Liahona
¡Qué firmes cimientos! 40 años de la dedicación del Templo de la Ciudad de México
Febrero de 2024


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¡Qué firmes cimientos! 40 años de la dedicación del Templo de la Ciudad de México

Cuando fui llamado a servir en la Misión México Veracruz en noviembre de 1978, sólo había sido miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días por un año y unos días. Fue un choque cultural ir de los suburbios del sur de California a otra ciudad costera en el Golfo de México, no sólo en términos de clima, idioma y gente, sino también en términos de la cultura del evangelio.

Tener templos cerca no me preparó para escuchar a aquellos, con quienes pronto comencé a interactuar, quienes viajaron unos 2,400 kilómetros, desde la Ciudad de México, para recibir las bendiciones del templo más cercano que se encontraba en Mesa, Arizona, ya que no había ningún templo en todo México. Esas historias de fe, dedicación y sacrificio me motivaron a examinar mis raíces.

Años antes se había anunciado un templo para la Ciudad de México y finalmente, en noviembre de 1979, se inició la construcción en una ceremonia de primera palada a la que asistieron mis líderes de misión, el presidente John G. Marshall y la hermana Faun Wood Marshall. Yo trabajaba en la oficina de la misión en ese momento y recuerdo el entusiasmo que compartieron al regresar de este evento histórico.

Al tener el privilegio de trabajar junto al presidente Marshall y saber que su propio servicio misional cuando era joven le había permitido servir en México, su visión del futuro de la obra aquí se convirtió en la piedra de toque para muchas de nuestras conversaciones. Me dijo en múltiples ocasiones que, si trabajaba diligentemente como misionero y discípulo de Jesucristo, tendría el privilegio de ver varios templos en México, incluidos los de las ciudades donde se nos asignó trabajar.

El Templo de la Ciudad de México fue dedicado el 2 de diciembre de 1983 y las declaraciones proféticas registradas en la oración dedicatoria ofrecida por el presidente Gordon B. Hinckley son aún más sorprendentes cuando se analizan después de cuarenta años. Entre otras cosas, oró: “Que la cosecha que hemos presenciado aquí presagie mayores cosas por venir a medida que avanza Tu obra”.

Ahora hay 24 templos en operación, construcción o anunciados (incluidos los de Puebla, Veracruz y Oaxaca, donde serví como misionero). Hay más de 1.5 millones de miembros de la Iglesia en más de 1,800 congregaciones en cada uno de los Estados, junto con 34 misiones en la República Mexicana.

El Templo de la Ciudad de México es uno de los cinco templos donde se representa la estatua del Ángel Moroni sosteniendo las planchas de oro y fue durante estos servicios dedicatorios que el presidente Ezra Taft Benson recibió fuertes impresiones de que los miembros de la Iglesia debían prestar más atención a la Libro de Mormón, que más tarde sería un sello distintivo de sus años como Presidente de la Iglesia. De hecho, en una de las sesiones, el presidente Hinckley estaba contando los nombres de aquellos santos pioneros de la historia de la Iglesia en México cuando detuvo su mensaje y con voz fuerte, llena de emoción y gozo, exclamó: “Bienvenido, Padre Lehi! ¡Oh, cómo se debe alegrar tu corazón!1

En la Conferencia General de octubre de 2002, el presidente Russell M. Nelson compartió: “Hace [cuatro] décadas, cuando estaba por construirse un templo en la ciudad de México, los arquitectos enfrentaron un gran desafío. Debido a que la ciudad de México está ubicada sobre una meseta que está asentada en agua, con el paso del tiempo algunos de sus edificios se hunden o se ladean.

La construcción de un templo requirió cimientos especiales. Se clavaron en la tierra, a más de treinta metros de profundidad, doscientos veintiún pilares enormes de cemento reforzado (Cada pilar era de 45 cm. de diámetro). A esos pilares se aseguraron abrazaderas de acero que se sujetaron a una unidad que se puede ajustar si es necesario a fin de mantener el edificio nivelado.

Con esos cimientos invisibles, pero seguros, ese templo permanece hoy día firme y derecho. Para que cualquier edificio, institución o persona permanezca firme, necesita un cimiento seguro. Así como los edificios tienen cimientos, nosotros como personas también tenemos cimientos que dan apoyo a nuestra fe …podemos encontrarnos en un firme cimiento y asegurarnos con abrazaderas de acero espiritual, arraigadas y cimentadas a los pilares eternos del Evangelio… Incluso los cimientos firmes no pueden prevenir las dificultades de la vida. …Sin embargo, con cimientos fuertes, estamos en mejores condiciones de buscar la ayuda del Señor, aun al enfrentar interrogantes que no se pueden resolver fácilmente.

…Al encontrarnos en un cimiento firme, podemos mirar hacia lo alto y encontrar la fortaleza para soportar las pesadas cargas de la vida… ¿Cuán firme es nuestro cimiento?”2.

En enero de 2020, mi esposa y yo fuimos llamados a servir como directores del Centro para Visitantes del Templo de la Ciudad de México, que se encuentra justo al oeste del Templo. Hemos sido testigos de lo mucho que se ha hundido el suelo en estos 40 años y hemos visto los pilares con bandas de acero debajo de ambos edificios. Conocimos a los hombres que tomaban calibraciones periódicas con un nivel láser junto con los hombres que, armados con estas mediciones, iban a trabajar casi todas las noches debajo de estos edificios para hacer los ajustes necesarios (¿es algo necesario en nuestras propias vidas?). Tanto la “Casa del Señor” como el Centro para Visitantes se mantienen firmes en sus cimientos y lo que es más importante, las enseñanzas dentro de estos dos edificios son aún más firmes porque están construidos “sobre la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios, donde debéis establecer vuestro fundamento, …un fundamento seguro, un fundamento sobre el cual, si los hombres [y las mujeres] edifican, no caerán”3.

Notas

  1. “La parte más memorable de la dedicación del templo de la Ciudad de México”, Gerry Avant, Church News, 22 de junio de 2018 (solo en inglés).

  2. Presidente Russell M. Nelson, “Qué firmes nuestros cimientos”, Conferencia General abril 2002.

  3. Helaman 5:12.