Adicción
Principio 4


“Allegaos a mí”, Guía de apoyo: Ayuda para el cónyuge y los familiares de las personas en proceso de recuperación, 2014.

“Allegaos a mí”, Guía de apoyo: Ayuda para el cónyuge y los familiares de las personas en proceso de recuperación.

pareja orando

Principio 4

Allegaos a mí

“Allegaos a mí, y yo me allegaré a vosotros; buscadme diligentemente, y me hallaréis; pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá” (D. y C. 88:63).

Confiar en el consejo y la orientación de Dios

Muchas veces nos enfrentamos a problemas que nuestra capacidad y nuestra comprensión parecen incapaces de superar. Nuestra necesidad de ayuda puede llevarnos a pedir consejo y orientación a nuestro amoroso Padre Celestial. Se nos ha aconsejado lo siguiente: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios” (Santiago 1:5). El Señor desea dar respuesta a nuestras oraciones y nos hablará por medio del Espíritu Santo. El élder Richard G. Scott enseñó: “Las impresiones del Espíritu pueden llegar en respuesta a una oración apremiante o sin solicitarla cuando la necesitas. En ocasiones el Señor te revela la verdad cuando no la estás buscando, como por ejemplo, cuando estás en peligro y no lo sabes” (“Cómo obtener guía espiritual”, Liahona, noviembre de 2009, pág. 8).

Tenemos que esforzarnos para recibir revelación. El presidente Harold B. Lee dijo: “Perfeccionamos nuestro ser espiritual mediante la práctica… Si deseamos que nuestro ser espiritual se desarrolle plenamente, debemos entrenarlo de la misma forma en la que entrenamos nuestro cuerpo físico”. Y nos dio este consejo: “Dediquen tiempo para ser santos todos los días de su vida” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Harold B. Lee, 2000, págs. 194, 195). Es importante dedicar un tiempo a meditar, reflexionar y volver el corazón hacia el cielo. Esto nos ayudará a recibir, reconocer y entender las impresiones del Espíritu Santo.

La situación de nuestros seres queridos puede exigir atención urgente y nos puede conducir a buscar respuestas u orientación de forma desesperada. Esa sensación de urgencia puede llevarnos a esperar ayuda espiritual de inmediato. Aunque hay ocasiones en las que las respuestas del Señor se reciben rápidamente, en las Escrituras se nos enseña que la revelación se da “línea sobre línea” (Isaías 28:10). Podemos “espera[r] en Jehová” (Isaías 40:31) pacientemente y confiar en que Él se comunicará con nosotros. Esta es una forma de refinar nuestra paciencia y nuestra personalidad. Al igual que los nefitas “no entendieron la voz que oyeron” hasta la tercera vez (véase 3 Nefi 11:3), nos podría llevar un tiempo reconocer la revelación personal.

  • ¿De qué forma ha sentido la guía y la orientación del Señor en su relación con su ser querido?

  • ¿Qué hará para buscar revelación del Señor que le sirva de guía?

Estudiar la palabra de Dios

Cuando queramos saber lo que el Señor desea que hagamos, podemos escudriñar las Escrituras y meditar al respecto. Nefi enseñó en el Libro de Mormón: “… las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis hacer” (2 Nefi 32:3). El élder Richard G. Scott ha dicho: “Las Escrituras son como partículas de luz que iluminan nuestra mente y dan lugar a la guía e inspiración de lo alto. Ellas se convierten en la llave que abre el canal de comunicación con nuestro Padre Celestial y Su Amado Hijo Jesucristo” (“El poder de las Escrituras”, Liahona, noviembre de 2011, pág. 6). Las Escrituras pueden ser un medio a través del cual el Señor se puede dirigir a nosotros y ayudarnos en nuestro camino hacia la paz y la sanación. Al meditar las Escrituras y lo que nos enseñan en nuestra vida, podemos buscar la guía del Espíritu para entender cómo podemos pedir sanación al Salvador.

Participar de la Santa Cena

La Santa Cena constituye una ocasión para reflexionar. Participamos de la Santa Cena como recordatorio del sacrificio expiatorio que Jesucristo realizó por nosotros y para renovar nuestros convenios. La Santa Cena puede ser un momento sagrado para que nos reconciliemos con Dios, sometamos nuestra voluntad a la Suya y nos fortalezcamos espiritualmente. Es posible que eso requiera que dejemos de pensar en nuestros seres queridos y nos centremos en nuestra propia fortaleza espiritual. Aunque es natural que durante la Santa Cena pensemos en nuestros seres queridos y en el efecto que sus desafíos tienen en nosotros, debemos dedicar el tiempo de la Santa Cena a fortalecer nuestra relación con Dios y el Salvador. A su vez, nos fortaleceremos espiritualmente por medio del poder habilitador del Salvador Jesucristo. Es importante que no dejemos que nada nos distraiga de la renovación de nuestros convenios con el Señor, ni siquiera las acciones y decisiones de nuestros seres queridos.

Aunque deseamos que nuestros seres queridos vengan a Cristo y sean sanados, eso es algo que deben hacer ellos mismos. El Padre Celestial espera con paciencia a que ellos ejerzan la fe en Cristo y tomen las medidas necesarias para recuperarse. Nosotros también debemos ser pacientes y adaptar nuestra voluntad a la de Dios. La Santa Cena nos brinda la oportunidad de demostrar que estamos dispuestos a someternos al Padre Celestial mientras perseveramos con fe. Sustituir nuestros deseos por la confianza en Su voluntad es una forma de tomar sobre nosotros el nombre de Cristo y recordarle siempre (véase D. y C. 20:77, 79).

  • ¿De qué manera puede fortalecerle la ordenanza de la Santa Cena?

Asistir al templo

Quizás nos resulte difícil ir al templo porque algunos de nuestros seres queridos no puedan asistir con nosotros. Sin embargo, las debilidades y las decisiones de un ser querido no afectan al derecho de su cónyuge o de un familiar a asistir al templo, y tampoco deberían afectar a nuestro sentido de dignidad para asistir. La adoración y el servicio en el templo nos pueden proporcionar la fortaleza y las bendiciones que necesitamos para seguir adelante y mantener una perspectiva eterna. El presidente Boyd K. Packer dijo: “Los templos son el centro mismo de la fortaleza espiritual de la Iglesia. Hemos de dar por sentado que el adversario procurará interponerse entre nosotros como Iglesia y entre cada uno en forma individual al esforzarnos por participar en esta sagrada e inspirada obra” (“El Santo Templo”, Liahona, octubre de 2010, pág. 35). A pesar de las dificultades que podamos afrontar al esforzarnos por asistir al templo, podemos acercarnos al Señor en Su casa y recibir Su fortaleza para seguir adelante con fe y esperanza.

El presidente Packer continúa: “Cuando los miembros de la Iglesia se sienten angustiados o cuando decisiones críticas agravan pesadamente sus pensamientos, es normal que vayan al templo. Es un buen lugar al cual podemos llevar nuestras inquietudes. En el templo podemos recibir perspectiva espiritual… A veces sucede que la mente se nos abruma de problemas y nos sentimos acosados por multitud de asuntos que exigen nuestra atención inmediata, a tal grado que sencillamente no podemos pensar ni ver con claridad. En el templo parece asentarse la nube de distracción, parecen levantarse la niebla y la bruma, y podemos ‘ver’ lo que antes no veíamos y hallar una manera de salir de nuestras dificultades, de la que hasta entonces no teníamos conocimiento” (“El Santo Templo”, Liahona, octubre de 2010, pág. 35).

  • ¿De qué modo le ha bendecido el templo? ¿De qué manera la asistencia al templo le ha fortalecido en sus desafíos actuales?

Buscar la compañía del Espíritu Santo

El Espíritu Santo puede guiarnos en nuestras decisiones y protegernos de peligros físicos y espirituales. Por medio de Él podemos recibir dones del Espíritu que nos beneficien a nosotros y a quienes amamos y servimos (véase D. y C. 46:9–11). Él es verdaderamente el Consolador (véase Juan 14:26). Así como la dulce voz de un padre amoroso es capaz de calmar el llanto de un niño, los susurros del Espíritu pueden aplacar nuestros miedos, acallar las constantes inquietudes de nuestra vida y consolarnos en la aflicción. El Espíritu Santo nos puede llenar “de esperanza y de amor perfecto” (Moroni 8:26) y enseñarnos “las cosas apacibles del reino” (D. y C. 36:2).

El discernimiento de los susurros del Espíritu puede suponer un desafío, especialmente durante las situaciones de gran carga emotiva que, en ocasiones, afrontamos con nuestros seres queridos. Es posible que a veces nos cuestionemos si las impresiones que recibimos son sentimientos personales o impresiones del Espíritu. El élder David A. Bednar enseñó: “Si ustedes y yo sentimos el deseo sincero de contar con la compañía constante del Espíritu Santo, fomentar Su influencia en nuestra vida por medio de nuestra obediencia y nuestras acciones, y aprender a prestar atención a las impresiones sencillas y hacerlo rápidamente, les testifico y les prometo que podremos diferenciar entre nuestras propias emociones, que nos dirán lo que deseamos oír, y el Espíritu Santo, que nos dirá lo que necesitamos oír” (“Receiving, Recognizing, and Responding to the Promptings of the Holy Ghost”, devocional de la Universidad Brigham Young–Idaho, 31 de agosto de 1999; byui.edu). El Espíritu Santo nos brinda paz y orientación cuando buscamos guía y avanzamos con fe.

  • ¿En qué forma le ha consolado el Espíritu Santo en la aflicción?

  • ¿Cómo ha aprendido a reconocer las impresiones del Espíritu Santo?

  • ¿Qué impresiones ha recibido del Espíritu Santo? ¿Cómo actuará de conformidad con esas impresiones?

una madre abrazando a su hija

Así como la dulce voz de un padre amoroso es capaz de calmar el llanto de un niño, los susurros del Espíritu pueden aplacar nuestros miedos, acallar las constantes inquietudes de nuestra vida y consolarnos en la aflicción.