Recursos para la familia
Sesión Cinco: Cómo Resolver los Conflictos


Sesión Cinco

Cómo Resolver los Conflictos

“Aquel que tiene el espíritu de contención no es mío, sino es del diablo, que es el padre de la contención”.

Objetivos de la sesión

Durante esta sesión, ayude a los participantes a:

  • Entender que las diferencias en el matrimonio son normales y que resolver los conflictos puede fortalecer la relación, aumentar la fe y la fortaleza y mejorar la personalidad.

  • Aprender cómo aplicar el modelo de tres fases para resolver los conflictos.

  • Comprender las reglas para hablar de los problemas de manera tal que se puedan resolver las diferencias.

Cómo encontrar la solución a las diferencias de opiniones

El élder Joe J. Christensen, de los Setenta, observó lo siguiente: “Cualquier pareja inteligente tendrá diferencias de opinión. Nuestro cometido es de estar seguros de saber cómo resolverlas. Eso es parte del proceso de hacer que un buen matrimonio sea mejor”1.

El élder Robert E. Wells, de los Setenta, observó que, debido a que esposo y esposa han tenido un origen y experiencias diferentes, es seguro que tendrán diferencias: “Pero el ser diferentes no significa necesariamente que una persona tiene la razón y la otra está equivocada, ni que un método es mejor que otro… A pesar de que existan diferentes opiniones, hábitos u origen, esposo y esposa pueden tener ‘entrelazados sus corazones con unidad y amor el uno para con el otro’ (Mosíah 18:21)”2.

Las diferencias entre los cónyuges pueden ser beneficiosas si los dos se aman y aprenden a trabajar juntos; sus aptitudes e intereses se vuelven complementarios y la pareja puede lograr mucho más de lo que cualquiera de los dos podría hacer solo.

Por desgracia, muchos matrimonios no logran arreglar sus diferencias de una manera amigable. La educadora y autora Deborah Tannen definió a la civilización occidental como una “cultura peleadora”, en la que se insta a los ciudadanos a ver a otros con una “mentalidad de confrontación”3. Los resultados son: el cinismo, las demandas y los tribunales llenos de personas que buscan resolver sus conflictos.

Si las diferencias no se resuelven, pueden llegar a convertirse en grandes problemas, como muestran las estadísticas de divorcios en los Estados Unidos de América: La mitad de los matrimonios terminan en divorcio. Y si los matrimonios plagados de conflictos sin resolver no terminan en divorcio, muy a menudo tienen por consecuencia muchos otros problemas, entre ellos infelicidad, descontento, depresión y separación.

Los conflictos y el divorcio tienen consecuencias que, a menudo, afectan a los hijos con el correr del tiempo. Linda Maite, de la Universidad de Chicago, y su coautora Magree Gallagher informaron: “Los niños que crecen en un hogar monoparental suelen tener más probabilidades de ser pobres, de tener problemas de salud y trastornos psicológicos, de cometer delitos y presentar otros trastornos en la conducta y de no tener muy buena relación con su familia ni con sus amigos y, con el tiempo, cuando llegan a ser adultos, tienen menos años de educación, matrimonios poco estables y una posición en sus trabajos más baja que la de aquellos niños que tuvieron padres que se casaron y permanecieron juntos”4.

Una solución de éxito para los conflictos

Una solución de éxito para los conflictos implica evitar el egoísmo, encontrar un terreno común de comunicación y concentrarse en las afinidades más que en las diferencias. El éxito de la solución también requiere buenas técnicas de comunicación, cooperación, y el deseo de encontrar una forma de solucionar los problemas que sea aceptable para ambos. La resolución de conflictos, aun cuando resulte penosa, es una parte beneficiosa del diario vivir que puede aumentar la fe, la fortaleza, el carácter y la rectitud.

El élder Loren C. Dunn, que fue miembro de los Setenta, dijo: “…ahora más que nunca, es preciso que nos elevemos y dejemos que las cualidades del respeto mutuo, la caridad y el perdón predominen en nuestra relación con los demás; que podamos discrepar sin ser desagradables; que bajemos la voz y busquemos juntos los puntos de común acuerdo, sabiendo que una vez que haya pasado la tormenta, todavía tendremos que convivir unos con otros”5.

El Evangelio nos enseña a evitar la contención. El Señor mandó: “Sed uno; y si no sois uno, no sois míos” (D. y C. 38:27). Él enseñó a los nefitas que el diablo es la fuente de la contención: “No habrá disputas entre vosotros… Aquel que tiene el espíritu de contención no es mío, sino es del diablo, que es el padre de la contención, y él irrita los corazones de los hombres, para que contiendan con ira unos con otros” (3 Nefi 11:28–29).

Para vivir unidos, los cónyuges deben resistir el impulso de contender; deben aprender a lidiar con los conflictos en un modo amigable. Algunos conflictos se solucionan cuando una de las partes decide no reaccionar frente a una provocación, o cuando una persona se disculpa y realiza el cambio necesario. Con frecuencia, este cambio motiva al otro a querer cambiar también. Se resuelven muchos problemas cuando ambos cónyuges se concentran más en esforzarse por comprender al otro que en cambiarlo.

La guía de las Escrituras

Las Escrituras nos proporcionan una guía para evitar y solucionar los conflictos. El rey Benjamín dijo a su pueblo que evitara la contención: “¡Oh pueblo mío!, no sea que surjan contenciones entre vosotros” (Mosíah 2:32). Alma indicó que el amor es una virtud que puede evitar la contención; les dio instrucciones de que “cada uno amara a su prójimo como a sí mismo, para que no hubiese contención entre ellos” (Mosíah 23:15). El Señor mandó a sus discípulos que “cesa[ran] de contender unos con otros” (D. y C. 136:23) y pidió que “[fueran] uno” como Él y el Padre son uno (Juan 17:11).

La conversión al Evangelio también trae paz y armonía. Después del ministerio del Salvador a los nefitas y los lamanitas, “se convirtió al Señor toda la gente… y no había contenciones ni disputas entre ellos… a causa del amor de Dios que moraba en el corazón del pueblo. Y no había envidias, ni contiendas, ni tumultos…, y ciertamente no podía haber un pueblo más dichoso entre todos los que habían sido creados por la mano de Dios” (4 Nefi 1:2, 15–16).

A los esposos y esposas que estén verdaderamente convertidos, que luchen por amarse el uno al otro y fomenten el bienestar de ambos, les resultará más fácil arreglar las diferencias que surjan en su vida.

Un modelo para resolver conflictos

El modelo para resolver conflictos que aparece a continuación, adaptado de una obra de la psicóloga Susan Heitler, contribuirá a que los matrimonios puedan resolver los conflictos de forma amigable y productiva6. Les ayudará a encontrar soluciones satisfactorias tanto para el esposo como para la esposa.

Este modelo de tres fases tiene las siguientes características:

  • Se basa en la comunicación y en expresar los puntos de vista, lo cual constituye la clave para solucionar problemas.

  • Es cooperativo, en vez de competitivo, evasivo, coercitivo o antagonista.

  • Trata todas las inquietudes y, por consiguiente, conduce a un resultado satisfactorio para todos.

Fase uno: Expresen sus puntos de vista

En esta fase, los dos dicen claramente cuáles son sus puntos de vista con respecto al asunto conflictivo. Por ejemplo, Juan podría decir: “Yo quiero administrar la situación económica: Presupuestar el dinero, pagar las cuentas y mantener al día el talonario de cheques”, a lo que Carmen podría contestar: “Yo quiero administrar nuestro dinero; tengo el tiempo y la habilidad para hacerlo”. Ambos escuchan respetuosamente lo que el cónyuge diga.

A veces, cuando los cónyuges comparten el uno con el otro sus perspectivas, descubren que los intereses de cada uno no están en conflicto; se dan cuenta de que éste sólo había sido el resultado de un malentendido.

Si la decisión de los cónyuges de no renunciar a sus preferencias es muy firme, y sus posiciones aún parecen estar en conflicto, es probable que la pareja se quede estancada en este nivel por tener posiciones aparentemente incompatibles. En el ejemplo antes citado, puede ser que ni Juan ni Carmen estén dispuestos a desistir del control sobre el dinero. Cuando se quedan estancados, los cónyuges pasan a la siguiente fase del modelo para resolver conflictos.

Fase dos: Examinen sus inquietudes

El matrimonio examina los aspectos que les causan inquietud en la posición de cada uno: Los sentimientos, deseos, temores, recuerdos, preferencias, disgustos y valores. Se concentran en entender y aceptar las inquietudes de la otra persona y en explicar con claridad las inquietudes propias.

A medida que examinan las inquietudes subyacentes, los cónyuges se dan cuenta de que muchos de sus valores, pensamientos, sentimientos y deseos son parecidos y compatibles. En el ejemplo de Juan y Carmen, Juan no quiere contar con la ayuda de Carmen para administrar la situación económica; tiene miedo de perder el control de su bienestar económico. Carmen no quiere cederle todo el control de las finanzas a Juan, ya que considera que la gestión financiera es uno de sus puntos fuertes. Ambos valoran la independencia así como la interdependencia; los dos fueron criados en hogares donde uno de los padres dominaba esa situación y el otro se sentía dejado de lado.

Durante esta fase, la competencia se convierte en cooperación; en lugar de verse como adversarios, los cónyuges se consideran integrantes del mismo equipo que están examinando las causas de un problema en la relación.

Cuando esta fase tiene éxito, esposo y esposa extienden la perspectiva del problema de “lo que yo quiero” y “lo que tú quieres” a “lo que nos gustaría a los dos”; dan por sentado que las inquietudes de uno son importantes para el otro y, a pesar de que sus posiciones están en conflicto, sus inquietudes básicas, aunque sean diferentes, son compatibles. Por lo general, su comprensión aumenta cuando llegan a entender y a valorar los miedos, las heridas y los deseos de cada uno. En ocasiones, una vez que ambos hayan expresado verbalmente sus preocupaciones básicas, aparecerá una solución que resultará obvia.

Si las inquietudes son incompatibles y no se ven posibilidades de una resolución, quizás el matrimonio tenga que estudiar el asunto más a fondo. Las habilidades de comunicación son muy importantes. La crítica, la actitud defensiva y otras posturas de discusión detienen el proceso de resolver problemas en forma conjunta. Por el contrario, el tener tacto, el escuchar para entender al otro, el afecto, la risa y la buena voluntad por parte de los dos, facilitan el cambio hacia la comprensión mutua y las soluciones que benefician a ambos. Si desean más información sobre cómo comunicarse eficazmente, los cónyuges pueden repasar la sesión 2.

Fase tres: Elijan soluciones que sean satisfactorias para ambos

Al analizar juntos y concienzudamente las inquietudes básicas del asunto, a veces surgirá una solución que sea aceptable para ambos. Si no la encuentran, los cónyuges pueden examinar más a fondo las posibilidades y anotar todas las ideas que se les ocurran. Luego pueden buscar la solución que mejor resuelva las inquietudes más importantes y modificar o ampliar la solución hasta que tenga componentes que satisfagan las inquietudes de cada persona.

Cada uno se concentra en lo que él o ella puede hacer para solucionar las preocupaciones más importantes, en vez de tratar de especificar qué puede hacer el otro. Susan Heitler se refiere a este proceso de encontrar una solución como: “encontrar un grupo de soluciones, en vez de simplemente… encontrar una o la solución”7.

Una vez que hayan encontrado la solución, el matrimonio puede beneficiarse si se preguntan si hay algún aspecto del problema que todavía quede sin resolver. Si se sienten inquietos con la solución o si no les es posible llegar a una que sea aceptable, pueden repetir la fase dos dedicando más tiempo a examinar los aspectos que les causen inquietud. Luego, si vuelven a la fase tres, seguramente encontrarán la solución apropiada.

Si los cónyuges examinan juntos y concienzudamente sus inquietudes básicas, les resultará asombrosamente fácil encontrar una solución; aun cuando las opciones sean limitadas, pueden llegar a una solución que parezca justa para ambos.

En el ejemplo de Juan y Carmen, ambos acordaron hacer un presupuesto de sus ingresos en conjunto y dividir la responsabilidad de pagar las cuentas. Decidieron consultarse mutuamente antes de gastar dinero en algo que no estuviera dentro del presupuesto y los dos estuvieron de acuerdo en evaluar su plan a fin de mes.

El proceso de resolver conflictos no ocurre en una secuencia ordenada, de la fase uno a la tres; quizás el matrimonio tenga que revisar todo el contexto de la conversación del principio al final durante las tres fases.

Reglas para analizar los problemas

Las reglas para analizar los problemas, se encuentran en la página 59; éstas tienen como objetivo ayudar a los matrimonios a utilizar con éxito el modelo para resolver conflictos. Los participantes tienen una copia de estas reglas en sus manuales, pero quizás usted desee hacer copias para que sea más fácil referirse a ellas mientras los integrantes de la clase aprenden estas técnicas, o para aquellos que hayan olvidado sus manuales.

Repasen y analicen las reglas a nivel de clase antes de que los matrimonios practiquen el modelo para resolver conflictos. En caso de que los integrantes de la clase tengan preguntas acerca de alguna de estas reglas, usted puede hacer un repaso de los principios que enseñó en la sesión 2.

Las relaciones armoniosas

Las personas pueden hallar atractivo en el matrimonio cuando luchan por vivir de acuerdo con los principios del Evangelio, cuando se esfuerzan diligentemente por resolver desacuerdos y conflictos, y cuando tratan de promover la felicidad y el bienestar del uno y del otro.

El presidente Gordon B. Hinckley ha enseñado lo siguiente:

“No existe ningún otro acuerdo que cumpla con los divinos propósitos del Todopoderoso. El hombre y la mujer son Sus creaciones y esa dualidad es parte del plan de Dios. Su relación y funciones complementarias son fundamentales para Sus propósitos; y uno está incompleto sin el otro…

“La cura para la mayoría de los problemas matrimoniales no está en el divorcio, sino en el arrepentimiento y el perdón, en las manifestaciones de bondad e interés; se encuentra en la aplicación de la regla de oro”9.

El presidente Hinckley también explicó:

“El matrimonio es hermoso cuando se busca y se cultiva la belleza… Puedo mostrarles en toda la Iglesia que hay cientos de miles de familias que salen adelante con amor y armonía, disciplina y honradez, consideración y altruismo.

“Tanto el esposo como la esposa deben reconocer la solemnidad y la santidad del matrimonio y tener presente que fue ideado por Dios.

“Deben tener la buena voluntad de pasar por alto los pequeños errores, de perdonar y de olvidar.

“Ambos deben refrenar la lengua. El mal carácter es vicioso, corrosivo y destruye la unidad y el amor…

“Debe reinar el Espíritu de Dios y, tras invitarlo y lograrlo, con esfuerzo alimentarlo y fortalecerlo. Se debe reconocer que todos son hijos de Dios —tanto el padre como la madre, el hijo como la hija; todos tienen un don divino de nacimiento— y también reconocer que cuando ofendemos a uno de ellos, ofendemos a nuestro Padre Celestial”10.

Notas

  1. “El matrimonio y el gran plan de felicidad” Liahona, julio de 1995, pág. 74.

  2. “Overcoming Those Differences of Opinion”, Ensign, enero de 1987, pág. 60.

  3. The Argument Culture: Moving from Debate to Dialogue, New York: Random House, 1998, pág. 3.

  4. The Case for Marriage, New York: Doubleday, 2000, pág. 125.

  5. Véase “Antes de levantar un muro”, Liahona, julio de 1991, pág. 89.

  6. Véase From Conflict to Resolution: Skills and Strategies for Individual, Couple, and Family Therapy por la Dra. Susan M. Heitler, © 1990 por Susan Heitler. Usado con permiso de W. W. Norton & Company, Inc. Págs. 22–43.

  7. The Power of Two: Secrets to a Strong and Loving Marriage, California: New Harbinger Publications, 1997, pág. 202.

  8. Véase Susan Heitler, The Power of Two, 203; From Conflict to Resolution, págs. 41–42.

  9. “Las mujeres en nuestra vida”, Liahona, noviembre de 2004, pág. 84.

  10. Véase “Lo que Dios ha unido”, Liahona, julio de 1991, pág. 80.

Reglas Para Analizar Problemas

Reglas Para Analizar Problemas

  • Decidan una hora y un lugar donde hablar. No empiecen hasta que los dos sientan que están preparados.

  • No cambien de tema. Si es necesario, escriban sus puntos de vista (fase uno del modelo para resolver conflictos) y póngalos frente a los ojos. Es fácil desviarse del tema.

  • Procuren comprender en lugar de discutir. Ambos perderán si lo que buscan es ganar la discusión. En lugar de discutir, traten de comprender el punto de vista de su cónyuge.

  • Dejen hablar a su cónyuge. Ambos cónyuges deben tener la misma oportunidad de hablar sin interrupción.

  • Hablen con voz suave. Tanto a ustedes como a su cónyuge les será más fácil expresar ideas y sentimientos en un ambiente estable y tranquilo. Cuando se habla con calma, es más probable oír y sentir las impresiones del Espíritu Santo.

  • Si es necesario, tómense un descanso. Si se acaloran, apártense y tómense un descanso, poniéndose de acuerdo en cuanto a la hora en que podrán reanudar la conversación, una vez que los ánimos se hayan calmado.

  • Sean bondadosos. No ataquen las debilidades ni los puntos sensibles de su cónyuge.

  • Empleen el lenguaje apropiado. La profanidad y los insultos son ofensivos, degradantes e injustos; además, obstaculizan el proceso de resolver conflictos.

  • Analicen los asuntos actuales. No desentierren el pasado. Los asuntos pasados se discuten sólo si son parte del problema que no se haya resuelto.

  • Eviten la violencia. La conducta violenta es destructiva y contraria a los principios del Evangelio.

  • No amenacen con separarse ni divorciarse. Ese tipo de amenazas ha llevado a los matrimonios a cometer actos que después lamentan.

  • Busquen ayuda espiritual. Al orar fervientemente pidiendo ayuda, el Señor dirigirá sus esfuerzos, ablandará su corazón y los auxiliará para encontrar soluciones.

  • Descansen y vuelvan a intentarlo. Si no pueden resolver el problema usando el modelo que se ha proporcionado, pónganse de acuerdo para dejarlo de lado por el momento. Establezcan un día y una hora para reanudar la conversación con renovada energía.

  • Busquen soluciones específicas. Por ejemplo, una solución como: “Yo me encargaré de la oración familiar y tú te encargarás del estudio de las Escrituras”, es al mismo tiempo específica y practicable.

  • Hagan planes para implementar la solución. Decidan quién hará qué, cuándo se hará y cuán seguido debe hacerse.

  • Pónganse de acuerdo en recordárselo mutuamente. Decidan juntos si es necesario recordarse mutuamente los acuerdos, quién lo hará y cómo se hará.

  • Hagan planes para hacer excepciones. Hagan planes por adelantado en cuanto a la forma en que afrontarán circunstancias que interfieran con la solución.

  • Revisen y reevalúen. Establezcan el día y la hora en que reevaluarán su solución y la revisarán si es necesario.