Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
La unión eterna de marido y mujer


Capítulo 20

La unión eterna de marido y mujer

El hombre y la mujer que sean sellados por la eternidad bajo la autoridad del santo sacerdocio pueden, mediante su fidelidad, lograr la exaltación en el reino celestial de Dios.

De la vida de Joseph F. Smith

Cuando prestaba servicio como consejero del presidente John Taylor, Joseph F. Smith viajó a Hawai con su esposa Julina, de la que dijo que era “firme como el acero, constante como la estrella polar, fiel como el tiempo y mejor que el oro”1. En Hawai, el presidente Smith cayó seriamente enfermo y Julina lo atendió hasta que recuperó la salud. Varios meses después, en marzo de 1887, fue necesario que Julina y los hijos regresaran al territorio continental estadounidense mientras Joseph F. permanecía en las islas.

El 15 de marzo, él anotó en su diario: “El vapor levó anclas a las 12 del mediodía y exactamente a las 12:15 comenzó a salir del puerto; eché una última mirada a las formas ya borrosas de mis seres queridos hasta que Dios en Su misericordia permita que volvamos a encontrarnos. Cuando el barco desapareció, corrí [a un punto desde donde podía ver mejor]… para mirar una vez más el vapor Australia que navegaba velozmente con sus preciados tesoros sagrados hasta que lo perdí de vista detrás del promontorio Diamond Head. Apenas estuve solo, mi alma estalló en lágrimas con sollozos que secaron sus fuentes y sentí toda la angustia y el pesar de separarme de los mejores tesoros de mi corazón en la tierra”2.

A pesar del dolor de esas separaciones, el presidente Smith conocía el poder y la promesa del principio eterno revelado al mundo por el profeta José Smith: “¿Qué es? La unión de marido y mujer por esta vida y por toda la eternidad… ¿Quién podía comprender la responsabilidad que recae en la unión de marido y mujer hasta ser revelada con la sencillez y claridad con que José Smith la ha revelado al mundo…? Eso me ha abierto los ojos. Si hay algo en la tierra que podría haberme hecho un hombre mejor, o un mejor marido… es ese principio que el Señor ha revelado y que me indica las obligaciones que yo he contraído”3.

Enseñanzas de Joseph F. Smith

Dios instituyó el matrimonio para nuestra gloria y exaltación eternas.

Dios instituyó el matrimonio en el principio. Él hizo al hombre a Su propia imagen y semejanza, varón y mujer, y en la creación de ellos se dispuso que debían unirse en los sagrados lazos del matrimonio, y uno no es perfecto sin el otro4.

La unión legítima de hombre y mujer es el medio por el cual pueden ellos lograr sus aspiraciones más elevadas y santas. Para los Santos de los Últimos Días, el matrimonio no ha sido diseñado por nuestro Padre Celestial para ser simplemente una unión terrenal, sino una que sobrevivirá las vicisitudes del tiempo y que perdurará por la eternidad, otorgando honor y gozo en este mundo, gloria y vidas eternas en los mundos venideros5.

Rebekah at the Well

Rebeca junto a la fuente, por Michael Deas. El siervo de Abraham había ido a buscar esposa para Isaac, hijo de Abraham, entre los del pueblo del convenio de Dios. Rebeca sacó agua de una fuente y dio de beber a él y a sus camellos, cumpliendo así lo que él había pedido en oración de que se le guiara para encontrar a una joven virtuosa.

[El Evangelio] toma a los hombres y a las mujeres y los une en un convenio eterno de matrimonio, santo y puro, dado por Dios, el que proporciona lo indispensable y satisface los deseos más puros y fuertes del alma. Hace que los hombres y las mujeres sean completos: esposos y esposas por esta vida y por toda la eternidad. ¡Qué pensamiento tan glorioso es éste!6

Dios no sólo encomia sino que encomienda el matrimonio. Mientras el hombre era todavía inmortal, antes de que el pecado entrara en el mundo, nuestro Padre Celestial efectuó el primer casamiento. Él unió a nuestros primeros padres en los lazos del santo matrimonio y les mandó fructificar, y multiplicar y llenar la tierra. Él nunca ha cambiado, abrogado o anulado dicho mandamiento, sino que éste ha permanecido en vigor a través de todas las generaciones de la humanidad7. [La gente]… está cada vez más persuadida de la idea egoísta e impía de que el matrimonio es un error y que los hijos son una desgracia. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tiene un concepto totalmente opuesto y cree en el primer mandamiento canónico de Dios al hombre y lo enseña como verdad del Evangelio: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla…” [Génesis 1:28].

…Dios ha mandado, autorizado e instituido la relación matrimonial. Esto se explicó muy claramente en la revelación de Dios al profeta José Smith, como lo testifica este lenguaje de Doctrina y Convenios 49:15: “Y además, de cierto os digo, que quien prohíbe casarse no es ordenado por Dios, porque el matrimonio lo decretó Dios para el hombre”8.

El matrimonio es… un principio u ordenanza del Evangelio, vital para la felicidad del ser humano, no obstante lo poco importante que pueda parecer o cuán ligeramente lo tomen muchas personas. En el plan de la vida no hay ningún principio superfluo o innecesario; no hay principio que tenga mayor importancia o que sea más esencial para la felicidad del hombre, no sólo aquí sino especialmente en la vida venidera, que el del matrimonio9.

Estar unidos como marido y mujer por esta vida y por toda la eternidad es un glorioso privilegio.

Es un glorioso privilegio el de poder ir a un Templo de Dios para ser unidos como marido y mujer en los vínculos del santo matrimonio por esta vida y por toda la eternidad mediante la autoridad del santo sacerdocio, que es el poder de Dios, porque a los que así se unan “no lo[s] separ[a] el hombre” [Mateo 19:6], pues Dios los ha unido10.

El hombre y la mujer que participan en esta ordenanza del matrimonio se embarcan en algo de carácter tan trascendental y de tan vasta importancia que de ello dependen la vida y la muerte, así como el aumento eterno; de ello depende la felicidad o la miseria eterna11.

¿Por qué nos enseñó [Dios] el principio de la unión eterna de marido y mujer…? A fin de que el hombre que reciba a su esposa por el poder de Dios, por esta vida y por toda la eternidad, tenga el derecho de reclamarla y ella el de reclamar a su marido en el mundo venidero12.

El hombre y la mujer pueden salvarse individualmente, pero el hombre y la mujer no serán exaltados separadamente. Ellos deben estar ligados en esa unión que se nos ha revelado en esta grandiosa y última dispensación. En el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer es sin el varón. No obstante lo que los hombres y mujeres puedan pensar o decir con respecto a esto, no podrán obtener la exaltación en el reino de Dios solteros y solos…

Hemos venido aquí para conformarnos a la semejanza de Dios. Él nos hizo en el principio a Su propia imagen y semejanza, y nos hizo varón y mujer. Nunca podríamos ser a la imagen de Dios si no hubiéramos sido varón y mujer… Cuando lleguemos a ser como Él, descubriremos que nos presentaremos ante Él en la forma en que fuimos creados, varón y mujer. La mujer no irá sola ni el hombre irá solo para reclamar la exaltación. Ellos pueden lograr por sí solos un grado de salvación, pero cuando sean exaltados, serán exaltados de acuerdo con la ley del reino celestial. No pueden ser exaltados de ninguna otra manera13.

No hay unión por esta vida y por la eternidad que se pueda perfeccionar fuera de la ley de Dios y del orden de Su casa. El hombre puede desearlo, incluso puede pensar en lograrlo, en esta vida, pero no tendrá efecto alguno a menos que se realice y se sancione por la autoridad divina, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo14.

Los Santos de los Últimos Días se casan por esta vida y por la eternidad, no sólo hasta que la muerte separe a marido y mujer. Los casamientos realizados bajo la ley civil y por ministros de otras religiones son honorables y válidos en tanto que se relacionen con esta vida; pero a fin de ser válidos en la vida venidera, tales convenios deben realizarse por la eternidad, tales uniones deben establecerse de acuerdo con la ley de Dios y bajo Su autoridad o no tendrán fuerza ni efecto en el más allá. La familia es el fundamento de la gloria eterna, es el núcleo mismo de un reino que no tiene fin. El marido tendrá para siempre a su mujer, la mujer a su marido y los padres a sus hijos, con la condición de que los aseguren de la manera prescrita por Aquél cuyo derecho es regular todas las cosas que pertenecen a Su reino15.

Casarse con un miembro de la Iglesia, en el momento apropiado y en la Casa del Señor.

A nuestros jóvenes les decimos: cásense, y cásense bien. Cásense con una persona de su misma fe y hagan que la ceremonia se lleve a cabo en el lugar que Dios ha designado. Vivan de tal manera que sean dignos de esa bendición16.

Quiero que los varones jóvenes de Sión comprendan que el matrimonio no es una institución establecida por el hombre. Es de Dios. Es honorable… No se ha creado simplemente para la sola conveniencia del hombre, para satisfacer sus propias nociones y sus propias ideas; ni para casarse y luego divorciarse, ni para aceptarla y después desecharla según le plazca. Hay grandes consecuencias relacionadas con ella, consecuencias que se extienden más allá del tiempo presente, hacia toda la eternidad, pues de esa manera son engendradas las almas en el mundo, y los hombres y mujeres obtienen su ser en el mundo. El matrimonio es el preservador de la raza humana. Sin él los propósitos de Dios serían frustrados; se destruiría la virtud para dar paso al vicio y a la corrupción, y la tierra estaría desprovista y vacía17.

El celibato y las familias pequeñas presentan a la mente superficial la idea de que son algo deseable porque traen consigo un mínimo de responsabilidades. El espíritu que elude la responsabilidad elude también la labor. El ocio y el placer toman el lugar de la industria y del esfuerzo arduo. El amor al placer y a una vida fácil, por su parte, atribula a los jóvenes, quienes rehúsan considerar el matrimonio y el aumento familiar consecuente como un deber sagrado…

…Esa pérdida en cuanto al hogar es una pérdida que la nación debe sentir con el paso de los años. El tiempo reivindicará las leyes de Dios y la verdad de que la felicidad individual del ser humano se encuentra en el deber y no en el placer ni en la despreocupación.

El espíritu del mundo es contagioso. No podemos vivir en medio de tales condiciones sociales sin sufrir los efectos de sus seducciones. Nuestros jóvenes tendrán la tentación de seguir el ejemplo del mundo que los rodea. Ya existe una tendencia fuerte a burlarse de la obligación del casamiento. Se presentan como excusas pretextos de ambición para posponer el matrimonio hasta lograr determinados objetivos. Algunos de nuestros sobresalientes jóvenes varones desean completar primero sus estudios acá o en el extranjero. Debido a que son líderes naturales en la sociedad, su ejemplo es peligroso y la excusa que dan es de carácter dudoso. Sería mejor que muchos de esos jóvenes no fueran nunca a la universidad en lugar de dar la excusa de los estudios universitarios como razón para posponer el matrimonio más allá de la edad apropiada18.

Los jóvenes quieren tener casas como palacios, amuebladas con todo lo mejor y tan modernas como las casas de los demás antes de contraer matrimonio. Creo que eso es un error; creo que los varones, igual que las mujeres jóvenes, deben estar dispuestos, incluso en esta época y en las condiciones actuales, a entrar en los vínculos sagrados del matrimonio y a luchar juntos para triunfar, enfrentar sus obstáculos y dificultades, y mantenerse unidos hasta lograr el éxito, además de cooperar en sus asuntos temporales a fin de que triunfen. Entonces aprenderán a amarse mejor el uno al otro y serán más unidos a través de sus vidas, y el Señor los bendecirá más abundantemente19.

Las autoridades de la Iglesia y los maestros de nuestras organizaciones deben inculcar la naturaleza sagrada y el deber del matrimonio según se nos ha revelado en los últimos días. Debe haber… un concepto creado en favor del matrimonio honorable, y eso prevendría que cualquier joven miembro de la Iglesia, varón o mujer, se casara a menos que sea mediante esa autoridad que es sancionada por Dios20.

El matrimonio debe establecerse sobre principios de amor y de sagrada devoción.

No debería haber dificultad alguna en considerar al hogar con la más alta reverencia y el pensamiento más exaltado si puede edificarse sobre los principios de pureza, de afecto verdadero, de rectitud y de justicia. El marido y la mujer que tienen perfecta confianza el uno en el otro, que determinan seguir las leyes de Dios durante su vida y cumplir con la medida de su misión en la tierra, no podrían estar, y nunca lo estarían, contentos sin un hogar. Sus corazones, sus sentimientos, sus mentes y sus deseos se inclinarían naturalmente hacia el establecimiento de un hogar y de una familia, y de un reino propio; hacia el establecimiento de los fundamentos del progreso eterno y del poder, de la gloria, de la exaltación y del dominio, y mundos sin fin21.

Según el punto de vista del Evangelio, un hogar no es hogar a menos que existan en él la confianza y el amor perfectos entre marido y mujer. El hogar es un lugar de orden, de amor, de unidad, de descanso, de seguridad y de absoluta confianza; un lugar donde no puede entrar la más mínima sospecha de infidelidad, donde el hombre y la mujer tienen una confianza implícita en el honor y la virtud de uno y otro22.

Sión no es el lugar para una batalla entre los sexos. La voluntad de Dios es que sean uno, y Él así lo ha declarado. El mantenerlos separados o hacerles pensar que tienen intereses diferentes y opuestos, y que la separación y no la unión es el objeto de su creación, no es parte de la obra de Dios23.

¿Qué es, entonces, un hogar ideal —un hogar modelo—, uno que los Santos de los Últimos Días deben tener el anhelo de establecer…? Es aquel en el que toda cuestión mundana sea secundaria; aquel en el que el padre se dedique devotamente a la familia con la que Dios lo ha bendecido, considerándola de importancia primordial, y en el que todos, a su vez, le dan cabida a Él en su corazón. Aquel en el que existen la confianza, la unidad, el amor y la devoción sagrada entre padre y madre, y entre padres e hijos. Aquel en el que la madre tiene su mayor complacencia en sus hijos, apoyada por el padre, todos moralmente íntegros, puros y temerosos de Dios24.

Los padres… deben amarse y respetarse el uno al otro, y tratarse el uno al otro con respetuoso decoro y bondadosa consideración en todo momento. El marido debe tratar a la esposa con suma cortesía y respeto; no debe insultarla nunca; jamás debe hablar de ella con liviandad, sino que debe tenerla en la más alta estima en el hogar, en presencia de los hijos… La mujer también debe tratar al marido con el mayor respeto y cortesía… Ella debe ser un motivo de gozo para su marido, y debe vivir y conducirse en su hogar de tal modo que el hogar sea para él el lugar de mayor regocijo, el más bendecido de la tierra. Ésa debe ser la condición en que vivan marido y mujer, padre y madre, dentro del sagrado recinto de ese lugar santo que es el hogar25.

Hermanos y hermanas, nada debe interponerse entre ustedes, padre y madre, marido y mujer; no debe haber ni una sombra de diferencia de sentimientos; no debe haber cosa alguna en medio de ustedes que separe el uno del otro; no deben permitirlo. Esto es algo esencial para su bienestar y felicidad y para la unión que debe existir en su hogar. Todos tenemos debilidades y faltas. A veces, el marido nota una falta en su mujer y se la reprocha; a veces, la mujer piensa que el esposo no ha hecho lo correcto y se lo recrimina. ¿Qué bien se saca de ello? ¿No es mejor el perdón? ¿No es mejor la caridad? ¿No es mejor el amor? ¿No es mejor no hablar de faltas, no destacar las debilidades reiterándolas una y otra vez? ¿No es mejor eso? Y la unión que se ha cimentado entre ustedes, con el nacimiento de los hijos y con las ligaduras del nuevo y sempiterno convenio, ¿no será más segura si se olvidan de mencionarse mutuamente las debilidades y las faltas? ¿No es mejor olvidarlas y no decir nada al respecto, enterrarlas y hablar sólo de lo bueno que conocen y que perciben el uno del otro, relegando al olvido las mutuas faltas sin destacarlas? ¿No es mejor eso?26

No hay pensamiento que pueda ser más gozoso que el hecho de que [un hombre] que haya amado a su mujer y haya sido amado por ella, a quien le haya sido fiel, y ella a él todos los días de su relación con él como esposa y madre, tenga el privilegio de salir en la mañana de la primera resurrección, revestido de inmortalidad y vida eterna, para reanudar la relación que existió entre ellos en esta vida, la relación de marido y mujer, de padre y madre, de padres de sus hijos, habiendo establecido el fundamento para la gloria y exaltación eternas en el reino de Dios27.

Es el matrimonio, santificado y sancionado por Dios, sobre el cual se funda un hogar glorificado, lo que bendice, hace feliz, exalta, y al fin conduce a un compañerismo con nuestros Padres Celestiales, a la vida en unión y al aumento eternos28.

Sugerencias para el estudio

  • ¿Con qué propósitos instituyó Dios el matrimonio? ¿De qué manera nos permite el matrimonio eterno lograr nuestras “aspiraciones más elevadas y santas”?

  • ¿Por qué es el matrimonio “vital para la felicidad del ser humano”? ¿Por qué hay muchas personas que no lo consideran importante?

  • ¿De qué manera el aumento eterno y la felicidad eterna dependen de la unión eterna de marido y mujer? ¿Qué siente al saber que tendrá el derecho de reclamar a su marido o a su esposa para toda la eternidad?

  • ¿Por qué debemos tratar de casarnos en el templo?

  • ¿Cuáles pueden ser las consecuencias que hemos de sufrir, nosotros y otras personas, si rompemos las ligaduras del nuevo y sempiterno convenio del matrimonio?

  • ¿Qué atractivos o distracciones pueden llevar a algunas personas a posponer o a evitar el matrimonio? ¿Cómo podemos saber cuándo es apropiado casarnos?

  • El presidente Joseph F. Smith profetizó que el evadir las responsabilidades es una “pérdida que la nación debe sentir con el paso de los años”. ¿Cómo están ahora sintiendo esa pérdida las naciones?

  • ¿De qué manera fortalece el convenio del matrimonio eterno a las parejas cuando enfrentan “sus obstáculos y dificultades”?

  • ¿Por qué es importante que exista una “confianza absoluta” entre marido y mujer? ¿Qué otros atributos deben cultivar los cónyuges? Los comportamientos negativos, como la crítica, el sarcasmo, el no perdonar y el orgullo, ¿en qué sentido debilitan la relación matrimonial?

  • ¿Qué quiere decir que marido y mujer sean uno? ¿Qué sacrificios podría tener que hacer una pareja para llegar a ser uno? ¿Qué otras cosas pueden hacer los matrimonios para fortalecer su unión eterna?

Notas

  1. Life of Joseph F. Smith, comp. por Joseph Fielding Smith, 1938, pág. 453.

  2. Citado por Francis M. Gibbons en Joseph F. Smith: Patriarch and Preacher, Prophet of God, 1984, pág. 153.

  3. En “Conference Report”, oct. de 1911, pág. 8.

  4. Gospel Doctrine, quinta edición, 1939, pág. 272.

  5. En James R. Clark, compilador, Messages of the First Presidency of The Church of Jesus Christ of Latterday Saints, 6 tomos, 1965–1975, 4:147.

  6. “Discourse by President Joseph F. Smith”, Millennial Star, 15 de febrero de 1900, pág. 98.

  7. Gospel Doctrine, pág. 274.

  8. “Editor’s Table: Marriage God Ordained and Sanctioned”, Improvement Era, julio de 1902, pág. 713; orden de párrafos modificado.

  9. Gospel Doctrine, pág. 105.

  10. Deseret News: Semi-Weekly, 10 de septiembre de 1878, pág. 1.

  11. Gospel Doctrine, pág. 273.

  12. Gospel Doctrine, pág. 277.

  13. Deseret News: Semi Weekly, 28 de junio de 1898, pág. 1.

  14. Gospel Doctrine, pág. 272.

  15. En Messages of the First Presidency, 4:250.

  16. Gospel Doctrine, pág. 275.

  17. Gospel Doctrine, pág. 272.

  18. Gospel Doctrine, pág. 281.

  19. Gospel Doctrine, pág. 278.

  20. Gospel Doctrine, pág. 273.

  21. Gospel Doctrine, pág. 304.

  22. Gospel Doctrine, pág. 302.

  23. “Editorial Thoughts: The Righteousness of Marriage, and Its Opposite”, Juvenile Instructor, 1˚ de julio de 1902, pág. 402.

  24. Gospel Doctrine, págs. 302–303.

  25. En “Conference Report”, abril de 1905, págs. 84–85.

  26. “Sermon on Home Government”, Millennial Star, 25 de enero de 1912, págs. 49–50.

  27. Gospel Doctrine, pág. 458.

  28. “Editor’s Table: Marriage GodOrdained and Sanctioned”, págs. 717–718.