principios espirituales y procurar la inspiración del Señor, seremos guiados para saber la voluntad del Señor para nosotros, tanto de manera individual como en familia, y cómo aplicar de la mejor manera los principios importantes de preparación temporal. El paso más importante de todos es comenzar.
El élder David A. Bednar enseñó este principio cuando dijo: “La acción es el ejercicio de la fe […]. La verdadera fe se centra en el Señor Jesucristo y siempre conduce a la acción”18.
Hermanos y hermanas, en un mundo siempre cambiante debemos prepararnos para las incertidumbres. Aunque nos aguardan tiempos mejores, sabemos que continuarán los picos y los valles de la mortalidad. Al procurar estar preparados en lo temporal, podemos afrontar las pruebas de la vida con mayor confianza, con paz en nuestro corazón y, como José en Egipto, podremos decir, incluso en circunstancias apremiantes: “Había pan”19. En el nombre de Jesucristo. Amén.