2021
Alcen su luz
Noviembre de 2021


10:28

Alcen su luz

Mi invitación de hoy es sencilla: compartan el Evangelio. Sean ustedes mismos y alcen la luz.

Hace algunos años, mientras me encontraba en un vuelo a Perú, estuve sentado junto a una persona que declaraba ser atea. Me preguntó por qué creía yo en Dios. En la placentera conversación que surgió, le dije que creía en Dios gracias a que José Smith lo vio, y luego, añadí que también mi conocimiento de Dios provenía de experiencias espirituales reales y personales. Le hablé de mi creencia de que “todas las cosas indican que hay un Dios”1 y le pregunté cómo creía que la tierra —este oasis de vida en el vacío del espacio— llegó a existir. Me respondió que, según sus propias palabras, “el accidente” podría haber ocurrido a lo largo de millones de años. Cuando le expliqué lo sumamente improbable que era que un “accidente” produjera tal belleza y orden, se quedó callado por un momento y luego afablemente dijo: “Me has dejado perplejo”. Le pregunté si leería el Libro de Mormón; dijo que sí, de modo que le envié un ejemplar.

Años más tarde, entablé una nueva amistad cuando estaba en un aeropuerto en Lagos, Nigeria. Nos conocimos mientras él revisaba mi pasaporte. Le pregunté sobre sus creencias religiosas y expresó una fuerte fe en Dios. Le hablé del gozo y de la vitalidad del evangelio restaurado de Jesucristo y le pregunté si le gustaría aprender más con los misioneros. Respondió que sí, se le enseñó y fue bautizado. Uno o dos años más tarde, al caminar por el aeropuerto en Liberia, escuché una voz que llamaba mi nombre. Me di vuelta, y ese mismo joven se me acercó con una gran sonrisa. Con gran gozo nos abrazamos y me informó que era activo en la Iglesia y que estaba trabajando con los misioneros para enseñarle a su novia.

Ahora bien, no sé si mi amigo ateo leyó el Libro de Mormón ni si se unió a la Iglesia; mi segundo amigo sí lo hizo. Con ellos dos, mi responsabilidad2 —mi oportunidad— fue la misma: alzar la luz del Evangelio para amar, compartir e invitar a cada uno de ellos de una manera normal y natural3.

Hermanos y hermanas, he experimentado las bendiciones de compartir el Evangelio y son extraordinarias. A continuación menciono algunas de ellas:

Compartir el Evangelio brinda gozo y esperanza

Como ven, ustedes y yo sabemos que vivimos como hijos de nuestro Padre Celestial antes de venir a esta tierra4 y que la tierra fue creada con el propósito de dar a cada persona la oportunidad de obtener un cuerpo, adquirir experiencia, aprender y crecer a fin de recibir la vida eterna, es decir, la vida que Dios vive5. El Padre Celestial sabía que íbamos a sufrir y a pecar en la tierra, por lo que envió a Su Hijo, cuya “vida incomparable”6 e infinito sacrificio expiatorio7 hacen posible que seamos perdonados y sanados8.

¡El saber esas verdades nos cambia la vida! Cuando una persona aprende el glorioso propósito de la vida, llega a comprender que Cristo perdona y socorre a los que lo siguen, y luego decide seguir a Cristo a las aguas del bautismo, la vida cambia para bien, aun cuando las circunstancias externas de la vida no cambien.

Una hermana radiantemente feliz, que conocí en Onitsha, Nigeria, me contó que desde el momento en que conoció el Evangelio y fue bautizada (y ahora cito sus palabras): “todo es bueno para mí. Soy feliz; estoy en el cielo”9. Compartir el Evangelio genera gozo y esperanza en el alma del que da y del que recibe. En verdad, ¡“cuán grande será vuestro gozo”10 cuando compartan el Evangelio! Compartir el Evangelio produce gozo sobre gozo, esperanza sobre esperanza11.

Compartir el Evangelio trae el poder de Dios a nuestra vida

Cuando fuimos bautizados, cada uno de nosotros concertamos un convenio eterno12 con Dios “de servirle y guardar sus mandamientos”13, lo que incluye “ser testigos de [Él] en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar”14. Conforme “permanece[mos] en” Él al guardar ese convenio, el poder vivificante, sustentador y santificador de la divinidad fluye desde Cristo a nuestra vida, así como el pámpano recibe nutrición de la vid15.

Compartir el Evangelio nos protege de la tentación

El Señor manda:

“Alzad, pues, vuestra luz para que brille ante el mundo. He aquí, yo soy la luz que debéis sostener en alto: aquello que me habéis visto hacer […],

“he mandado que vinieseis a mí, a fin de que palpaseis y vieseis; así haréis vosotros al mundo; y el que quebranta este mandamiento, se deja llevar a la tentación”16.

El escoger no alzar la luz del Evangelio nos conduce a las sombras, donde somos susceptibles a la tentación. Es importante notar que lo opuesto es cierto: decidir alzar la luz del Evangelio nos trae más plenamente a esa luz y a la protección que brinda en contra de la tentación. ¡Qué bendición extraordinaria para el mundo actual!

Compartir el Evangelio trae sanación

La hermana Tiffany Myloan aceptó la invitación para apoyar a los misioneros a pesar de las duras luchas personales, incluidas las preguntas sobre su fe. Hace poco, ella me dijo que brindar apoyo a los misioneros ha renovado su fe y su sensación de bienestar. Como ella dijo: “La obra misional es sumamente curativa”17.

Gozo, esperanza, poder sustentador de Dios, protección contra la tentación, sanación. Todas estas, y más (incluso el perdón de pecados)15, destilan sobre nosotros del cielo a medida que compartimos el Evangelio.

Ahora, hacia nuestra grandiosa oportunidad

Hermanos y hermanas, “hay muchos entre tod[os] [los] partidos[,] [sectas] y denominaciones, que […] no llegan a la verdad solo porque no saben dónde hallarla”19. La necesidad de alzar nuestra luz nunca ha sido más grande en toda la historia de la humanidad, y la verdad nunca ha estado más accesible.

A Jimmy Ton, que creció siendo budista, le impresionó una familia que compartía su vida en YouTube. Cuando se enteró de que eran miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, estudió el Evangelio en línea por sí mismo, leyó el Libro de Mormón usando la aplicación móvil y fue bautizado después de reunirse con los misioneros en la universidad20. El élder Ton es ahora misionero de tiempo completo.

Él y los otros misioneros en todo el mundo son el batallón del Señor, para citar a nuestro profeta21. Esos misioneros se oponen a las tendencias del mundo: mientras que los estudios indican que la generación Z se está alejando de Dios22, nuestros jóvenes élderes y hermanas guerreros23 están volviendo a las personas hacia Dios; y una cantidad cada vez mayor de miembros de la Iglesia se están uniendo a los misioneros para compartir el Evangelio, ayudando a más y más amigos a venir a Cristo y a Su Iglesia.

Nuestros Santos de los Últimos Días de Liberia ayudaron a quinientos siete amigos a entrar a las aguas del bautismo durante los diez meses en que no hubo misioneros de tiempo completo prestando servicio en su país. Cuando uno de nuestros maravillosos presidentes en ese país escuchó que posiblemente los misioneros de tiempo completo regresarían, dijo: “Qué bueno, ahora nos pueden ayudar con nuestra obra”.

Él tiene razón: El recogimiento de Israel, la obra más grandiosa de la tierra24, es nuestra responsabilidad por convenio, ¡y este es nuestro momento! Mi invitación de hoy es sencilla: compartan el Evangelio. Sean ustedes mismos y alcen la luz. Pidan en oración la ayuda del cielo y sigan las impresiones espirituales. Compartan su vida de manera normal y natural, e inviten a otra persona a venir y ver, a venir y ayudar, y a venir y pertenecer25; y entonces, regocíjense conforme ustedes y las personas a las que aman reciben las bendiciones prometidas.

Sé que en Cristo estas buenas nuevas se proclaman a los mansos; en Cristo se venda a los quebrantados de corazón; en Cristo se proclama libertad a los cautivos; y en Cristo, solo en Cristo, a los que lloran se les da gloria en lugar de cenizas26. ¡De ahí la gran necesidad de dar a conocer estas cosas!27.

Testifico que Jesucristo es el autor y perfeccionador de nuestra fe28. Él perfeccionará, Él completará, nuestro ejercicio de fe —por imperfecto que sea— de alzar la luz del Evangelio. Él obrará milagros en nuestra vida y en la de todos los que recoge, porque es un Dios de milagros29. En el maravilloso nombre de Jesucristo. Amén.