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Sesión Seis: Cómo Ennoblecer el Matrimonio


Sesión Seis

Cómo Ennoblecer el Matrimonio

“En el proceso de ennoblecer el matrimonio, las cosas importantes son las más pequeñas… el matrimonio es una empresa conjunta en busca del bien, de la belleza y de todo lo divino”.

Presidente James E. Faust

Objetivos de la sesión

Durante esta sesión, ayude a los participantes a:

  • Comprender que la falta de atención y de enriquecimiento constante del matrimonio contribuyen a su fracaso.

  • Aprender los principios y actividades fundamentales que enriquecerán el matrimonio.

  • Hacer un plan para enriquecer su matrimonio.

Amarse y cuidarse el uno al otro

La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles reafirmaron la importancia fundamental del matrimonio y de la vida de familia, en el plan de nuestro Padre Celestial para Sus hijos. Ellos han dicho: “El esposo y la esposa tienen la solemne responsabilidad de amarse y cuidarse el uno al otro”1. El presidente Boyd K. Packer, del Quórum de los Doce, enseñó: “Aparte del convenio matrimonial, no hay ninguna relación humana que tenga más posibilidades de exaltar al hombre y a la mujer… No hay ninguna norma social ni eclesiástica que lo supere en importancia”2.

Los esposos y las esposas no pueden permitirse el lujo de desatender su relación matrimonial; pero, por desgracia, muchos lo hacen. Cuando era miembro de los Setenta, el presidente James E. Faust, de la Primera Presidencia, analizó las causas del divorcio concentrándose en una en particular:

“…entre ellas… egoísmo, inmadurez, falta de dedicación, comunicación inadecuada, infidelidad y todas las demás, que son obvias y bien conocidas.

“De acuerdo con mi experiencia profesional existe otro motivo que no es tan obvio, pero que precede y enlaza a todos los demás: Es la ausencia de constante enriquecimiento en el matrimonio, la ausencia de ese algo extra que lo hace precioso, especial y maravilloso, aunque también sea trabajoso, difícil y rutinario”3.

Durante el noviazgo, las parejas suelen pasar mucho tiempo juntas; se concentran en su relación y procuran satisfacer las necesidades mutuas. Con frecuencia, demuestran cariño al ser bondadosos, respetuosos y generosos, al compartir metas y valores; al pasar tiempo juntos, al hacerse cumplidos, al hablar y al escuchar; al dar obsequios, recordar ocasiones especiales y al mandar notas, cartas o tarjetas.

Aun así, después de que las parejas se casan, la educación, la profesión, los hijos y el servicio, comienzan a ocupar sus vidas. El trabajo, la familia, las actividades personales y el servicio comunitario y en la Iglesia, entre otros, absorben gran parte de su tiempo. Hay matrimonios que, a medida que sus responsabilidades aumentan, cada vez se comunican con menos frecuencia. El tiempo pasa y los cónyuges participan demasiado en otras actividades; el matrimonio deja de ser tan importante como una vez lo fue y la relación se ve afectada. Los actos de bondad disminuyen o desaparecen por completo, la comunicación es cada vez menos frecuente y más trivial, y las expresiones de afecto y amor menguan. Los cónyuges se vuelven descuidados en sus conversaciones y su comportamiento; el romance se va desvaneciendo y la relación matrimonial comienza a debilitarse.

El élder Marlin K. Jensen, de los Setenta, advirtió que el diablo se encarga de alejar las prioridades del matrimonio: “Habrá voces seductoras que nos hablarán de logros mundanos y posesiones que nos pueden llevar por desvíos peligrosos hacia lugares de los cuales no será fácil volver. Las decisiones pequeñas y aparentemente insignificantes que se tomen por el camino, tendrán importantes consecuencias que acabarán por determinar nuestro destino final”4. Muy a menudo, los hombres y las mujeres cambian promesas de paz, felicidad y vida eterna, por una oportunidad de prestigio, poder y orgullo pasajera. Las pequeñas decisiones se acumulan hasta que algunos despiertan para descubrir que han perdido aquello que consideraban de mayor valor.

Opten por hacer un cambio

El presidente Spencer W. Kimball se refirió a este problema: “…hay mucha gente que ha permitido que su unión matrimonial pierda gracia y se vuelva débil y sin valor… [A] este tipo de personas… les conviene evaluar nuevamente la situación, renovar el cortejo, expresarse afecto, reconocer bondades y aumentar la consideración que se tienen para que el matrimonio vuelva a crecer en hermosura y dulzura”5. Para contrarrestar la degradación del matrimonio, aconsejó que los cónyuges se esfuercen por nutrir su amor: “No se puede esperar que el amor dure para siempre a menos que se lo alimente constantemente con señales de amor, con muestras de aprecio y admiración, con expresiones de gratitud y con el trato propio de la abnegación”6.

La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles proclamaron que: “La familia es la parte central del plan del Creador para el destino eterno de Sus hijos”7. Las Escrituras declaran que “dejará el hombre a su padre y a su madre, y se allegará a su mujer” (Moisés 3:24). Dado que la familia es la parte central del plan del Creador, aquéllos que deseen obedecerle, harán de su matrimonio y de su familia la parte central de sus propias vidas. A pesar de que existen muchas otras actividades en esta vida que valen la pena, éstas no deben llegar a ser tan importantes que impidan que un matrimonio dedique el tiempo y las energías necesarios para enriquecer su relación. Si ambos cónyuges se dan prioridad recíproca y ponen su matrimonio en primer lugar, experimentarán felicidad y paz y, finalmente, gozarán de la relación de un matrimonio celestial.

El Evangelio de Jesucristo ayuda a las personas a hacer de su matrimonio una prioridad elevada. En lo que se refiere a prioridades, sólo el amor de Dios está antes que el matrimonio. La hermana Marjorie P. Hinckley hizo memoria de las prioridades del hombre con quien se casó: “Cuando estábamos cada vez más cerca de contraer matrimonio, me sentía totalmente segura de que Gordon me amaba. Pero de algún modo también sabía que nunca estaría en primer lugar en su vida. Yo sabía que iba a estar en segundo lugar y que el Señor iba a ocupar el primero. No había inconvenientes con eso”8.

Cuando el esposo y la esposa aman a Dios y guardan sus mandamientos, también se aman, se aprecian el uno al otro y se tratan con respeto. Mantienen los convenios que han hecho: Amar y servir a Dios es su prioridad principal; amar y servir a su cónyuge viene exactamente después o quizás viene al mismo tiempo que cumplen con lo primero. Además, si aman a Dios, su capacidad de amarse mutuamente aumenta, y están resueltos a cumplir con el compromiso de mantenerse fieles a su matrimonio.

Así como las pequeñas decisiones pueden alejar a las personas de su matrimonio, los pequeños y aparentemente insignificantes actos de bondad, caridad y amor pueden sanar las heridas emocionales y poner los cimientos firmes para una relación buena y satisfactoria.

El presidente Faust ha aconsejado: “En el proceso de ennoblecer el matrimonio, las cosas importantes son las más pequeñas; son detalles como el constante aprecio mutuo y la considerada demostración de gratitud; el aliento y la ayuda que mutuamente se brindan los cónyuges para desarrollarse. El matrimonio es una empresa conjunta en busca del bien, de la belleza y de todo lo divino”9.

A medida que ambos cónyuges pongan el Evangelio como centro de su relación, se dediquen tiempo el uno al otro, se diviertan juntos, charlen a menudo y de manera positiva y lleven a cabo actos de bondad, ennoblecerán su matrimonio.

Hagan del Evangelio de Jesucristo la parte central de su matrimonio

El presidente Faust hizo la siguiente observación: “De todo aquello que puede bendecir al matrimonio, existe un ingrediente especial que, sobre todos los demás, favorece y bendice la unión conyugal en un sentido muy real y espiritualmente sagrado: es el de la presencia divina en el matrimonio”10.

El presidente Spencer W. Kimball enseñó que los matrimonios hallarán mayor felicidad si aman al Señor y a su compañero o compañera más que a ellos mismos, y si asisten al templo a menudo, oran juntos, asisten a las reuniones de la Iglesia, mantienen su vida completamente casta y trabajan juntos para edificar el reino de Dios11.

Si el esposo y la esposa centran su relación en el Evangelio de Jesucristo, su matrimonio y su vida personal mejorarán. Los matrimonios deben orar juntos por la mañana y por la noche, estudiar las Escrituras y tener la Noche de Hogar una vez por semana.

El Evangelio nos enseña a amarnos y a servirnos recíprocamente y a “llevar las cargas los unos de los otros” (Mosíah 18:8). Cuando las personas toman sobre sí el nombre de Cristo, hacen convenio de amar a otros de esa forma. Las actitudes y las acciones cristianas nutren y fortalecen las relaciones matrimoniales a medida que los cónyuges mantienen sus convenios.

El presidente Faust indicó que una de las fuentes de felicidad más importantes es “tener la compañía y gozar de los frutos de la divina presencia; la unidad espiritual es el ancla”. También observó lo siguiente: “Los divorcios aumentan porque en muchos casos le falta a la unión el ennoblecimiento que produce la bendición santificadora de obedecer los mandamientos de Dios. Entonces muere, por falta de alimento espiritual”12.

Dedíquense tiempo el uno al otro

Los esposos y las esposas deben ser persistentes en buscar las formas de cultivar su relación. Por lo general, las actividades que les quitan tiempo y energías son buenas, como por ejemplo: Terminar los estudios, tener éxito en la carrera, criar a los hijos, cumplir los llamamientos de la Iglesia y honrar las obligaciones cívicas o militares. Todas ellas pueden competir con el tiempo que se debe dedicar al matrimonio y a la familia.

Dirigiéndose a los líderes de la Iglesia, el presidente Gordon B. Hinckley advirtió: “Es fundamental que no desatiendan a su familia. Nada de lo que tienen es más valioso… Al fin de cuentas, es esa relación familiar lo que llevaremos con nosotros a la vida venidera”13.

A veces, los cónyuges, tendrán que tomar decisiones difíciles. Si la felicidad y la estabilidad del matrimonio se ven amenazadas, quizás tengan que sacrificar un trabajo lucrativo y que exija mucho de su tiempo o posponer metas económicas o personales; incluso tal vez tengan que reducir el tiempo que pasen en el servicio a los demás, a fin de dedicarlo a su relación más sagrada.

El presidente Hinckley dio el siguiente consejo: “Junto con [su familia], determinen cuánto tiempo pasarán con ellos y cuándo y entonces, cumplan lo prometido: Procuren no permitir que nada lo obstaculice; considérenlo sagrado; considérenlo obligatorio; considérenlo un merecido tiempo de gozo.

“Sea para ustedes sagrada la noche del lunes para la Noche de Hogar. Pasen una velada solos con su esposa. Proyecten unas vacaciones con toda la familia”14.

Diviértanse juntos

Los líderes de la Iglesia han enseñado que la recreación fortalece la vida familiar. La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce incluyeron las “actividades recreativas edificantes” como uno de los principios para un matrimonio y una familia de éxito15.

Los psicólogos Howard Markman, Scott Stanley y Susan Blumberg han observado que la atracción entre las parejas no desaparece súbitamente, sino que más bien, “la razón principal de que la atracción disminuya, es que descuidan precisamente aquellos aspectos que la hicieron surgir y aumentar en primer lugar: la amistad y la diversión”16. Su recomendación es que los matrimonios aparten tiempo para entretenerse y traten de no resolver problemas durante ese período17.

La escritora Susan Page observó que “los científicos sociales que han estudiado el tiempo de esparcimiento llegan a la conclusión a la que he llegado en mis entrevistas [con matrimonios que prosperan]: Los esposos y esposas que pasan tiempo libre juntos tienden a estar mucho más satisfechos con su matrimonio que aquellos que no lo hacen”18.

Page dijo que los matrimonios a los que entrevistó realizan muchas actividades juntos: “Bailan, corren o hacen ejercicio juntos, caminan, practican esquí, juegan al voleibol… comen fuera, van al cine, al teatro o a conciertos, reciben amigos, juegan juegos de mesa, etc.”. Page agregó que “ver televisión no contaba como tiempo de esparcimiento para la mayoría de estas parejas casadas, a menos que estuvieran viendo juntos un programa especial”19.

Markman, Stanley y Blumberg mencionaron actividades como hacer ejercicio, nadar, caminar, hacer yoga, jugar al escondite, cocinar, juntar conchas de mar, mirar películas, tomar un refresco y charlar (compartir metas, sueños, planes, ilusiones, halagos) 20. Las actividades en sí mismas no son tan importantes como lo es la actitud que los matrimonios tengan al llevarlas a cabo. El realizar juntos las tareas domésticas puede ser placentero. Muchas veces, las actividades que más se disfrutan son las menos costosas.

Mientras los matrimonios piensan en actividades que pueden realizar juntos, recuérdeles que no deben considerar sólo las actividades que los dos disfrutan; si los cónyuges se turnan para elegirlas y comparten sus pasatiempos, pueden lograr una mejor comprensión entre sí y quizás descubran nuevos intereses. La buena disposición que tengan para probar actividades nuevas y apoyarse mutuamente, enriquecerá su matrimonio. El esposo y la esposa no tienen que dejar de hacer las cosas buenas que hacen, sino que pueden comenzar a compartir muchas de estas actividades y realizarlas juntos.

El presidente Ezra Taft Benson indicó que las Noches de Hogar constituyen una buena oportunidad para que toda la familia se divierta: “Las Noches de Hogar se deben programar una vez a la semana como período de esparcimiento y trabajo para efectuar proyectos, representaciones teatrales, para cantar junto al piano, para llevar a cabo juegos, tomar refrescos especiales y para que la familia ore unida. Así como los eslabones de una cadena van juntos, esta práctica unirá a la familia en amor, orgullo, tradiciones, fortaleza y lealtad”21.

Hablen a menudo y en forma positiva

El élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce, recalcó la importancia de la comunicación frecuente diciendo: “Hay parejas que, aun con buen oído, no se escuchan entre sí. El tomar tiempo para hablar es esencial para mantener intactas las vías de comunicación. Si el matrimonio es lo primero en la vida, merece que se le dé el primer lugar. Sin embargo, a menudo asuntos menos importantes reciben mayor atención, dejando sólo los momentos que sobran para escuchar a nuestro maravilloso cónyuge”22.

El presidente Faust declaró: “Las relaciones matrimoniales pueden enriquecerse con una mejor comunicación… Nos comunicamos en miles de formas, tales como una sonrisa, acariciando el cabello, con un mimo; recordando decir cada día ‘te quiero’ y que el esposo le diga a la esposa: ‘¡Qué hermosa eres!’. Otras palabras importantes que se deben decir cuando las circunstancias lo justifiquen son: ‘Lo siento’. El escuchar es la base de la comunicación”23.

En la sesión dos se hizo referencia al estudio realizado por John Gottman, quien descubrió que los matrimonios de éxito se relacionan en forma positiva al demostrar interés el uno por el otro, mostrar afecto, llevar a cabo acciones consideradas, demostrar aprecio, preocupación y consideración; al aceptar lo que diga el cónyuge aun cuando no se esté de acuerdo, al hacer bromas y al compartir el gozo cuando estén divirtiéndose24.

En el estudio que realizó sobre los matrimonios felices y de éxito, Susan Page también descubrió que la comunicación eficaz era esencial. Aquellas parejas que gozaban de un matrimonio próspero “tenían relativamente menos dificultades para comunicarse; podían hablar sin mayor problema acerca de temas difíciles, sentían que se entendían el uno al otro, le ocultaban muy poco a su cónyuge y podían confiar en que eran capaces de resolver conflictos”. Page se encontró con que algunas parejas nunca habían aprendido las reglas de comunicación, pero parecían actuar de acuerdo con ellas por intuición. Otros habían aprendido técnicas de libros, artículos, talleres o de consejeros25.

Los actos de bondad

El presidente Gordon B. Hinckley destacó la importancia de la bondad que esposos y esposas pueden demostrarse mutuamente: “Si todo marido y toda mujer se esforzaran al máximo para garantizar la comodidad y la felicidad de su compañera o compañero, habría muy pocos divorcios, si es que los habría. No se escucharían discusiones y cesarían las acusaciones. Los arranques de ira no existirían y el amor y el interés reemplazarían el maltrato y la maldad”.

El presidente Hinckley exhortó a los hombres de la Iglesia a que ayudaran a las mujeres de su vida a expresarse y a desarrollar sus talentos y otras virtudes: “Las mujeres de nuestra vida [están]… engalanadas con cualidades divinas muy particulares, que hacen que extiendan manos de bondad y de amor a quienes las rodean. Podemos alentar esa conducta natural si les concedemos la oportunidad de dar expresión a los talentos e impulsos conque han sido bendecidas. No hace mucho, mi amada compañera me dijo tiernamente una noche: ‘Tú siempre me has dado alas para volar, y ésa es una de las razones por las que te amo’”26.

El cortejo que tiene lugar antes del matrimonio es aún más imprescindible después. Los cónyuges se ayudan mutuamente a enfrentar las dificultades de la vida si muestran respeto, bondad y afecto sinceros el uno por el otro. La relación se ve tremendamente afectada si faltan estos componentes. Los actos de bondad y las expresiones de amor en forma continua, crearán entre esposo y esposa lazos duraderos y fuertes.

La felicidad en el matrimonio

Si ambos cónyuges se demuestran amor y aprecio el uno por el otro, su relación florecerá; los actos de ternura, consideración y compasión son elementos nutritivos esenciales. Cuando las personas reciben estos nutrientes, se sienten llenos de vitalidad y motivación para alcanzar su potencial más elevado. El esposo y la esposa no deben esperar que todo salga bien siempre; tendrán dificultades; pero si se aman y respetan mutuamente, encontrarán gran satisfacción en el matrimonio. Como lo dijo el presidente Faust: “La felicidad en el matrimonio y en la paternidad puede exceder más de mil veces cualquier otro tipo de felicidad”27.

Los matrimonios encontrarán gran felicidad a medida que vivan el Evangelio, se adhieran a las enseñanzas inspiradas de los líderes de la Iglesia, y pongan en práctica principios y técnicas confiables para mejorar las relaciones. Habrá dificultades; sin embargo, los cónyuges pueden confiar en la declaración del presidente Spencer W. Kimball: “Cuando surjan problemas, recuerden: ¡Sólo fracasan cuando dejan de esforzarse!”28. Si son persistentes, recibirán la recompensa prometida de lograr mayor felicidad en esta vida y una vida familiar eterna en el mundo venidero.

Notas

  1. “La Familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, octubre de 2004, pág. 49.

  2. “El valor del matrimonio”, Liahona, agosto de 1981, pág. 22.

  3. Véase “La santidad del matrimonio”, Liahona, febrero de 1978, pág. 10.

  4. “A Union of Love and Understanding”, Ensign, octubre de 1994, pág. 50.

  5. Marriage and Divorce, Salt Lake City: Deseret Book, 1976, pág. 22.

  6. Marriage and Divorce, pág. 23.

  7. “La Familia: Una proclamación para el mundo”.

  8. Citado en Sheri L. Dew, Go Forward with Faith: The Biography of Gordon B. Hinckley, Salt Lake City: Deseret Book, 1996, pág. 114.

  9. “La santidad del matrimonio”, Liahona, febrero de 1978, pág. 11.

  10. “El enriquecimiento del matrimonio”, Liahona, febrero de 1978, pág. 11.

  11. Véase Marriage and Divorce, pág. 24.

  12. “El enriquecimiento del matrimonio”, Liahona, febrero de 1978, pág. 11.

  13. “Regocijémonos en el privilegio de servir”, Reunión Mundial de Capacitación de Líderes, junio de 2003, pág. 23.

  14. Reunión Mundial de Capacitación de Líderes, junio de 2003, págs. 23–24.

  15. “La Familia: Una proclamación para el mundo”.

  16. Fighting for Your Marriage, San Francisco: Jossey-Bass, Inc., 1994, págs. 262–263.

  17. Fighting for Your Marriage, págs. 254–256.

  18. The 8 Essential Traits of Couples Who Thrive, New York: Dell Publishing, 1997, pág. 56.

  19. The 8 Essential Traits, pág. 54.

  20. Fighting for Your Marriage, págs. 257–261.

  21. “Principios fundamentales en las relaciones familiares perdurables”, Liahona, enero de 1983, pág. 112.

  22. “Escuchad para aprender”, Liahona, julio de 1991, pág. 25.

  23. “La santidad del matrimonio”, Liahona, febrero de 1978, pág. 11.

  24. De Why Marriages Succeed or Fail por el Dr. John Gottman. © 1994 por John Gottman. Reimpreso con permiso de Simon & Schuster, Inc. NY, págs. 59–61.

  25. The 8 Essential Traits, pág. 133.

  26. “Las mujeres en nuestra vida”, Liahona, noviembre de 2004, págs. 84–85.

  27. “La santidad del matrimonio”, Liahona, febrero de 1978, pág. 11.

  28. “La familia puede ser eterna”, Liahona, febrero de 1981, pág. 7.

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