Liahona
¿Por qué Dios no cambiaba mi vida?
Enero de 2024


“¿Por qué Dios no cambiaba mi vida?”, Liahona, enero de 2024.

Jóvenes adultos

¿Por qué Dios no cambiaba mi vida?

Cuando mi matrimonio se convirtió en una pesadilla, me di cuenta del poder del albedrío.

Mano sosteniendo un bolígrafo y escribiendo en un libro abierto

Cuando tenía veintitrés años, fui sellada en el templo al hombre de mis sueños. No recuerdo un día más feliz en toda mi vida.

Sin embargo, todo lo que siempre esperé para mi vida comenzó a desmoronarse a un ritmo vertiginoso. Mi esposo me maltrataba cada vez más física y emocionalmente.

Sentía confusión y dolor. No entendía por qué mi fidelidad no parecía marcar una diferencia en mi matrimonio. Había servido en una misión de tiempo completo, guardaba mis convenios, cumplía los mandamientos e incluso servía como obrera del templo; pero sin importar cuánto tratara de acercarme más a Jesucristo, mi matrimonio solo se volvía más difícil.

Al mirar atrás, me di cuenta de que, aunque había considerado con espíritu de oración si debía casarme con mi esposo y tenía fe en que podríamos resolver los problemas, había hecho caso omiso de las señales de posibles dificultades que surgieron más adelante en nuestro matrimonio.

Buscar respuestas

Después de cinco años de soledad y abuso, mi relación con el Padre Celestial y Jesucristo se estaba deteriorando. Las expectativas para mi vida estaban arruinadas e insatisfechas.

Me sentía destrozada.

Cuando se hizo evidente que mi esposo no estaba dispuesto a cambiar, comencé a pedirle a Dios que me librara de esa situación o que me mostrara el camino correcto que debía tomar, pero cuando las respuestas que necesitaba no llegaban, empecé a culpar al Padre Celestial como la causa de mi dolor.

Seguí asistiendo a la iglesia y guardando mis convenios, pero mi corazón estaba lleno de resentimiento por la falta de dirección.

Entonces, un día me di cuenta de que tenía la respuesta a mi situación: debía usar mi albedrío para actuar y cambiar mis circunstancias. Supe qué decisión sería la mejor para mí con mi meta final de regresar al Padre Celestial.

Finalmente decidí dar un paso hacia adelante: hablé con mi esposo y, milagrosamente, terminamos nuestra relación en armonía.

El poder para escoger

Esa difícil experiencia me ayudó a aprender sobre el poder y la importancia crucial del don del albedrío que Dios nos ha dado.

El presidente Dallin H. Oaks, Primer Consejero de la Primera Presidencia, ha enseñado: “Al mirar hacia atrás, podemos ver la gran diferencia que algunas de nuestras decisiones marcaron en nuestra vida. Tomamos mejores decisiones si consideramos las alternativas y reflexionamos a dónde nos conducirán. Al hacerlo, estaremos siguiendo el consejo del presidente Russell M. Nelson de comenzar con el fin en mente. Para nosotros, el fin siempre está en la senda de los convenios que pasa por el templo y hacia la vida eterna, el mayor de todos los dones de Dios”1.

Me di cuenta de que el Padre Celestial no interferirá en el albedrío de nadie; me permitió tomar por mí misma la decisión de casarme con mi esposo. Tampoco forzaría a mi esposo a cambiar, aunque yo estaba siendo fiel a mis convenios, porque un matrimonio eterno requiere esfuerzo espiritual y temporal de ambas personas conforme siguen a Jesucristo.

Cuando afrontamos dificultades, podemos utilizar nuestro albedrío para cambiar nuestra perspectiva, nuestras actitudes e incluso a nosotros mismos. Ese es el divino don del albedrío. El Padre Celestial desea que lo busquemos a Él y al Espíritu, y que luego confiemos en nosotros mismos al momento de tomar las mejores decisiones para nuestra vida.

Acudir al Salvador

Al principio esperaba sanar rápidamente de mi matrimonio en el que había maltrato y seguir adelante, pero el proceso ha sido lento y difícil. Mediante herramientas terapéuticas y gracias a escuchar los mensajes de los profetas, leer las Escrituras, orar y sentir amor y apoyo de amigos y familiares, tengo la esperanza de un futuro mejor. Al utilizar mi albedrío para hallar sanación, espero con anhelo una vida que incluya el perdón y hermosas relaciones con los demás, incluso con el Salvador.

Con una mayor comprensión de cómo utilizar el albedrío en mi vida, mi amargura hacia Dios se convirtió en entendimiento y mi relación con Él pudo mejorar.

De eso se trata el Evangelio: tomar nuestras propias decisiones para venir a Cristo, actuar de acuerdo con el consejo de los profetas que nos alientan a utilizar nuestro albedrío para confiar en el Señor y crear una vida hermosa y llena de fe.

Como enseñó la hermana Camille N. Johnson, Presidenta General de la Sociedad de Socorro: “Por supuesto, el sublime principio del albedrío nos permite escribir nuestra propia historia […]. No obstante, Jesucristo está presto para utilizarnos como instrumentos divinos […] a fin de escribir una obra maestra […] si ten[emos] fe para permitírselo, si dej[amos] que Él sea el autor de [nuestra] historia”2.

Poner fin a mi matrimonio fue una de las experiencias más dolorosas que jamás he afrontado, pero he aprendido que cuando afrontamos pruebas inesperadas en la vida, podemos buscar guía espiritual y tomar decisiones que nos hagan avanzar en la senda de los convenios. Al seguir al Padre Celestial y a Jesucristo, siempre podemos tener esperanza en las cosas buenas por venir y en Sus bendiciones prometidas de paz y gozo.

La autora vive en Chile.