El Señor dio instrucciones a Sus santos mientras se preparaban para hacer grandes sacrificios a fin de congregarse en Ohio. En Su revelación a los santos, el Salvador reveló Su carácter e invitó a Su pueblo a vivir como Él. Esta lección puede ayudar a los alumnos a llegar a ser más semejantes al Salvador al valorar a los demás y buscar la unidad.
Algunas posibles actividades de aprendizaje
El Señor desea que lleguemos a ser como Él
En diciembre de 1830, José Smith estaba trabajando en la versión inspirada de la Biblia y había recibido lo que es ahora Moisés 6–7 en la Perla de Gran Precio. Estos capítulos cuentan el relato de un profeta llamado Enoc y de su pueblo. Debido a su rectitud y unidad, el Señor llamó Sion a ese pueblo.
En Doctrina y Convenios 38, el Salvador instruyó a los santos en cuanto a congregarse en Ohio. Les enseñó acerca de Su carácter e hizo hincapié en los principios concernientes a la edificación de Sion. La obediencia a estos principios ayudaría a los santos a prepararse para recibir la ley del Salvador y ser investidos con Su poder (véase Doctrina y Convenios 38:32).
¿Qué encontraste que ayudaría a los que se trasladaban a Ohio a valorarse unos a otros y a estar unidos?
Nuestros esfuerzos por valorar a los demás y buscar la unidad
El élder Dale G. Renlund, del Cuórum de los Doce Apóstoles. enseñó maneras en que podemos estar unidos como discípulos de Cristo. Lee la declaración o mira el video “La paz de Cristo pone fin a las enemistades” (12:39; desde 4:49 al 6:32) que se encuentra en LaIglesiadeJesucristo.org.
La unidad requiere esfuerzo y se desarrolla cuando cultivamos el amor de Dios en nuestros corazones y nos centramos en nuestro destino eterno. Estamos unidos por nuestra identidad primaria común como hijos de Dios y nuestro compromiso con las verdades del Evangelio restaurado. A su vez, nuestro amor por Dios y nuestro discipulado de Jesucristo generan una preocupación genuina por los demás; valoramos el caleidoscopio de las características, perspectivas y talentos de los demás. Si no podemos colocar nuestro discipulado de Jesucristo por encima de los intereses y puntos de vista personales, debemos volver a examinar nuestras prioridades y cambiar.
Podríamos sentirnos inclinados a decir: “¡Por supuesto que podemos tener unidad, si tan solo estuvieras de acuerdo conmigo!”. Un mejor método es preguntar: “¿Qué puedo hacer para fomentar la unidad? ¿Cómo puedo responder para ayudar a esta persona a acercarse a Cristo? ¿Qué puedo hacer para disminuir la contención y edificar una comunidad de la Iglesia que sea compasiva y solidaria?”.
Cuando el amor de Cristo envuelve nuestra vida, tratamos los desacuerdos con mansedumbre, paciencia y bondad. Nos preocupamos menos por nuestra propia susceptibilidad y más por la de nuestro prójimo. Nosotros “trata[mos] de moderar y unificar” [Dallin H. Oaks, “En defensa de nuestra divinamente inspirada constitución”, Liahona, mayo de 2021, pág. 107]. No nos inmiscuimos en “cont[iendas] sobre opiniones”, no juzgamos a aquellos con quienes no estamos de acuerdo ni tratamos de hacerles tropezar [véase Romanos 14:1–3, 13, 21]. En cambio, suponemos que aquellos con quienes estamos en desacuerdo están haciendo lo mejor que pueden con sus experiencias de vida (Dale G. Renlund, “La paz de Cristo pone fin a las enemistades”, Liahona, noviembre de 2021, pág. 84).
Con espíritu de oración, selecciona una relación con una persona, o dentro de un grupo, que desees fortalecer. Responde una o más de las preguntas siguientes:
¿Qué puedes hacer para valorar a esa persona o a esas personas y demostrarles amor?
¿Cómo puedes acudir al Salvador para superar los obstáculos que afrontas?
¿Cómo te ayudará hacer esto a ser más semejante el Salvador?