Hechos 12:1–19
A medida que trataban de hacer avanzar la obra del Salvador, los apóstoles afrontaron oposición. Santiago murió como mártir por mandato de Herodes, mientras que Pedro fue encarcelado pero luego, en respuesta a las oraciones de los miembros de la Iglesia, fue liberado por un ángel. La finalidad de esta lección es ayudarte a desarrollar una mayor confianza en el Padre Celestial y en Sus respuestas a las oraciones.
Algunas posibles actividades de aprendizaje
Resultados diferentes
Piensa en diferentes maneras en las que las personas podrían responder a las siguientes situaciones:
Un joven ora diligentemente durante muchos años para que su padre sane del cáncer, pero su padre no se recupera.
Una joven ora fervientemente para que su madre sane del cáncer y, después de luchar por años, su madre se recupera milagrosamente.
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¿En qué ocasiones tú u otras personas han hecho oraciones que no fueron contestadas de la forma en que se esperaba?
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¿Cómo reaccionaste?
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¿Cómo influyó tu grado de confianza en el Padre Celestial en tu reacción?
En tu diario de estudio, determina los milagros o las bendiciones que estás buscando. Piensa en cómo el depositar mayor confianza en Dios podría influir en tu vida para mejor. A medida que estudies, busca verdades y ejemplos que puedan ayudarte a desarrollar mayor confianza en el Padre Celestial y en Sus respuestas a las oraciones.
La persecución hacia los miembros de la Iglesia
A medida que el Evangelio seguía extendiéndose, los líderes y miembros de la Iglesia eran perseguidos por los líderes romanos y judíos. Algunos líderes de la Iglesia, como Pedro y Juan, fueron librados milagrosamente por Dios (véase Hechos 5:17–21), mientras que otros, como Esteban, no lo fueron (véase Hechos 7:54–60).
Mientras lees Hechos 12:1–4 , imagina que eres un miembro de la Iglesia durante esos acontecimientos. El versículo 4 significa que Herodes puso dieciséis soldados para vigilar a Pedro mientras planeaba ejecutarlo públicamente más tarde.
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¿Qué sentimientos y preguntas podrías haber tenido como miembro de la Iglesia en esa época?
Lee Hechos 12:5 y presta atención a cómo reaccionaron los miembros de la Iglesia.
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¿Por qué puede haber sido desafiante ejercer la fe y orar por Pedro?
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¿Qué crees que entendían los miembros de la Iglesia acerca del Padre Celestial, que los motivó a hacer esto?
Lee Hechos 12:6–11 y determina cómo fueron contestadas las oraciones de los miembros de la Iglesia.
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¿Qué sentimientos o pensamientos podrías haber experimentado si hubieras sido testigo de esa respuesta a la oración?
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¿Cómo podría un acontecimiento como ese influir en tu confianza en el Padre Celestial?
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¿Qué verdades sobre la oración podemos aprender de este relato?
Oración sincera y ferviente
Una verdad que podemos aprender de este relato es que nuestras oraciones sinceras y fervientes invocan los milagros y las bendiciones de Dios en nuestra vida y en la de los demás.
Los milagros que ocurren como resultado de la oración fiel suelen ser pequeños y sencillos en vez de grandes y espectaculares.
Si lo deseas, mira “Velad, pues, orando en todo tiempo”, que se encuentra en LaIglesiadeJesucristo.org, desde el minuto 12:17 hasta el 13:07, o bien, lee la siguiente declaración para ver un milagro relacionado con la oración en la vida del presidente M. Russell Ballard, del Cuórum de los Doce Apóstoles.
Conozco el poder de la oración por experiencia propia. Hace poco me hallaba solo en mi oficina; acababa de someterme a una intervención médica en la mano, la cual estaba amoratada, inflamada y dolorida. Al sentarme frente al escritorio no podía concentrarme en cosas importantes y cruciales porque el dolor me lo impedía.
Me arrodillé en oración y pedí al Señor que me ayudara a concentrarme para poder realizar mi trabajo. Me levanté y regresé al montón de papeles sobre el escritorio. Casi inmediatamente, mi mente se llenó de claridad y concentración, y pude completar las urgentes tareas que tenía ante mí.
(M. Russell Ballard, “Velad, pues, orando en todo tiempo”, Liahona, noviembre de 2020, pág. 79)
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¿Qué experiencias han tenido tú u otras personas en las que Dios haya contestado sus oraciones?
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¿Qué te enseñaron esas experiencias sobre los deseos y sentimientos del Padre Celestial por ti y por los demás?
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¿Cómo han influido esas experiencias en tu deseo y capacidad de confiar en el Padre Celestial?
Confiar en Dios
Lee Hechos 12:12–17 para ver cómo concluye este relato. Ten en cuenta que el Jacobo que se menciona en el versículo 17 no es el mismo Jacobo que se menciona en el versículo 2 .
A veces, las oraciones no se contestan de la forma en que esperamos. Puede que el martirio de Jacobo (Santiago) sea uno de esos ejemplos. Es probable que los santos de esa época también hayan orado por Santiago, pero aun así Herodes lo asesinó (véase Hechos 12:2).
Reflexiona en los casos hipotéticos del principio de la lección y en ocasiones de tu propia vida en las que Dios no contestó tus oraciones de la forma que esperabas.
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¿Qué sabes acerca del Padre Celestial que pueda ayudarte a confiar en Él en estas situaciones?
El presidente Dallin H. Oaks, de la Primera Presidencia, enseñó algo que puede ser útil cuando nuestras oraciones tal vez no sean contestadas de la forma que esperamos. Si lo deseas, mira “Sanar a los enfermos” desde el minuto 15:19 hasta el 16:55 o lee la siguiente declaración.
Como hijos de Dios, al saber de Su gran amor y Su conocimiento supremo de lo que es mejor para nuestro bienestar eterno, confiamos en Él. El primer principio del Evangelio es fe en el Señor Jesucristo, y la fe significa confianza. Sentí esa confianza en un discurso que dio mi primo en el funeral de una adolescente que había muerto a causa de una enfermedad grave. Pronunció estas palabras, que primero me sorprendieron y que después me edificaron: “Sé que fue la voluntad del Señor que ella muriera; tuvo buena atención médica, recibió bendiciones del sacerdocio, su nombre estaba en la lista de oración del templo y fue objeto de cientos de oraciones para que se restableciera su salud. Sé que hay suficiente fe en esa familia como para que ella hubiera sido sanada a menos que fuera la voluntad del Señor llevársela a Su hogar en este momento”. Sentí esa misma confianza en las palabras del padre de otra joven excepcional cuya vida fue arrebatada por el cáncer en su adolescencia. Él declaró: “La fe de nuestra familia radica en Jesucristo, y no depende de los resultados”. Esas enseñanzas me suenan verdaderas. Hacemos todo lo que podemos para que un ser querido sane, y después le confiamos al Señor el resultado.
(Véase Dallin H. Oaks, “Sanar a los enfermos”, Liahona, mayo de 2010, pág. 50)
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¿Qué enseñó el presidente Oaks que sientas que sería importante recordar? ¿Por qué?
Con base en lo que aprendiste hoy, escribe una anotación en tu diario que aborde uno o más de los siguientes temas:
1. Lo que aprendiste acerca del Padre Celestial que aumenta tu confianza en Él
2. Lo que aprendiste acerca de la oración que deseas recordar
3. Impresiones que recibiste del Espíritu Santo sobre cómo mejorar tus oraciones o sobre cómo podrías procurar confiar más en el Padre Celestial
Comentarios e información de contexto
¿Qué debemos entender cuando las respuestas a la oración parecen no llegar?
El élder Richard G. Scott, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó:
Cuando parece que no se recibe respuesta a oraciones apremiantes, quizás sea que no entendamos algunas verdades en cuanto a la oración o que no reconozcamos las respuestas cuando las recibimos […].
… Él escucha toda oración y siempre la contesta a Su modo.
(Véase Richard G. Scott, “Cómo reconocer las respuestas a las oraciones”, Liahona, enero de 1990, pág. 31)
¿Cómo pueden mis oraciones bendecir a los líderes de la Iglesia en la actualidad?
En las Escrituras aprendemos que la Primera Presidencia es sostenida por “la confianza, fe y oraciones de la Iglesia” (véase Doctrina y Convenios 107:22). Mientras servía como Presidente de la Iglesia, Thomas S. Monson (1927–2018) dijo: “Como he dicho en conferencias anteriores, les agradezco las oraciones que ofrecen por mí. Las necesito; las siento” (“Para siempre Dios esté con vos”, Liahona, noviembre de 2012, pág. 111).