Apocalipsis 5
“El Cordero […] es digno”
¿Qué crees que signifique adorar al Padre Celestial y a Jesucristo? ¿Por qué crees que los adoramos? Juan vio el trono de Dios y a varios seres glorificados que lo alababan y adoraban. Esta lección puede ayudarte a aumentar tu deseo de adorar al Padre Celestial y a Jesucristo con más amor y sinceridad.
El trono de Dios
Encuentra un himno que te recuerde la gloria, el poder y el amor de Dios. ¿Cómo refleja este himno tus propios sentimientos hacia el Padre Celestial y Jesucristo?
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¿Qué sabes sobre el Padre Celestial y Jesucristo que despierte en tu corazón un deseo genuino de adorarlos?
Cuando adoramos al Padre Celestial y a Jesucristo, les brindamos nuestro amor, reverencia y servicio (véase Temas del Evangelio, “Adoración”, topics.ChurchofJesusChrist.org). Adorar al Padre Celestial y a Jesucristo puede tener una influencia significativa en nuestra vida y ayudarnos a sentirnos cerca de Ellos.
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¿Cuáles son algunas de las oportunidades que tienes de adorar al Padre y al Hijo?
Dedica un minuto a pensar en cuán a menudo adoras con sinceridad al Padre Celestial y a Jesucristo. Reflexiona en cómo cambiaría tu vida si los adoraras con más frecuencia y de una manera más significativa. Al estudiar Apocalipsis 5 , busca la influencia del Espíritu Santo para saber cómo puedes adorar más sinceramente al Padre Celestial y a Jesucristo.
“El Cordero […] es digno”
En su visión, Juan vio el trono de Dios en el Reino Celestial. Alrededor del trono había varios seres y animales glorificados que alababan y adoraban a Dios (véase Apocalipsis 4:1–11). Juan vio también al Padre Celestial sentado en Su trono, sosteniendo un libro sellado con siete sellos (véase Apocalipsis 5:1). El libro contenía la voluntad, los misterios y las obras de Dios durante los 7000 años de la existencia temporal de la tierra (véase Doctrina y Convenios 77:6–7).
Lee Apocalipsis 5:2–4 para saber cómo reaccionó Juan.
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¿Qué notaste?
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Dado que el libro con los sellos representa la historia temporal de la tierra, a Juan tal vez le haya preocupado que si ningún hombre era digno de abrirlo, el propósito de Dios al crear la tierra no se llevaría a efecto. ¿Qué les sucedería a los hijos del Padre Celestial si Su plan para la salvación de ellos no pudiera llevarse a cabo?
Lee Apocalipsis 5:5–7 para saber por qué se le dijo a Juan que no llorara. Ten en cuenta que, en la Traducción de José Smith del versículo 6 , el número siete se cambió por el número doce (en Apocalipsis 5:6 , nota b al pie de página).
Fíjate en la descripción que Juan hace del Salvador. Recuerda que Juan enseñaba por medio de símbolos. Busca más información sobre estos símbolos en las notas al pie de página o en la sección “Opcional: ¿Quieres aprender más?”.
Lee Apocalipsis 5:8–14 para saber cómo reaccionaron los diversos seres glorificados cuando Jesucristo pudo tomar el libro de la mano del Padre Celestial. También podrías leer la descripción que hizo José Smith de los seres que rodeaban el trono de Dios en Doctrina y Convenios 76:20–21 .
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¿Por qué piensas que los seres glorificados reaccionaron de esa forma?
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Imagina si tú estuvieras ahí. ¿Cómo crees que te sentirías? ¿Qué harías?
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¿Qué podemos aprender de la forma en que los seres glorificados adoraron al Padre Celestial y a Jesucristo?
Adorar
El obispo Dean M. Davies (1951–2021), del Obispado Presidente, enseñó acerca de la adoración. Puedes leer la siguiente declaración o ver “Las bendiciones de la adoración” (desde el minuto 3:34 hasta el 4:45 y desde el 8:54 hasta el 11:14), disponible en LaIglesiadeJesucristo.org.
Cuando adoramos a Dios, nos acercamos a Él con amor, humildad y veneración reverentes; lo reconocemos y lo aceptamos como nuestro Rey soberano, el Creador del universo, nuestro amado e infinitamente amoroso Padre.
Lo respetamos y lo veneramos.
Nos sometemos a Él.
Elevamos el corazón en ferviente oración, atesoramos Su palabra, nos regocijamos en Su gracia y nos comprometemos a seguirlo con dedicada lealtad […].
Al adorar, nuestros corazones rebosan en alabanza a nuestro bendito Dios, mañana, tarde y noche.
Lo santificamos y lo honramos continuamente en nuestros centros de reuniones, hogares, templos y en todas nuestras labores.
Al adorar, abrimos nuestro corazón al poder sanador de la expiación de Jesucristo.
Nuestra vida se convierte en el símbolo y la expresión de nuestra adoración.
(Dean M. Davies, “Las bendiciones de la adoración”, Liahona, noviembre de 2016, págs. 94, 95)
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¿Qué aprendiste sobre la adoración a partir de esta declaración?
Medita en cuanto a tu relación con el Padre Celestial y Jesucristo. Piensa en lo que Ellos han hecho por ti que te inspire a alabarlos y adorarlos.
1. Responde tres de las siguientes preguntas en tu diario de estudio:
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¿Cómo crees que el adorar sinceramente al Padre Celestial y a Jesucristo bendecirá tu vida?
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¿En qué ocasiones te has sentido cerca del Padre Celestial o de Jesucristo por medio de la adoración sincera?
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¿Cómo podría tu adoración reflejar mejor los sentimientos que tienes por el Padre Celestial y Jesucristo?
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Selecciona una o más de las siguientes acciones y medita en cómo la adoración sincera podría ayudar a hacer que sean más significativas: la oración, el estudio de las Escrituras, tomar la Santa Cena, honrar el día de reposo, ayunar, asistir al templo.
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¿Qué te has sentido inspirado a mejorar o cambiar en cuanto a la forma en que adoras?
Opcional: ¿Quieres aprender más?
¿Quién es el “León de la tribu de Judá” y la “Raíz de David”?
Ambas expresiones son títulos de Jesucristo. “León de la tribu de Judá” es un título apropiado porque el león es majestuoso y poderoso y porque el Salvador nació a través del linaje de Judá (véanse Génesis 49:8–10 ; Mateo 1:3 ; Hebreos 7:14). El título “León de Judá” constituye un fuerte contraste con el manso Cordero del sacrificio que se menciona en el Apocalipsis 5:6 . Estas dos imágenes expresan que Cristo posee tanto majestad como mansedumbre.
Jesús también es llamado “Raíz de David”. La raíz proporciona agua y alimento vitales a la planta; tal fue la misión de Jesucristo para todos los que lo aceptan como su Salvador y Redentor (véase Juan 15:1–8 ; véase también Isaías 11:1 ; 53:2). Más adelante en la revelación a Juan, Cristo mismo declaró: “… Yo soy la raíz y el linaje de David” ( Apocalipsis 22:16). Los escritores de los Evangelios a menudo recalcaron que Jesús era descendiente del rey David (véanse Mateo 1:1 ; Marcos 10:47 ; Lucas 1:32 ; Juan 7:42).
¿Qué simbolizan los ojos y los cuernos de Apocalipsis 5:6 ?
En las Escrituras, los cuernos a menudo son símbolo de poder o autoridad, y los ojos pueden simbolizar la luz y el conocimiento. En la Traducción de José Smith, el número siete se cambió por el número doce (en Apocalipsis 5:6 , nota b al pie de página). El número doce puede simbolizar el gobierno y la organización divinos, o el sacerdocio. La Traducción de José Smith también declara que los doce cuernos y ojos son “los doce siervos de Dios”, que podrían representar a los Doce Apóstoles de Jesucristo.
¿A quién adoramos?
El presidente Russell M. Nelson testificó:
… El sacrificio expiatorio y la resurrección de Jesucristo cambiaron para siempre la vida de cada uno de nosotros. Amamos al Señor y los adoramos a Él y a nuestro Padre Celestial con gratitud.
(Russell M. Nelson, “Cristo ha resucitado; la fe en Él moverá montes”, Liahona, mayo de 2021, pág. 101)
El élder Gerrit W. Gong, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:
Nosotros adoramos a Dios el Eterno Padre, y a Su Hijo Jesucristo, no al profeta José ni a ningún otro hombre o mujer mortal.
(Gerrit W. Gong, “Todas las naciones, tribus y lenguas”, Liahona, noviembre de 2020, pág. 39)
¿Cómo puede la adoración ayudarme a llegar a ser semejante a Dios?
El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:
¡Vengan y adoren al Señor! ¿Cómo se hace? La adoración perfecta es la emulación, honramos a quienes imitamos. La manera más perfecta de adoración es la de ser santos como Jehová es santo; la de ser puros como Cristo es puro; es hacer las cosas que nos permitirán llegar a ser como el Padre […].
¿Cómo adoramos al Señor? Lo hacemos creciendo de gracia en gracia, hasta que recibimos la plenitud del Padre y somos glorificados en luz y verdad, como es el caso de nuestro Modelo y Prototipo, el Mesías prometido.
(Bruce R. McConkie, The Promised Messiah: The First Coming of Christ, 1978, págs. 568–569)