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LOS ARTÍCULOS DE FE


LOS ARTÍCULOS DE FE

Índice de temas:

  • Los miembros de la Trinidad.

  • Seremos castigados sólo por nuestros propios pecados.

  • Por medio de la expiación de Cristo todos pueden salvarse.

  • Los primeros principios y ordenanzas del Evangelio.

  • La necesidad y la naturaleza de la autoridad en el ministerio.

  • La organización de la Iglesia.

  • Los dones espirituales.

  • Las Escrituras.

  • La revelación continua.

  • El recogimiento de Israel.

  • La libertad religiosa.

  • La obediencia a la ley.

  • Los valores.

¿Qué son los Artículos de Fe?

“De vez en cuando, personas que no eran miembros de la Iglesia le pedían al Profeta [José Smith] que les explicara las enseñanzas y las prácticas del mormonismo. Un ejemplo importante de las explicaciones que él daba se encuentra en la llamada ‘Carta a Wentworth’. En la primavera de 1842, John Wentworth, director del periódico Chicago Democrat, le pidió a José Smith que le escribiera un resumen ‘del surgimiento, el progreso, la persecución y la fe de los Santos de los Últimos Días’ [“Church History”, Times and Seasons, 1 de marzo de 1842, pág. 706]… José Smith accedió y le envió un documento de varias páginas con el relato de muchos de los primeros acontecimientos ocurridos en la historia de la Restauración, entre ellos, la Primera Visión y la salida a la luz del Libro de Mormón; el escrito también contenía trece declaraciones que bosquejaban las creencias de los Santos de los Últimos Días y que ahora se conocen con el nombre de Artículos de Fe…

“Wentworth no publicó el documento en su periódico Chicago Democrat ni jamás apareció el escrito en ninguna historia del estado de New Hampshire; sin embargo, el periódico de la Iglesia, el Times and Seasons, lo publicó en marzo de 1842, y desde entonces se ha convertido en una de las declaraciones más importantes de inspiración, historia y doctrina de la Iglesia” (véase La historia de la Iglesia en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, pág. 291).

La carta a Wentworth

A continuación se da la traducción del texto completo de la carta a Wentworth, tal como la escribió el profeta José Smith:

“Nací en el año de 1805, el día 23 de diciembre, en el pueblo de Sharon, condado de Windsor, estado de Vermont. Tendría yo unos diez años de edad cuando mis padres se trasladaron a Palmyra, estado de Nueva York, donde vivimos unos cuatro años, y de allí nos mudamos al pueblo de Manchester. Siendo mi padre granjero, me enseñó el arte del cuidado de los animales. Tendría yo unos 14 años de edad cuando comencé a meditar sobre la importancia de estar preparado para una vida futura y, al investigar acerca del plan de salvación, encontré que existía una verdadera confusión y malos sentimientos entre las varias sectas religiosas; cada una de ellas contendía por sus propias creencias particulares, como el súmmum de la perfección. Considerando que no todos podían tener la razón, y que Dios no podía ser el autor de tanta confusión, decidí investigar más plenamente el tema, comprendiendo que si Dios tenía una Iglesia, ésta no estaría dividida en distintas facciones, y que si Él enseñaba a una sociedad a adorarle de una manera y a ejercer Sus ordenanzas de una forma específica, no enseñaría a otra sociedad principios totalmente opuestos.

“Creyendo fielmente en la palabra de Dios, yo tenía gran confianza en la declaración de Santiago, que dice: ‘Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada’. Por consiguiente, me retiré a un lugar secreto en una arboleda. Allí me arrodillé y empecé a orar a Dios; mientras me encontraba absorto en ferviente súplica, mi mente se apartó de aquellos objetos que me rodeaban y experimenté entonces una visión celestial, en la cual vi a dos personajes gloriosos muy parecidos el uno al otro y quienes estaban rodeados de una luz tan brillante que eclipsaba el sol del mediodía. Ellos me dijeron entonces que todas las denominaciones religiosas enseñaban doctrinas incorrectas y que Dios no aceptaba a ninguna de ellas como Su Iglesia y reino; y se me mandó expresamente ‘no unirme a ninguna’ de ellas, recibiendo al mismo tiempo la promesa de que en el futuro se me daría a conocer la plenitud del Evangelio.

“En el atardecer del día 21 de septiembre de 1823, mientras me encontraba orando a Dios e intentando ejercer fe en las preciosas promesas de las Escrituras, de repente vi aparecer en mi cuarto una luz como si fuera de día, sólo que mucho más brillante y pura, y de una apariencia gloriosa, de tal forma que en un primer momento pensé que la casa estaba siendo consumida por el fuego; tal aparición me causó un gran sobresalto; repentinamente se apareció delante de mí un personaje el cual estaba rodeado por una gloria aún mayor que la que ya me rodeaba. Este mensajero me dijo que era un ángel de Dios, enviado para traer las nuevas de gran gozo de que pronto se cumpliría el convenio que Dios había hecho con Israel antiguo, y que el comienzo de la obra preparatoria para la segunda venida del Mesías estaba a las puertas; que éste era el momento para que se predicara el Evangelio en toda su plenitud y poder a toda nación, para que todo habitante pudiese estar preparado para el reinado milenario. Se me informó que yo había sido escogido para ser un instrumente en las manos de Dios con el fin de realizar en esta dispensación algunos de Sus propósitos gloriosos.

“Asimismo, recibí información concerniente a los habitantes aborígenes de este país, mostrándoseme quiénes eran y de dónde provenían; recibí una breve historia de su origen, progreso, civilización, leyes, gobiernos, virtudes e iniquidades y de cómo las bendiciones de Dios fueron finalmente quitadas de ellos como pueblo; también se me informó acerca del lugar donde se encontraban depositadas unas planchas, las cuales eran un compendio de los registros de los antiguos profetas que habitaron en este continente. Tres veces esa misma noche se apareció ante mí el ángel repitiéndome exactamente las mismas cosas. El 22 de septiembre de 1827, y luego de haber recibido muchas visitas de los ángeles de Dios, los cuales me manifestaron la majestad y gloria de los eventos que habrían de suceder en los últimos días, un ángel del Señor colocó en mis manos los anales sagrados.

“Esos anales estaban grabados en planchas que tenían la apariencia de oro; cada plancha medía 20 cm de largo por 15 de ancho, y de un espesor poco menos que el de la hojalata común. Cada una de ellas estaba llena de grabados con caracteres egipcios y ligadas en un volumen, como las páginas de un libro, por medio de tres grandes anillos. El volumen tenía aproximadamente 15 cm de espesor, parte del cual se encontraba sellado. Los caracteres de la parte no sellada eran pequeños y hermosamente grabados. Todo el libro exhibía muestras de antigüedad en su confección y mucha habilidad en el arte de grabados. Juntamente con esos anales, se encontraba un curioso instrumento, que constaba de dos piedras transparentes engastadas en aros de plata, las cuales estaban aseguradas a un pectoral, y que los antiguos conocían como el Urim y Tumim. Por el don y el poder de Dios, y por medio del Urim y Tumim, yo traduje esos anales.

“En este interesante e importante libro, está expuesta la historia de la antigua América, desde sus primeros pobladores provenientes de la Torre de Babel, donde fueron confundidas las lenguas, hasta el comienzo del siglo V de la era cristiana. En esos anales se nos informa que la América antigua estaba poblada por dos razas distintas. La primera fue llamada jaredita y vino directamente de la Torre de Babel. El segundo grupo vino directamente de la ciudad de Jerusalén, unos 600 años antes del nacimiento de Cristo. Éstos eran principalmente israelitas, de los descendientes de José. Los jareditas fueron destruidos aproximadamente al mismo tiempo que los israelitas llegaron de Jerusalén, quienes pasaron a heredar este continente. La nación principal de esta segunda raza fue abatida en una gran batalla, aproximadamente hacia el fin del siglo IV. Los sobrevivientes son los indígenas que ahora habitan en este continente. En este libro también se relata que nuestro Salvador se apareció en este continente luego de Su resurrección; que Él implantó aquí el Evangelio en toda su plenitud, valor, poderes y bendiciones; y que del mismo modo que en el medio oriente, ellos tuvieron apóstoles, profetas, maestros y evangelistas, y gozaron también del mismo sacerdocio, las mismas ordenanzas, dones, poderes y bendiciones; que estos habitantes fueron quitados de la presencia de Dios como consecuencia de sus transgresiones, y que el último de sus profetas recibió el mandamiento de escribir un compendio de sus profecías, historia, etc., y esconderlo en la tierra para que, en los últimos días, saliera a la luz y se uniera a la Biblia a fin de lograr los propósitos de Dios. En el Libro de Mormón, el cual se puede obtener en Nauvoo o por medio de cualquiera de nuestros élderes viajantes, se encuentra un relato más detallado.

“No bien se hizo público este descubrimiento, comenzaron a circular falsos rumores, calumnias, tergiversaciones, como en alas del viento, en toda dirección; la casa fue frecuentemente asaltada por turbas y personas de designios malignos. Apenas pude escapar con vida cuando me pegaron varios tiros. También se recurrió a cuanta estratagema se pudo inventar para quitarme las planchas; pero mediante el poder y la bendición de Dios quedaron seguras en mis manos, y muchos comenzaron a creer en mi testimonio.

“ ‘La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días’ fue organizada en el pueblo de Fayette, condado de Seneca, estado de Nueva York, el 6 de abril de 1830. Unos cuantos miembros fueron llamados y ordenados por el Espíritu de revelación y profecía, y empezaron a predicar según el Espíritu les daba que hablasen; y a pesar de que eran débiles, se fueron fortaleciendo por medio del poder de Dios, y muchos fueron traídos al arrepentimiento, siendo sumergidos en el agua, y recibiendo, por la imposición de manos, el poder del Espíritu Santo. Mediante este poder, ellos tuvieron visiones y profetizaron, echaron fuera demonios y sanaron a los enfermos. Desde ese momento en adelante, la obra comenzó a extenderse con extraordinaria rapidez y se formaron varias iglesias en los estados de Nueva York, Pensilvania, Ohio, Indiana, Illinois y Misuri; en el condado de Jackson, de este último estado, se fundó un pueblo de considerable tamaño; un gran número de personas se unió a la Iglesia y comenzamos a crecer rápidamente; compramos grandes parcelas de tierra, nuestras granjas producían abundantemente y en nuestro círculo doméstico todos disfrutábamos de paz y felicidad; pero como no podíamos vincularnos con nuestros vecinos (quienes eran en su mayor parte personas viles, que habían tenido que escapar de la civilización hacia la frontera, huyendo de la ley) en sus parrandas de medianoche, en su profanación del día de reposo, carreras de caballos y juegos de azar, ellos comenzaron en primer lugar a burlarse de nosotros, luego a perseguirnos y finalmente se reunió un populacho organizado, los integrantes del cual quemaron nuestras casas, azotaron y cubrieron de alquitrán y plumas a muchos de nuestros hermanos, a los que finalmente, en forma contraria a toda naturaleza humana, justicia y ley, expulsaron de su lugar de habitación; éstos, sin casas ni hogar, tuvieron que vagar por las desoladas praderas hasta que sus hijos dejaron una huella de sangre en el camino. Esto ocurrió en el mes de noviembre, en una inclemente temporada del año y ellos no tuvieron otro techo sobre sus cabezas más que el cielo. El gobierno pasó por alto todo eso, y a pesar de que teníamos derechos sobre nuestra tierra y de que no habíamos violado ninguna ley, no recibimos justicia alguna.

“Entre aquellos que inhumanamente fueron echados de sus hogares, había muchos enfermos, quienes tuvieron que padecer esos maltratos y buscar refugio donde pudieran encontrarlo. El resultado, para muchas de esas personas que fueron privadas de las comodidades más esenciales de la vida, fue la muerte; muchos niños quedaron huérfanos, y mujeres y hombres, viudos; el populacho tomó posesión de nuestras granjas y miles de animales vacunos y lanares, y otros fueron robados, así como la mayoría de nuestras posesiones y las mercancías de las tiendas. Rompieron los tipos de nuestra imprenta y destruyeron lo que no pudieron llevarse consigo.

“Muchos de nuestros hermanos se trasladaron al condado de Clay, donde se quedaron hasta el año 1836, unos tres años; allí no sufrieron violencia, aun cuando fueron constantemente amenazados. Pero en el verano de 1836, esas amenazas comenzaron a adquirir proporciones más siniestras y, como consecuencia, comenzaron a hacerse reuniones públicas donde se aprobaron mociones que llevarían a la venganza y la destrucción; una atmósfera de miedo otra vez empezó a imperar entre nuestra gente. Lo sucedido en el condado de Jackson era suficiente precedente, y como las autoridades de ese lugar no interfirieron con el populacho, sus integrantes se jactaron de que aquí ocurriría lo mismo, lo cual confirmamos al tratar de conseguir la protección de la justicia. Después de mucha privación y pérdida de propiedades, fuimos nuevamente expulsados de nuestros hogares.

“Más tarde, nos establecimos en los condados de Caldwell y Daviess, pensando que si poblábamos lugares prácticamente deshabitados, nos veríamos libres del poder de la opresión. Pero allí tampoco se nos permitió vivir en paz, puesto que en el año 1838 fuimos nuevamente atacados por los populachos, y el gobernador Boggs emitió una orden de exterminación. Bajo el asilo de la ley, una banda organizada de maleantes recorrió el condado, robando nuestros ganados vacunos, lanares y otros animales; muchos de nuestros hermanos fueron asesinados a sangre fría, la castidad de nuestras mujeres violada y a punta de espada se nos obligó a entregar nuestras propiedades. Luego de haber sufrido toda clase de indignidades en manos de esa inhumana banda de merodeadores, de doce a quince mil almas, mujeres, hombres y niños fueron expulsados del calor de sus hogares y de tierras sobre las cuales tenían todos los derechos (y en lo más crudo del invierno), a vagar como exiliados por la tierra o buscar asilo en un lugar más favorable y entre gente menos bárbara. Muchos enfermaron y murieron como consecuencia del frío y las penurias que tuvieron que soportar; muchas mujeres quedaron viudas, y niños huérfanos y desamparados. Me llevaría mucho tiempo más del que se me permite aquí para describir las injusticias, los horrores, los asesinatos, el derramamiento de sangre, los robos, la miseria y el sufrimiento que fueron causados por el proceder inhumano e injusto de la ley del estado de Misuri.

“En la situación antes aludida, llegamos al estado de Illinois en el año 1839, donde encontramos gente hospitalaria y hogares amigables: personas que estaban dispuestas a ser gobernadas por los principios humanitarios de la ley. Aquí hemos comenzado a construir una ciudad llamada ‘Nauvoo’, en el condado de Hancock. Nuestra población es ahora de 6.000 a 8.000 personas, además de un vasto número que habita en el condado vecino, y en casi cada condado de este estado. Se nos ha concedido un permiso legal para construir una ciudad y también para formar una legión, cuyas tropas tienen ahora mil quinientos soldados. También tenemos un permiso legal para fundar una universidad y crear una sociedad manufacturera y agrícola. Tenemos nuestras propias leyes y administradores, y poseemos todos los privilegios de los cuales disfrutan todos los ciudadanos libres y progresistas.

“La persecución no ha detenido el progreso de la verdad, sino que sólo ha añadido combustible a la llama, puesto que la verdad avanza con una rapidez cada vez mayor. En medio del reproche y de la calumnia, orgullosos de la causa a la cual nos hemos aferrado, y conscientes de nuestra inocencia y de la verdad de nuestro sistema, los élderes de la Iglesia han marchado adelante y sembrado el Evangelio en casi cada uno de los estados de la Unión; ha penetrado en nuestras ciudades, ha sido predicado en pequeños pueblos y villas, y ha hecho que miles de nuestros nobles, inteligentes y patrióticos ciudadanos obedezcan sus mandatos divinos y sean gobernados por verdades sagradas. Se ha difundido también en Inglaterra, Irlanda, Escocia y Gales, adonde se han enviado unos pocos de nuestros misioneros y donde en el año 1840, más de 5.000 personas se unieron a los principios de la verdad; en todo lugar hay ahora grandes números de personas uniéndose a la Iglesia.

“Nuestros misioneros se dirigen a varias naciones, y en Alemania, Palestina, Nueva Holanda, Australia, las Indias Orientales y otros lugares, el Estandarte de la verdad se ha izado. Ninguna mano impía puede detener el progreso de la obra: las persecuciones se encarnizarán, el populacho podrá conspirar, los ejércitos podrán juntarse, y la calumnia podrá difamar, mas la verdad de Dios seguirá adelante valerosa, noble e independientemente, hasta que haya penetrado en todo continente, visitado toda región, abarcado todo país y resonado en todo oído, hasta que se cumplan los propósitos de Dios, y el gran Jehová diga que la obra está concluida.

“Nosotros creemos en Dios el Eterno Padre, y en su Hijo Jesucristo, y en el Espíritu Santo.

“Creemos que los hombres serán castigados por sus propios pecados, y no por la transgresión de Adán.

“Creemos que por la expiación de Cristo, todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio.

“Creemos que los primeros principios y ordenanzas del Evangelio son: (1) Fe en el Señor Jesucristo; (2) Arrepentimiento; (3) Bautismo por inmersión para la remisión de los pecados; (4) Imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo.

“Creemos que el hombre debe ser llamado por Dios, por profecía y la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad, a fin de que pueda predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas.

“Creemos en la misma organización que existió en la Iglesia Primitiva, esto es, apóstoles, profetas, pastores, maestros, evangelistas, etc.

“Creemos en el don de lenguas, profecía, revelación, visiones, sanidades, interpretación de lenguas, etc.

“Creemos que la Biblia es la palabra de Dios hasta donde esté traducida correctamente; también creemos que el Libro de Mormón es la palabra de Dios.

“Creemos todo lo que Dios ha revelado, todo lo que actualmente revela, y creemos que aún revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino de Dios.

“Creemos en la congregación literal del pueblo de Israel y en la restauración de las Diez Tribus; que Sión (la Nueva Jerusalén) será edificada sobre el continente americano; que Cristo reinará personalmente sobre la tierra, y que la tierra será renovada y recibirá su gloria paradisíaca.

“Reclamamos el derecho de adorar a Dios Todopoderoso conforme a los dictados de nuestra propia conciencia, y concedemos a todos los hombres el mismo privilegio: que adoren cómo, dónde o lo que deseen.

“Creemos en estar sujetos a los reyes, presidentes, gobernantes y magistrados; en obedecer, honrar y sostener la ley.

“Creemos en ser honrados, verídicos, castos, benevolentes, virtuosos y en hacer el bien a todos los hombres; en verdad, podemos decir que seguimos la admonición de Pablo: Todo lo creemos, todo lo esperamos; hemos sufrido muchas cosas, y esperamos poder sufrir todas las cosas. Si hay algo virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza, a esto aspiramos.

“Muy atentamente, José Smith” (History of the Church, tomo IV, págs. 536–541; véase “Escritos y discursos de los profetas de nuestros días”, Liahona, junio de 1978, págs. 39–44).

¿Cómo pasaron los Artículos de Fe a ser parte de las Escrituras?

“En 1851, los Artículos de Fe se incluyeron en la primera edición de la Perla de Gran Precio que se publicó en la Misión Británica. Después que la Perla de Gran Precio se revisó en 1878 y que pasó a formar parte de los libros canónicos en 1880, los Artículos de Fe pasaron a ser doctrina oficial de la Iglesia” (La historia de la Iglesia en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, pág. 291).

¿Qué trascendencia tienen los Artículos de Fe?

Los Artículos de Fe ayudan a los miembros de la Iglesia a explicar y a defender muchos principios del Evangelio. El élder L. Tom Perry, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, escribió:

“Qué gran bendición sería que todos los miembros de la Iglesia memorizaran los Artículos de Fe y obtuviesen conocimiento de los principios que contiene cada uno de ellos. Estaríamos mejor preparados para dar a conocer el Evangelio a los demás…

“…contienen exposiciones directas y sencillas de los principios de nuestra religión, y constituyen una poderosa evidencia de la inspiración divina que poseía el profeta José Smith.

“Exhorto a cada uno de ustedes a estudiar los Artículos de Fe y las doctrinas que enseñan… Si los utilizan como guía para dirigir sus estudios de la doctrina del Salvador, se encontrarán preparados para expresar su testimonio de la Iglesia restaurada y verdadera del Señor. Con convicción podrán decir: ‘Creemos en esto’ ” (“Los Artículos de Fe”, Liahona, julio de 1998, págs. 23, 25).

ARTÍCULOS DE FE 1:1–4

DIOS Y SU PLAN DE SALVACIÓN

Artículos de Fe 1:1. Tres Seres separados y distintos.

El élder Dallin H. Oaks, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo:

“Junto con las demás denominaciones cristianas, creemos en una Trinidad compuesta del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; sin embargo, testificamos que estos tres miembros de la Trinidad son tres Seres distintos y separados.

También testificamos que Dios el Padre no es sólo un espíritu sino una persona glorificada, con un cuerpo tangible, como lo es Su Hijo resucitado, Jesucristo…

“…muchos cristianos rechazan la idea de un Dios tangible y de una Trinidad compuesta de tres Seres separados. Creen que Dios es espíritu y que la Trinidad es un solo Dios…

“El conflicto entre el mundo especulativo de la filosofía griega y la fe y las prácticas simples y literales de los primeros cristianos produjo severas contenciones que amenazaron ensanchar las divisiones políticas del fragmentado Imperio Romano. Eso llevó al emperador Constantino a convocar el primer concilio mundial de la iglesia en el año 325 d. de J. C. La decisión de este concilio de Nicea permanece como el acontecimiento singular más importante, después de la muerte de los apóstoles, en lo que respecta a la definición del concepto cristiano de la Trinidad. El Credo de Nicea borró la idea de los seres separados de Padre e Hijo, al definir a Dios el Hijo como ‘una substancia con el Padre’.

“Hubo concilios posteriores y de sus decisiones y de los escritos de religiosos y filósofos, surgió una síntesis de la filosofía griega y de la doctrina cristiana, en la que los cristianos ortodoxos de esa época perdieron la plenitud de la verdad con respecto a la naturaleza de Dios y a la Trinidad. Las consecuencias de ello persisten en los varios credos cristianos que declaran una Trinidad de un solo ser y que describen a ese ser solo, o Dios, como ‘incomprensible’ y ‘sin cuerpo, partes o pasiones’. Una de las características que distinguen a la doctrina de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es el rechazo de todos esos credos posbíblicos…

“…La Primera Visión de José Smith demostró que los conceptos que prevalecían con respecto a la naturaleza de Dios y a la Trinidad no eran verdaderos y que no podrían conducir a sus adherentes al destino que Dios deseaba para ellos…

“…podemos entender lo que Él ha revelado sobre Sí mismo y sobre los otros miembros de la Trinidad. Y ese conocimiento es esencial para comprender el propósito de la vida terrenal y de nuestro destino eterno” (“La Apostasía y la Restauración”, Liahona, julio de 1995, págs. 95–97).

Artículos de Fe 1:1. “Dios, el Padre Eterno”.

En una exposición doctrinal llevada a cabo en 1916, la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles declararon: “Dios el Eterno Padre, a quien damos el exaltado título de ‘Elohim’, es el Padre literal de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, así como de los espíritus de la raza humana” (“El Padre y el Hijo”, Mi reino se extenderá, pág. 80).

El presidente Brigham Young dijo:

“Quiero decir a cada uno de ustedes aquí presentes que ya conocen muy bien a Dios, nuestro Padre Celestial, o sea, el gran Elohim. Lo conocen muy bien porque todos ustedes han vivido en Su casa y han estado con Él año tras año; y, sin embargo, aún están buscando conocerlo, cuando en realidad simplemente se han olvidado de lo que sabían…

“No hay nadie que no sea hijo o hija de ese Ser Supremo [el Padre Celestial]. En el mundo espiritual, sus espíritus fueron primeramente engendrados y dados a luz, y vivieron allí con sus padres durante mucho tiempo antes de venir aquí” (en Journal of Discourses, tomo IV, pág. 216).

Artículos de Fe 1:1. “Su Hijo Jesucristo”.

El presidente Heber J. Grant expuso: “Nosotros creemos sin ninguna duda que Jesucristo es el Hijo de Dios, engendrado por Dios, el Primogénito en el espíritu y el Unigénito en la carne; que Él es tan Hijo de Dios como lo somos nosotros de nuestros padres terrenales” (citado en Doctrina del Evangelio, Manual del alumno, Religión 231–232, pág. 13).

El élder Neal A. Maxwell, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, testificó:

“Ya sea que se le llame, en forma descriptiva, Creador, Hijo Unigénito, Príncipe de Paz, Abogado, Mediador, Hijo de Dios, Salvador, Mesías, Autor y Consumador de la Salvación, Rey de reyes, yo testifico que Jesucristo es el único nombre bajo el cielo mediante el cual el hombre puede ser salvo. (Véase D. y C. 18:23.)

“Testifico que Él es totalmente inigualable en cuanto a lo que es, lo que sabe, lo que ha efectuado y lo que ha experimentado. Y aún así, nos llama tiernamente Sus amigos. (Véase Juan 15:15.)” (Véase “Divino Redentor”, Liahona, febrero de 1982, pág. 12).

Artículos de Fe 1:1. El Espíritu Santo.

El élder Spencer W. Kimball, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó:

“El Espíritu Santo es un revelador. Toda alma digna tiene el derecho de recibir revelación, la cual se obtiene por medio del Espíritu Santo. En la despedida que Moroni da a los lamanitas, dice:

“ ‘y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas’ (Moroni 10:5). Él —el Espíritu Santo— es un recordatorio que traerá a nuestra memoria las cosas que hemos aprendido, en el momento que las necesitemos. Él es un inspirador que pondrá palabras en nuestra boca, esclarecerá nuestra comprensión y dirigirá nuestros pensamientos. Él nos testificará de la divinidad del Padre y del Hijo, de Sus misiones, y del programa que nos han dado. Él es un maestro y aumentará nuestro conocimiento. Él es un compañero y caminará con nosotros, nos inspirará a lo largo del camino, guiará nuestros pasos, nos avisará de nuestras debilidades, fortalecerá nuestras resoluciones, y nos revelará propósitos y aspiraciones justas” (citado en Doctrina del Evangelio, Manual del alumno, Religión 231–232, pág. 16).

Artículos de Fe 1:2. La transgresión de Adán y Eva.

El élder James E. Faust, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó:

“Debido a su transgresión, Adán y Eva, al decidir abandonar su estado de inocencia (véase 2 Nefi 2:23–25), fueron expulsados de la presencia de Dios; esto se conoce entre los cristianos como la Caída, o la transgresión de Adán. Fue una muerte espiritual porque Adán y Eva fueron separados de la presencia de Dios y se les dio el albedrío ‘para actuar por sí mismos, y no para que se actúe sobre ellos’ (2 Nefi 2:26). También se les dio el gran poder de la procreación para que pudieran cumplir el mandamiento de multiplicarse y llenar la tierra, y tener gozo en su posteridad (véase Génesis 1:28).

“El resto de su posteridad también quedó al margen de la presencia de Dios (véase 2 Nefi 2:22–26). Sin embargo, la posteridad de Adán y Eva era inocente del pecado original, dado que no participó en la transgresión y, por lo tanto, era injusto que toda la humanidad sufriera eternamente por el pecado de nuestros primeros padres, Adán y Eva. Era necesario poner en orden esa injusticia y, por lo tanto, se necesitaba el sacrificio expiatorio de Jesús en Su función de Salvador y Redentor. Debido al hecho trascendental de la Expiación, es posible que toda alma obtenga el perdón de sus pecados, que éstos se limpien y se olviden” (véase “El divino don de la Expiación”, Liahona, enero de 1989, págs. 13–14).

Artículos de Fe 1:2. El castigo por nuestros propios pecados.

El élder Dallin H. Oaks dijo:

“A fin de tener derecho a reclamar la victoria del Salvador sobre la muerte espiritual que sufrimos por nuestros pecados, debemos aceptar las condiciones que Él nos ha impuesto. Según Él mismo nos ha dicho en la revelación moderna: ‘…yo, Dios, he padecido estas cosas por todos, para que no padezcan, si se arrepienten;

“ ‘mas si no se arrepienten, tendrán que padecer así como yo’ (D. y C. 19:16–17)” (“La luz y la vida del mundo”, Liahona, enero de 1988, pág. 62).

Artículos de Fe 1:3. “Por la Expiación de Cristo”.

El élder David B. Haight, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, testificó:

“Creemos que Cristo vino al mundo para rescatar a la humanidad de la muerte temporal y espiritual que trajo al mundo la caída de Adán, y que Su sangre inocente se vertió para que la humanidad resucite en inmortalidad, y para que aquellos que crean y obedezcan Sus leyes se levanten para vivir eternamente.

“La salvación se ha administrado en los mismos términos y condiciones en todas las edades. Los hombres deben tener fe en Jesucristo, arrepentirse de sus pecados, bautizarse en Su nombre, recibir el don del Espíritu Santo y permanecer fieles para lograr la vida eterna.

“El Señor Dios ha enviado a Sus santos profetas entre todos los hijos de los hombres en todas las edades para declarar estas cosas, así como lo hace hoy en día (véase Mosíah 3:13)” (“Nuestro Señor y Salvador”, Liahona, julio de 1988, pág. 22).

El élder James E. Faust, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó: “Existe una diferencia entre la inmortalidad, o existencia eterna, y la vida eterna, que significa tener un lugar en la presencia de Dios. Por medio de la gracia de Jesucristo, todos los hombres reciben la inmortalidad, justos o injustos, rectos o pecadores. Sin embargo, la vida eterna es ‘el mayor de todos los dones de Dios’ (D. y C. 14:7). Según nos dice el Señor, obtenemos ese gran don ‘si guardas mis mandamientos y perseveras hasta el fin’. Si lo hacemos, la promesa es: ‘…tendrás la vida eterna’ (D. y C. 14:7)” (véase “El divino don de la Expiación”, Liahona, enero de 1989, pág. 14).

Artículos de Fe 1:3. La obediencia a Dios.

El profeta José Smith dijo: “…para obtener la salvación no sólo tenemos que hacer algunas cosas, sino todo lo que Dios ha mandado. Los hombres podrán predicar y practicar todo menos aquellas cosas que Dios nos manda hacer, y por fin se condenarán… Mi objeto es obedecer y enseñar a otros a obedecer a Dios precisamente en las cosas que Él nos manda. No importa que el principio sea popular o impopular, siempre sostendré un principio verdadero, aunque yo sea el único” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 410).

Artículos de Fe 1:3. Las leyes y las ordenanzas del Evangelio.

El élder ElRay L. Christiansen, que fue Ayudante del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo:

“Si guardamos las leyes y los convenios del bautismo, y honramos el sacerdocio y sus convenios, se nos permitirá entrar en el templo del Señor y allí hacer convenios con Él, los que a la vez, si los guardamos, nos harán merecedores de la plenitud de gozo en el reino de nuestro Padre y de ser investidos con los poderes, los derechos, las bendiciones y las promesas de bendiciones que embellecerán nuestra vida, nos bendecirán eternamente y nos brindarán un regocijo que excede a nuestro poder de comprensión.

“…¡Qué esperanza, qué seguridad, qué dicha traerá eso al corazón de los hombres!” (en “Conference Report”, abril de 1955, pág. 30).

Artículos de Fe 1:4. Los primeros principios y ordenanzas del Evangelio.

El profeta José Smith enseñó: El bautismo es por señal a Dios, a los ángeles y a los cielos que hemos cumplido con la voluntad de Dios; y no hay otro modo bajo los cielos que Dios haya ordenado para que el hombre venga a Él y sea salvo y entre en el reino de Dios, sino por la fe en Jesucristo, el arrepentimiento y el bautismo para la remisión de los pecados —y si se hace de cualquier otro modo será en vano— y entonces tendréis la promesa del don del Espíritu Santo” (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 239–240).

Artículos de Fe 1:4. Fe en el Señor Jesucristo.

El presidente Joseph Fielding Smith escribió: “El primer principio del Evangelio es fe en el Señor Jesucristo; y naturalmente no vamos a tener fe en el Señor Jesucristo sin tener fe en Su Padre. Entonces, si tenemos fe en Dios el Padre y en el Hijo y somos guiados, tal como debería serlo, por el Espíritu Santo, tendremos fe en los siervos del Señor mediante los cuales Él ha hablado” (Doctrina de Salvación, tomo II, pág. 285).

Artículos de Fe 1:4. El arrepentimiento.

El presidente Joseph F. Smith enseñó: “El arrepentimiento verdadero no sólo es sentir pesar por los pecados y hacer humilde penitencia y contrición delante de Dios, sino que comprende la necesidad de apartarse del pecado, la suspensión de toda práctica y hechos inicuos, una reformación completa de vida, un cambio fundamental de lo malo a lo bueno, del vicio a la virtud, de las tinieblas a la luz. No sólo esto, sino hacer restitución hasta donde sea posible, por todas las cosas malas que hayamos hecho, y pagar nuestras deudas y restaurar a Dios y a los hombres sus derechos, aquello que nosotros les debamos” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, pág. 63).

El élder James E. Talmage, que fue miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, advirtió: “Cuanto más intencional es el pecado, tanto más se dificulta el arrepentimiento. Mediante la humildad y un corazón contrito, los pecadores pueden aumentar su fe en Dios y obtener de Él, de este modo, el don del arrepentimiento. Al paso que se va demorando el arrepentimiento, la habilidad para arrepentirse se va debilitando; el pasar por alto las oportunidades en cuanto a cosas santas produce la inhabilidad” (Los Artículos de Fe, pág. 126).

Artículos de Fe 1:4. El bautismo por inmersión para la remisión de los pecados.

El élder Joseph F. Smith, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo: “Bautismo significa inmersión en el agua, y debe administrarlo, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, uno que tenga la autoridad. El bautismo sin autoridad divina no es válido. Es un símbolo de la sepultura y de la resurrección de Jesucristo, y debe efectuarse a semejanza de ello” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, pág. 65).

El élder Richard G. Scott, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “Cuando se bautiza un alma arrepentida, todos los pecados anteriores quedan perdonados y no hay que recordarlos. Si el arrepentimiento es completo y uno se ha purificado, se tiene una nueva visión de la vida y sus posibilidades maravillosas. ¡Qué magnífica es esta promesa del Señor!: ‘He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más’ El Señor es fiel a Su palabra y siempre lo será” (“Busquemos el perdón”, Liahona, julio de 1995, pág. 86).

El élder James E. Talmage escribió: “El objeto especial del bautismo es proporcionar la entrada a la Iglesia de Cristo con la remisión de pecados. ¿Qué necesidad hay de multiplicar palabras para comprobar el valor de esta ordenanza divinamente señalada? ¿Qué mejor don se podría ofrecer a la raza humana que un medio seguro de obtener perdón de la transgresión? La justicia prohíbe que se perdonen universal e incondicionalmente los pecados cometidos, salvo mediante la obediencia a la ley decretada; pero se proveen medios sencillos y eficaces por los cuales el pecador arrepentido puede hacer un convenio con Dios —ratificando dicho convenio con la señal que es reconocida en el cielo— de que se sujetará a las leyes de Dios; de esta manera se coloca a sí mismo dentro de los límites de la misericordia, bajo cuya influencia protectora puede ganar la vida eterna” (Los Artículos de Fe, pág. 135).

Artículos de Fe 1:4. La imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo.

El Señor dice que uno de los deberes de los élderes de la Iglesia es “confirmar por la imposición de manos a los que se bautizan en la iglesia, para que reciban el bautismo de fuego y del Espíritu Santo, de acuerdo con las Escrituras” (D. y C. 20:41). El élder Bruce R. McConkie, que fue miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo: “No existe un don mayor que se pueda obtener y del cual se pueda gozar en la vida terrenal, que el don del Espíritu Santo; ese don consiste en el derecho de tener la compañía constante de ese miembro de la Trinidad, y sólo se disfruta bajo la condición de la rectitud personal” (en “Conference Report”, abril de 1953, pág. 76). El élder Richard G. Scott, en ese entonces miembro de los Setenta, declaró que “mediante este don podemos recibir la verdad en toda su pureza para guiarnos en la vida, el consejo de Dios para resolver nuestros problemas y hasta Su poder para vencer obstáculos” (“El único camino que conduce a la felicidad”, Liahona, enero de 1980, pág. 109).

El élder James E. Faust, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó: “Este don poderoso da a los líderes y a todos los miembros dignos de la Iglesia el derecho de gozar de los dones y la compañía del Espíritu Santo, un miembro de la Trinidad cuyo propósito es el de inspirar, revelar y enseñar ‘todas las cosas’ (véase Juan 14:26). El resultado de este privilegio es que… los líderes y miembros de esta Iglesia han gozado y gozan de revelación e inspiración continuas que los guían a hacer lo que es justo y bueno” (“Comunión con el Espíritu Santo”, Liahona, julio de 1980, págs. 17–18). El élder Dallin H. Oaks testificó: “Ese Espíritu, el Espíritu Santo, es nuestro consolador, nuestro orientador, nuestro comunicador, nuestro intérprete, nuestro testigo y nuestro purificador: nuestro guía y santificador infalible en nuestra jornada terrenal hacia la vida eterna” (“Mujer, ¿por qué lloras?”, Liahona, enero de 1997, pág. 68).

ARTÍCULOS DE FE 1:5–13

LA IGLESIA RESTAURADA DE JESUCRISTO

Artículos de Fe 1:5. “Llamado por Dios, por profecía”.

El presidente Gordon B. Hinckley, en ese entonces Consejero de la Primera Presidencia, enseñó: “El derecho de llamar [a miembros para que sirvan en un cargo en la Iglesia] corresponde al oficial u oficiales superiores a cualquier nivel, pero ese nombramiento debe ser sostenido, es decir, aceptado y confirmado, por los miembros de la Iglesia. Este procedimiento es particular de la Iglesia del Señor. No se buscan los cargos, no se maniobra para obtener posiciones, no se hacen campañas para proclamar las virtudes del candidato. Comparen lo que hace el Señor con lo que hace el mundo: lo que hace el Señor es sencillo, pacífico y sin ostentación ni costos monetarios; no hay en ello egotismo, vanidad ni ambición. En el plan del Señor, los que tienen la responsabilidad de seleccionar a los oficiales se rigen por una pregunta principal: ‘¿A quién quiere el Señor en este cargo?’. Hay deliberaciones calmadas y reflexivas y se ora mucho para recibir la confirmación del Santo Espíritu de que la elección es correcta” (véase “La obra sigue adelante”, Liahona, julio de 1994, págs. 64–65).

Acerca de los llamamientos dentro de la Iglesia, el élder Boyd K. Packer dijo: “…todo miembro de la Iglesia, por medio de la oración, puede recibir confirmación de que el quinto Artículo de Fe se ha honrado” (“A estos evita”, Liahona, julio de 1985, págs. 34–35).

Artículos de Fe 1:5. Llamado por Dios, por la imposición de manos.

El élder Boyd K. Packer dijo: “El sacerdocio no se le puede conferir como si fuera un diploma ni se le puede extender como un certificado; tampoco se le puede entregar en forma de mensaje ni enviar en una carta. Se recibe sólo por medio de la ordenanza adecuada. Un poseedor autorizado del sacerdocio debe estar presente y colocar las manos sobre la cabeza de usted y ordenarlo” (“That All May Be Edified”, 1982, pág. 28).

Artículos de Fe 1:5. “Por aquellos que tienen la autoridad”.

El presidente Joseph F. Smith enseñó: “Pero es necesario que todo acto que se efectúe bajo esta autoridad se realice en el momento y en el lugar apropiados, en la debida forma y de acuerdo con el orden correcto. El poder para dirigir estas obras constituye las llaves del sacerdocio. Sólo una persona a la vez, el Profeta y Presidente de la Iglesia, posee estas llaves en su plenitud; él puede delegar cualquier parte de este poder a otro hombre y, en tal caso, esa persona posee las llaves de esa obra en particular” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, pág. 151).

En relación con el poder y la autoridad del sacerdocio, el élder Boyd K. Packer dijo:

“El poder que reciban dependerá de la forma en que utilicen este sagrado e intangible don.

“La autoridad la recibirán por medio de la ordenación, pero tendrán el poder mediante la obediencia y la dignidad personal” (véase “El Sacerdocio Aarónico”, Liahona, febrero de 1982, pág. 59).

Artículos de Fe 1:6. “La misma organización que existió en la Iglesia Primitiva”.

El élder Ezra Taft Benson, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó:

“Entre todas las sectas que profesan la cristiandad, es de creencia común el hecho de que Jesucristo estableció Su Iglesia divina aquí sobre la tierra, durante Su ministerio entre los hombres…

“…Él trajo consigo una ley mayor, una ley de amor, el Evangelio de amor, y estableció Su Iglesia. Él escogió oficiales y leemos entonces acerca de apóstoles, de setentas, obispos, élderes [ancianos], presbíteros, maestros y diáconos, y uno de los miembros de ese grupo de líderes dijo más adelante que esos oficiales debían permanecer en la Iglesia con el propósito de ‘…perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,

“ ‘hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe’ (Efesios 4:12–13.)…

“…Pero aun durante esa época había evidencias del comienzo de una apostasía…

“…La corrupción de los sencillos principios del Evangelio, la introducción de filosofías paganas, el agregado injustificado de ceremonias inventadas por el hombre sin autorización, los cambios en la organización y en el gobierno, todo ello y más son evidencias [de una apostasía]…

“Quedaron entonces sólo iglesias establecidas por el hombre, sin autoridad, las cuales se excomulgaron las unas a las otras. No queda la menor duda de que en ese momento la apostasía fue completa.

“Como la Iglesia restaurada, afirmamos que, una vez que hubo terminado la era apostólica, la Iglesia fue cayendo hasta llegar a la apostasía, que la sucesión en el sacerdocio se desarticuló y que la Iglesia, como una organización terrenal que funcionaba bajo la dirección divina y tenía la autoridad para oficiar en las ordenanzas espirituales, dejó de existir” (en “Conference Report”, octubre de 1949, págs. 23–26).

El élder David B. Haight dijo: “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días proclama al mundo que es la Iglesia de Cristo restaurada. Era necesaria la restauración porque a los profetas y apóstoles que formaban el cimiento de la Iglesia original del Señor los mataron o fueron llevados de otra forma. La Iglesia de hoy está edificada sobre el cimiento de profetas y apóstoles teniendo a Jesucristo como su piedra angular principal. Por lo tanto, no es una reforma, ni una revisión, ni una reorganización, ni una mera secta. Es la Iglesia de Jesucristo restaurada en los últimos días” (véase “Un profeta de Dios”, Liahona, julio de 1986, pág. 4).

Artículos de Fe 1:6. Los apóstoles.

El presidente Gordon B. Hinckley explicó:

“La palabra apóstol, en su significado original, quiere decir ‘enviado’. Si empleáramos tal definición para referirnos a una persona enviada con verdadera autoridad y responsabilidad, describiría perfectamente el llamamiento tal como fue dado en la época en que nuestro Señor vivió en la tierra y tal como se ha dado en nuestra propia época…

“…Una vez seleccionados [los primeros apóstoles de esta dispensación], fueron convocados a una reunión llevada a cabo en Kirtland, el 27 de febrero de 1835. Oliver Cowdery sirvió de secretario en esa reunión y escribió lo siguiente en las minutas:

“ ‘El presidente Smith preguntó lo siguiente: ¿Qué importancia lleva el llamamiento de los Doce Apóstoles, que es diferente de los otros llamamientos u oficiales de la Iglesia?

“ ‘Después que… analizaron la pregunta, el presidente José Smith, hijo, tomó la siguiente decisión:

“ ‘Son los Doce Apóstoles los que han sido llamados al oficio del Sumo Consejo Viajante, y son los que deben presidir las ramas de la Iglesia de los santos entre los gentiles, donde no se haya establecido una presidencia; y han de viajar y predicar entre los gentiles, hasta que el Señor les mande ir a los judíos. Tendrán las llaves de este ministerio, de abrir la puerta del reino de los cielos a todas las naciones y predicar el Evangelio a toda criatura. Éste es el poder, autoridad y virtud del apostolado” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 82).

“Tal como se establece en revelaciones posteriores, estos hombres han de obrar bajo la dirección de la Primera Presidencia e ir como ‘testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo’ (D. y C. 107:23).

“Cuando requieran ayuda en tal deber, la solicitarán a los Setenta y luego a otros más, según lo dictaren las circunstancias” (véase “Testigos especiales de Cristo”, Liahona, julio de 1984, págs. 89–91).

Artículos de Fe 1:6. Los profetas.

El élder Hugh B. Brown, en ese entonces Ayudante del Quórum de los Doce Apóstoles, dio el siguiente “perfil de un profeta”:

“Las siguientes características deben distinguir al hombre que dice ser profeta.

“A. Afirmará sin reservas que Dios le ha hablado.

“B. Cualquier hombre que diga serlo será alguien digno que posea un mensaje acorde; que no se trate de una mesa que se mueva ni de espíritus de muertos que hablen, ni de clarividencia sino de una declaración inteligente de la verdad.

“C. Cualquier hombre que sostenga ser un profeta de Dios declarará su mensaje sin miedo ni temor a la opinión pública.

“D. Si habla en nombre de Dios, no se echará para atrás aun cuando lo que enseñe sea nuevo y contrario a las enseñanzas aceptadas de la época. Un profeta da testimonio de lo que ha visto y oído, y muy rara vez trata de hacer una polémica de ello. Su mensaje, y no él, es lo que importa.

“E. Ese hombre hablará en el nombre del Señor diciendo: ‘Jehová [el Señor] ha dicho así’, como lo hicieron Moisés, Josué y otros profetas.

“F. Ese hombre podrá predecir acontecimientos futuros en el nombre del Señor y ellos ocurrirán, tal como sucedió con Isaías y Ezequiel.

“G. No sólo tendrá un importante mensaje para su época sino también muchas veces un mensaje para tiempos futuros, como ocurrió con Daniel, Jeremías y otros.

“H. Él tendrá la suficiente valentía y fe para perseverar a pesar de la persecución y para dar su vida, si fuese necesario, por la causa que defiende, tal como sucedió con Pedro, Santiago, Pablo y otros más.

“I. Ese hombre denunciará la iniquidad sin miedo. Por lo general, será rechazado o perseguido por la gente de su época, pero las generaciones futuras y los descendientes de sus perseguidores edificarán monumentos en su honor.

“J. Él podrá realizar cosas extraordinarias que, sin la ayuda de Dios, ningún hombre podría hacer. Las consecuencias o los resultados de su mensaje y de su obra serán una evidencia convincente de su llamamiento profético: ‘…por sus frutos los conoceréis’.

“K. Sus enseñanzas estarán en estricta conformidad con las Escrituras y sus palabras y escritos llegarán a ser Escritura” (The Profile of a Prophet, págs. 5–6).

Artículos de Fe 1:6. Los pastores (obispos).

El élder Bruce R. McConkie enseñó: “Los obispos son los supervisores, los pastores, los cuidadores y los jueces de sus rebaños” (A New Witness for the Articles of Faith, pág. 352).

El élder Robert D. Hales, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo: “Todos los miembros de la Iglesia pueden acudir a su obispo cuando necesiten ayuda, y pueden estar seguros de su amor por ellos y de que pueden seguir su consejo con confianza. Los obispos aprenden a no juzgar y a no comparar a la gente con un ideal de perfección, y a alegrarse de cualquier progreso que éstos logren” (“El manto de un obispo”, Liahona, julio de 1985, pág. 28).

Artículos de Fe 1:6. Los maestros.

El élder David O. McKay, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo: “La responsabilidad más grande que puede tener un hombre [o una mujer] es la de ser maestro de los hijos de Dios” (citado por el élder Jeffrey R. Holland en “Venido de Dios como maestro”, Liahona, julio de 1998, pág. 26).

Artículos de Fe 1:6. Los evangelistas (patriarcas).

El presidente Thomas S. Monson, Consejero de la Primera Presidencia, explicó:

“El mismo Señor que le proporcionó una Liahona a Lehi, nos brinda a nosotros hoy un instrumento valioso que da dirección a nuestra vida, que marca los peligros que se nos interponen y nos traza un camino seguro hacia nuestra morada celestial. El valioso don al cual me refiero es nuestra bendición patriarcal, y ese valioso tesoro personal está al alcance de todo miembro digno de la Iglesia.

“ ‘La bendición patriarcal’, escribió la Primera Presidencia en una carta dirigida a los presidentes de estaca, ‘constituye una declaración inspirada del linaje de quien la recibe y, cuando así lo indica el Espíritu, proporciona una guía inspirada y profética de la misión de la persona, además de las bendiciones, consejos y admoniciones que el patriarca se sienta inspirado a dar para la cristalización de esa misión, dejándose siempre en claro que el cumplimiento de todas las bendiciones prometidas está sujeto a la fidelidad que la persona demuestra hacia el Evangelio del Señor, cuyo siervo es el patriarca’. (Carta de la Primera Presidencia a los presidentes de estaca, 28 de junio de 1958.)

“¿Quién es este hombre, este patriarca por el cual fluye el poder de vidente y del sacerdocio? ¿Cómo recibe el llamamiento? El Consejo de los Doce Apóstoles tiene la responsabilidad especial de llamar a tales hombres. Basándome en mi propia experiencia, testifico que los patriarcas son llamados de Dios por profecía. ¿De qué otra forma podría nuestro Padre Celestial revelar el nombre de aquellos a quienes tales poderes proféticos se han de conceder? Un patriarca posee un oficio ordenado en el Sacerdocio de Melquisedec. El oficio de patriarca, sin embargo, es el de bendecir y no de administrar. Nunca he llamado a un hombre a este sagrado oficio sin haber sentido la influencia del Señor en mi decisión” (véase “Vuestra bendición patriarcal: Una liahona de luz”, Liahona, enero de 1987, pág. 64).

Artículos de Fe 1:7. Los dones del Espíritu.

El élder Bruce R. McConkie escribió:

“Por la gracia de Dios, después que el hombre haya ejercido devoción, fe y obediencia, se le confieren ciertas bendiciones espirituales llamadas dones del Espíritu, las cuales se reciben sólo si se obedece aquella ley sobre la cual se basan; no obstante, se les llama dones porque están a libre disposición de todos los obedientes…

“Su propósito es iluminar, alentar y edificar a los fieles para que ellos puedan obtener paz en esta vida y ser guiados hacia la vida eterna en el mundo venidero. El hecho de que existan es una prueba de la divinidad de la obra del Señor” (Mormon Doctrine, pág. 314).

El profeta José Smith enseñó: “Pablo dice que a uno es dado el don de lenguas, a otro el profetizar y a otro el don de sanidades, y luego añade: ‘¿Tienen todos dones de sanidad? ¿hablan todos lenguas? ¿interpretan todos?’ Esto evidentemente indica que no todos poseían estos dones diversos, sino que uno recibía un don y otro recibía otro don; y no todos profetizaban, no todos hablaban lenguas, no todos obraban milagros, pero todos recibían el don del Espíritu Santo. En los días de los apóstoles, los prosélitos a veces hablaban en lenguas y profetizaban, y a veces no. Así sucede con nosotros” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 296).

Artículos de Fe 1:7. El don de lenguas y la interpretación de lenguas.

El élder Bruce R. McConkie enseñó que el don de lenguas y la interpretación de lenguas “es de naturaleza doble: (1) el aprender a hablar otras lenguas, el comprender las palabras que pronuncia gente que no habla nuestro idioma y el traducir lo que esté escrito en otras lenguas; y (2) el hablar o comprender idiomas extranjeros y desconocidos sin premeditación. La primera es mucho más importante y la que más comúnmente se confiere; la segunda es más emocionante y puede abarcar lenguas que hablen otras personas, vivas o muertas, o idiomas desconocidos durante mucho tiempo por los hombres. Por ejemplo, algunos han hablado en el lenguaje adámico puro.

“Tanto el don de lenguas como el don de interpretación de lenguas se confieren principalmente para la predicación del Evangelio. Los misioneros aprenden las lenguas de aquellos entre los cuales llevan a cabo la obra y, en ocasiones, se les concede el poder, por corto tiempo, de predicar y comprender sin haber estudiado y luchado por lograrlo…

“De todos los dones de Dios, el de lenguas y su interpretación son los que más fácil y peligrosamente se imitan. Los hombres pueden hablar e interpretar por medio del poder intelectual y, por tanto, valerse de su destreza para enseñar mentiras y fomentar herejías. Lucifer puede hacer que sus discípulos empleen absurdas galimatías en lenguas conocidas por los diablos” (A New Witness for the Articles of Faith, pág. 374).

Artículos de Fe 1:7. La profecía.

El élder James E. Talmage explicó: “Profetizar es recibir y manifestar la palabra de Dios, y declarar Su voluntad al pueblo. La obra de profetizar, que tan frecuentemente se considera como el único rasgo esencial de la profecía, no es sino una de las muchas características de este poder divinamente dado. El profeta tiene tanto que ver con lo pasado, como con lo que toca a lo presente y lo futuro; puede utilizar su don para enseñar, valiéndose de la experiencia de acontecimientos pasados, así como para predecir lo que sucederá. Dios confía Sus secretos a Sus profetas, quienes tienen el privilegio de enterarse de Su voluntad y fines” (Los Artículos de fe, pág. 253).

Artículos de Fe 1:7. La sanidad.

Él élder James E. Faust, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo: “Creemos en el don de sanidades. Para mí, este don incluye la sanidad tanto del cuerpo como del espíritu. El Espíritu le infunde paz al alma. Este solaz espiritual se logra invocando los dones espirituales, los cuales se obtienen y se manifiestan de muchas maneras. En la Iglesia hoy día, éstos abundan plena y ricamente; nacen del uso apropiado y humilde del testimonio; se manifiestan también al bendecir a los enfermos después de la unción con aceite consagrado. Cristo es el gran Médico que se levantó de entre los muertos ‘con salvación en sus alas’ (2 Nefi 25:13), mientras que es por medio del Consolador que sanamos” (“Sanidad espiritual”, Liahona, julio de 1992, pág. 7).

Artículos de Fe 1:7. Otros dones espirituales.

El élder Dallin H. Oaks explicó:

“En una bendición del sacerdocio, un siervo del Señor ejerce el sacerdocio inspirado por el Espíritu Santo, para invocar los poderes del cielo en beneficio de la persona a quien bendice. Son bendiciones que confieren los poseedores del Sacerdocio de Melquisedec, el cual tiene las llaves de todas las bendiciones espirituales de la Iglesia (véase D. y C. 107:18, 67).

“Hay muchas clases de bendiciones del sacerdocio. Al darles ejemplos, recuerden que estas bendiciones están a disposición de todos los que las necesiten, pero sólo si las piden.

“…Las bendiciones patriarcales las confiere un patriarca ordenado.

“Las personas que desean una guía para tomar decisiones importantes pueden recibir una bendición; también las que necesitan fuerza espiritual extra para sobreponerse a un problema. La mujer que está esperando un bebé puede recibir una bendición antes de dar a luz. Muchas familias de la Iglesia recuerdan la ocasión sagrada en que el padre ha dado una bendición a uno de sus hijos que estaba por casarse. Los hijos que salen del hogar paterno por otros motivos, como los estudios, el servicio militar o un viaje largo, muchas veces piden a su padre una bendición…

“A menudo, los misioneros piden una bendición a su padre antes de partir…

“Las bendiciones como las que acabo de describir a veces se llaman bendiciones de consuelo o consejo y generalmente las da el padre, el esposo u otro élder de la familia. Éstas se pueden escribir y guardar en los registros familiares como guía espiritual para la persona así bendecida” (véase “Las bendiciones del sacerdocio”, Liahona, julio de 1987, págs. 34–35).

Artículos de Fe 1:8. Las Escrituras.

El élder Gene R. Cook, miembro de los Setenta, escribió: “Demos gracias por las Escrituras y demos gracias al Señor por Sus palabras que están tan llenas de Su Espíritu; no enfrentarán nada en la vida para lo cual los principios básicos no se encuentren en las Escrituras. La clave es comprenderlas y compartirlas con la familia. Nefi enseñó la valía de las Escrituras cuando dijo: ‘Los ángeles hablan por el poder del Espíritu Santo; por lo que declaran las palabras de Cristo. Por tanto, os dije: Deleitaos en las palabras de Cristo; porque he aquí, las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis hacer’ (2 Nefi 32:3). Es evidente que si las buscamos, el Señor nos proporcionará las respuestas en las Escrituras” (Raising Up a Family to the Lord, 1993, pág. 47).

Artículos de Fe 1:8. La Biblia es “la palabra de Dios hasta donde esté traducida correctamente”.

Aproximadamente seiscientos años antes del nacimiento de Jesucristo, el profeta Nefi previó la salida a la luz de una colección de escritos sagrados que ahora conocemos como la Biblia (véase 1 Nefi 13:20–25). Sin embargo, Nefi también profetizó sobre la corrupción de partes del texto bíblico. De acuerdo con lo que Nefi vio en la visión, estos cambios en la Biblia serían el resultado de la obra de una “iglesia grande y abominable”, que despojaría “muchas partes que son claras y sumamente preciosas, y también… muchos de los convenios del Señor…

“Y ha hecho todo esto para pervertir las rectas vías del Señor, para cegar los ojos y endurecer el corazón de los hijos de los hombres (1 Nefi 13:26–27; véanse también los versículos 28–29).

Aun cuando sabemos que la Biblia ha tenido algunas corrupciones en su texto y quizás, sin querer, algunos agregados, eliminaciones o cambios a lo largo de los siglos, podemos tener la seguridad de que la mano del Señor ha intervenido en su preservación y que es de gran valor para nosotros en la actualidad. El presidente Ezra Taft Benson enseñó:

“Aprecio de todo corazón la Biblia, tanto el Nuevo como el Antiguo Testamento. Este libro es una fuente de grandes verdades; nos enseña sobre la vida y el ministerio del Maestro; en sus páginas aprendemos que la mano de Dios ha dirigido los asuntos de Su pueblo desde el comienzo de la historia en la tierra. Sería imposible calcular el inmenso impacto que la Biblia ha tenido en la historia del mundo. El contenido de sus páginas ha bendecido la vida de generaciones.

“Pero a medida que se fueron sucediendo las generaciones, los hijos de los hombres no recibieron más Escrituras. Sin nuevas revelaciones para guiarlos, los hombres empezaron a interpretar la Biblia en distintas formas. Muchas iglesias y credos salieron a luz, cada uno de ellos basándose en la Biblia como fuente autorizada.

“Pero todo eso de ninguna manera disminuye el valor de la Biblia; este libro tan sagrado siempre ha tenido un valor inestimable para los hijos de los hombres. De hecho, fue un pasaje de la Biblia el que inspiró al profeta José Smith a ir a una arboleda cerca de su casa y arrodillarse a orar. Como consecuencia de eso, recibió la gloriosa visión que dio comienzo a la restauración de la plenitud del Evangelio de Jesucristo en la tierra. Esa visión también inició el periodo en que recibiríamos nuevas Escrituras que tendrían el mismo valor que la Biblia, al dar testimonio a un mundo pecador de que Jesús es el Cristo y de que Dios vive y ama a Sus hijos y todavía está íntimamente interesado en que logren su salvación y exaltación” (véase “El don de la revelación moderna”, Liahona, enero de 1987, pág. 79).

Artículos de Fe 1:8. El Libro de Mormón.

El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “Agradezco al Todopoderoso mi testimonio del Libro de Mormón, este maravilloso compañero de la Santa Biblia. Para comprobar su veracidad, hay que leerlo; yo hablo con la propiedad de alguien que lo ha leído una y otra vez y ha disfrutado de su belleza, su profundidad y su poder. Y pregunto: ¿Habría podido José Smith, el jovencito criado en la zona rural del estado de Nueva York, casi sin educación escolar, dictar en tan poco tiempo un libro tan complejo y tan uniforme en su contenido, con un número tan grande de personajes y tan extenso en su alcance? ¿Habría podido él, con su propia capacidad, crear el lenguaje, los pensamientos y la inspiración que han conmovido a millones de personas y les han hecho decir: ‘Es verdadero’? (en “Conference Report”, octubre de 1993, pág. 71; o Ensign, noviembre de 1993, págs. 51–52) (véase “Mi testimonio”, Liahona, enero de 1994, pág. 64).

Artículos de Fe 1:9. La revelación continua.

El élder David B. Haight dijo:

“Una de las características sobresalientes de la Iglesia es que declara recibir continua revelación del Señor… Hoy a la Iglesia la guía la misma relación que existió con la Deidad en las dispensaciones pasadas.

“Esa afirmación no se hace irreflexivamente. Yo sé que hay revelación porque soy testigo de hechos sagrados, los que también han experimentado otros que administran la obra.

“El principio de revelación por el Espíritu Santo es fundamental en la Iglesia del Señor. Los profetas de Dios reciben revelación por ese medio; también los miembros de la Iglesia pueden recibirla para confirmarles la verdad” (véase “Un profeta de Dios”, Liahona, julio de 1986, pág. 4).

El élder James E. Faust, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, declaró:

“Este sistema de revelación continua sucede en la Iglesia con mucha frecuencia. Tal como el presidente Wilford Woodruff declaró: ‘Este poder está con el Dios Todopoderoso y Él lo imparte a Sus siervos los profetas conforme lo necesiten, día a día, para edificar Sión’ (en Journal of Discourses, tomo XIV, pág. 33). Esto es necesario para que la Iglesia cumpla con su misión. Sin ello, fracasaría…

“No afirmamos que los profetas, videntes y reveladores sean infalibles y perfectos. No obstante, humildemente declaro que yo me he sentado junto a esos hombres y sé que su mayor deseo es saber y hacer la voluntad de nuestro Padre Celestial. Aquellos que se sientan en los consejos más altos de esta Iglesia y han sido testigos de cómo se recibe la inspiración y de cómo se toman las decisiones, saben que esa luz y verdad va más allá de la inteligencia o razonamiento humano. Esas profundas y divinas impresiones caen como el rocío del cielo y se posan sobre nosotros, tanto en forma personal como colectiva. Con esa inspiración, avanzamos en armonía y unión total” (véase “La revelación continua”, Liahona, enero de 1990, págs. 9, 11).

El élder James E. Talmage escribió: “El canon de las Escrituras todavía se halla abierto; quedan por agregarse muchas líneas, muchos preceptos; aún están por venir a la Iglesia y ser declaradas al mundo revelaciones que excederán en importancia y gloriosa plenitud a todas las que se hayan conocido” (véase Los Artículos de Fe, pág. 345).

Artículos de Fe 1:10. El recogimiento de Israel.

El élder James E. Talmage, al hablar sobre la casa de Israel de la antigüedad, escribió:

“…los israelitas han sido esparcidos tan completamente entre las naciones, que este pueblo disperso es considerado uno de los factores principales que han contribuido al origen y desarrollo de casi toda división principal de la familia humana. Esta obra de la dispersión se fue efectuando a través de muchas etapas y durante miles de años…

“Aunque han sido heridos de los hombres y muchos de ellos han desaparecido del conocimiento del mundo, los de Israel no están perdidos para su Dios. Él sabe dónde los han llevado o echado; Su corazón aún se inclina hacia ellos con amor paternal; y ciertamente Él los ha de traer en el debido tiempo y por los medios señalados a una posición de prosperidad e influencia como corresponde a Su pueblo del convenio… Tan completa como fue la dispersión será el recogimiento de Israel” (Los Artículos de Fe, págs. 350–351, 364).

Al hablar de la casa de Israel de la actualidad, el presidente Joseph Fielding Smith enseñó: “Toda persona que acepta el Evangelio llega a ser de la casa de Israel. En otras palabras, se convierten en miembros del linaje escogido, o en hijos de Abraham por conducto de Isaac y Jacob a quienes se hicieron las promesas” (véase Doctrina de Salvación, pág. 232).

El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “Así es que el recogimiento de Israel consiste en unirse a la Iglesia verdadera y llegar al conocimiento del Dios verdadero… Por lo tanto, cualquier persona que ha aceptado el Evangelio restaurado y que busca adorar al Señor en su propio idioma y con los santos del país en el cual vive, ha acatado la ley del recogimiento de Israel y es heredero de todas las bendiciones prometidas a los santos en los últimos días” (Teachings of Spencer W. Kimball, pág. 439).

Artículos de Fe 1:10. La restauración de las Diez Tribus.

El élder Bruce R. McConkie explicó: “En el próximo día milenario, Israel —que desde la muerte de Salomón había sido dividido en dos reinos, entre los que reinaba la discordia, los enfrentamientos y la rebeldía: el Reino de Israel, con sus Diez Tribus, y el Reino de Judá con el remanente; dos reinos destruidos hace mucho tiempo, con sus habitantes esparcidos por toda la tierra— llegará nuevamente a ser una sola nación, sobre las montañas de Israel, en la Palestina de sus antepasados… Nuevamente creerá en el Evangelio y recibirá las bendiciones del bautismo, tal como fueron suyas el día en que el Señor resucitado ministró entre ellos. Esas bendiciones y las bendiciones del templo les serán administradas” (A New Witness for the Articles of Faith, págs. 641–642).

Artículos de Fe 1:10. “Sión… será edificada sobre el continente americano”.

El presidente John Taylor declaró: “Estamos aquí para edificar la Iglesia de Dios, la Sión de Dios y el reino de Dios, y estar a mano para hacer lo que el Señor requiera: primero para depurarnos de la iniquidad, de la codicia y de la maldad de todo tipo, para abandonar todo pecado, cultivar el Espíritu de Dios y ayudar a edificar Su reino; para embellecer Sión, poseer moradas agradables, jardines y huertos bonitos, hasta que Sión sea el lugar más hermoso de toda la tierra… Sión se convertirá entonces en el orgullo y la gloria de toda la tierra” (The Gospel Kingdom, sel. G. Homer Durham, 1964, pág. 221).

El presidente Joseph Fielding Smith dijo: “Cuando José Smith tradujo el Libro de Mormón, se enteró de que América es la tierra de Sión que fue dada a José y a sus hijos, y que sobre esta tierra se va a edificar la ciudad de Sión o Nueva Jerusalén. También se dio cuenta de que la Jerusalén en Palestina se va a reconstruir y que llegará a ser una ciudad santa. Estas dos ciudades, una en la tierra de Sión y una en Palestina, llegarán a ser las capitales del reino de Dios durante el Milenio” (Doctrina de Salvación, tomo III, pág. 67).

El élder Bruce R. McConkie explicó: “Las estacas de Sión de ahora deben fortalecerse y perfeccionarse para que puedan mantener y apoyar a esa Sión que está destinada a edificarse. Cuando Sión se establezca completamente, será por medio de la obediencia a la ley del reino celestial, la cual, sólo en parte, está en vigencia en las estacas de Sión” (A New Witness for the Articles of Faith, pág. 592).

El Señor reveló que el “lugar central” de la ciudad de Sión de los últimos días será Independence, Misuri (véase D. y C. 57:1–3). El Señor también reveló que esa Sión, que se edificará antes de Su segunda venida (véase D. y C. 29:7–8; 49:24–25) será “la Nueva Jerusalén, una tierra de paz, una ciudad de refugio, un lugar de seguridad para los santos del Dios Altísimo;

“y la gloria del Señor estará allí, y el terror del Señor también estará allí, de tal manera que los inicuos no llegarán a ella, y se llamará Sión…

“…y será el único pueblo que no estará en guerra el uno contra el otro…

“Y acontecerá que los justos serán recogidos de entre todas las naciones, y vendrán a Sión” (D. y C. 45:66–67, 69, 71).

Artículos de Fe 1:10. “Cristo reinará personalmente sobre la tierra”.

El élder Bruce R. McConkie escribió: “En su calidad de Rey de toda la tierra, [Jesucristo] hará una de todas las naciones, y ellas, unidas bajo una sola cabeza, se convertirán en el reino de Dios y de Su Cristo, y Él reinará eternamente por siempre jamás. Cuando Él venga, sólo existirá Su ley, y Él restaurará a Sus jueces y gobernantes como al principio” (A New Witness for the Articles of Faith, pág. 642).

Artículos de Fe 1:10. “La tierra será renovada y recibirá su gloria paradisíaca”.

El élder Joseph Fielding Smith, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, escribió:

“El gran cambio que se efectuará cuando Cristo, nuestro Salvador, comience Su reino milenario será la restauración de las condiciones que existían antes de la caída del hombre…

“Ese cielo y tierra nuevos que surgirán cuando nuestro Señor venga a reinar serán la tierra misma con sus cielos renovados, o sea, restaurados a su condición y belleza primitivas. Todo será vuelto lo más cercanamente posible a la posición en que se encontraba al principio” (The Restoration of All Things, 1945, págs. 294–295).

Artículos de Fe 1:11. “El derecho de adorar a Dios Todopoderoso”.

La Primera Presidencia, en una declaración efectuada en 1979 a los miembros de la Iglesia de los Estados Unidos, declaró:

“La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días reconoce que una piedra angular esencial para una sociedad libre es el principio de la libertad religiosa. La primera enmienda a la constitución de los Estados Unidos prohíbe toda ‘ley concerniente al establecimiento de una religión o que prohíba su libre ejercicio’. La nuestra ha sido una sociedad que exhorta la libertad y la tolerancia religiosa…

“Por lo tanto, deploramos los esfuerzos que se hacen por establecer la irreligión, tales como el ateísmo o el secularismo, como la posición oficial de los Estados Unidos de América, y de esa forma obscurecer y socavar el diverso y rico legado religioso de nuestro país…

“Desde el principio, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ha aceptado el principio constitucional de que el gobierno no debe establecer una religión oficial ni prohibir el libre ejercicio de ella…

“Sin embargo, el principio constitucional hacia la neutralidad religiosa no debe hacer que nuestro país pase por alto su legado religioso, que incluye los motivos religiosos de sus fundadores y las generaciones de poderosas creencias religiosas de su pueblo y de sus líderes…

“Como principio gobernante de conducta en la vida de muchos millones de nuestros ciudadanos, la religión debe tener un lugar de honor en la vida pública de nuestro país, y el nombre del Dios Todopoderoso un uso sagrado cuando se utiliza públicamente. Instamos a nuestros miembros y a la gente de buena voluntad de todas partes a unirse para proteger y honrar el legado espiritual y religioso de nuestra nación y oponerse a las fuerzas que quieren transformar la posición pública de los Estados Unidos, de una posición de neutralidad a una posición de hostilidad hacia la religión” (“First Presidency Warns Against ‘Irreligion’ ”, Ensign, mayo de 1979, págs. 108–109).

Artículos de Fe 1:11. “Que adoren cómo, dónde o lo que deseen”.

El élder Carlos E. Asay, que fue miembro de la Presidencia de los Setenta, advirtió: “No contiendan ni discutan sobre temas doctrinales. El Maestro nos puso sobre aviso al decir: ‘…aquel que tiene el espíritu de contención no es mío, sino es del diablo’ (3 Nefi 11:29). Somos inconstantes si, para lograr fines justos, recurrimos a tácticas satánicas; y esa falta de constancia sólo conduce a la frustración, así como a la pérdida del Espíritu y en última instancia a la derrota” (véase “La oposición a la obra de Dios”, Liahona, febrero de 1982, pág. 120).

El élder Russell M. Nelson, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo:

“Asistí hace algunos meses a un ‘laboratorio de tolerancia’, cuando tuve el privilegio de participar en el Parlamento de las Religiones del Mundo. Allí conversé con buenos hombres y buenas mujeres que representaban muchos grupos religiosos. Nuevamente capté las ventajas de la diversidad étnica y cultural, y reflexioné una vez más sobre la importancia de la libertad y la tolerancia religiosas.

“Me maravillé ante la inspiración del profeta José Smith al redactar el undécimo Artículo de Fe…

“Esa expresión noble de tolerancia religiosa es conmovedora ante la persecución personal que sufrió el Profeta. En una oportunidad él escribió: ‘En este momento soy el hombre más perseguido de la tierra, como lo es también este pueblo… todos nuestros derechos sagrados son hollados bajo los pies de la chusma’.

“José Smith sufrió una persecución incesante y finalmente el doloroso martirio a manos de los intolerantes. Este hecho brutal se levanta como un rígido recordatorio de que nosotros jamás debemos ser culpables de ningún pecado cosechado por la semilla de la intolerancia…

“…No hace mucho, la Primera Presidencia y los Doce publicaron una declaración de la cual cito lo siguiente:

“ ‘Es moralmente erróneo que una persona o grupo de personas niegue a cualquier otra su dignidad inalienable basada en la teoría horrenda de una superioridad racial o cultural.

“ ‘Llamamos a toda la gente dondequiera que esté a comprometerse nuevamente a los ideales siempre honrados de la tolerancia y el respeto mutuos. En forma muy sincera creemos que al reconocernos los unos a los otros, con consideración y compasión, descubriremos que todos nosotros podemos coexistir en forma pacífica a pesar de nuestras profundas diferencias’ ” (véase “Llena nuestro corazón de tolerancia y amor”, Liahona, julio de 1994, págs. 78, 81).

Artículos de Fe 1:12. El estar sujetos a la autoridad gubernamental.

El presidente Spencer W. Kimball dijo: “Exhortamos a todos los Santos de los Últimos Días a que sean buenos vecinos y buenos ciudadanos, leales a su bandera y a su país” (véase “Estamos al servicio del Señor”, Liahona, agosto de 1981, pág. 132).

El élder Joseph B. Wirthlin, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó: “La Iglesia mantiene una norma de estricta neutralidad política, sin favorecer a ningún partido ni candidato, pero todo miembro debe tomar parte activa en el proceso político. Debemos estudiar los asuntos y los candidatos para estar seguros de que nuestros votos se basen en el conocimiento y no en los rumores. Tenemos que orar por los que ocupan puestos públicos y pedirle al Señor que les ayude al tomar decisiones importantes que nos afecten. Nuestras creencias en cuanto a gobiernos y leyes de la tierra se resumen en la sección 134 de Doctrina y Convenios y en el duodécimo Artículo de Fe. Debemos apoyar las leyes que estén en armonía con esas creencias morales” (“Busquemos lo bueno”, Liahona, julio de 1992, págs. 97–98).

Artículos de Fe 1:12. “Obedecer, honrar y sostener la ley”.

El élder L. Tom Perry dijo: “Todo miembro de la Iglesia debe obedecer y honrar la ley del país en que vive. Tenemos que ser ejemplos de obediencia al gobierno que nos rige. Para que la Iglesia sea útil a las naciones del mundo, debe constituir una sana influencia en las personas que se unen a ella, tanto en los asuntos temporales como en los espirituales” (“Una celebración conmemorativa”, Liahona, enero de 1988, págs. 69–70).

El élder James E. Talmage explicó: “…todos los santos tienen el deber de someterse a las leyes de su país. No obstante, deben procurar por todo medio correcto, como ciudadanos o súbditos de sus países respectivos, obtener para ellos, así como para todos los hombres, la libertad de cultos. No les es requerido que sin protestar sufran abusos causados por perversos acosadores o por leyes injustas; pero sus protestas deben ser presentadas legal y ordenadamente” (Los Artículos de Fe, pág. 465).

Artículos de Fe 1:13. Las características de la cristiandad verdadera.

El élder Mark E. Petersen, que fue miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó:

“La honradez, la verdad, la virtud y la bondad son todas características de la verdadera cristiandad, y si no las poseemos, no podemos decir que seguimos a Cristo…

“…las demostraciones de piedad sin obras que las apoyen son hipocresía, y son demostraciones muertas, aun ‘como el cuerpo sin espíritu está muerto’ (Santiago 2:26)” (“Creemos en ser honrados”, Liahona, julio de 1982, pág. 28).

El élder James E. Talmage escribió: “Religión sin moralidad, profesar santidad sin caridad, ser miembro de una iglesia sin responsabilidad adecuada, en lo que atañe a la conducta individual en la vida diaria, son como metal que resuena y címbalo que retiñe… La sinceridad de propósito, la integridad del alma, la pureza individual, la libertad de conciencia, el deseo de hacer bien a todos los hombres, aun a los enemigos, la benevolencia pura, estas cosas son algunos de los frutos que distinguen la religión de Cristo; y sobrepujan en importancia y valor la promulgación de dogmas y la declaración de teorías” (Los Artículos de Fe, págs. 471–472 ).

Artículos de Fe 1:13. El ser honrado.

El élder Marvin J. Ashton, que fue miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo:

“En la mentira hay pecado. El ser víctimas de la mentira es una verdadera tragedia. El caer en las garras de la deshonestidad y las falsas interpretaciones no es cosa que sucede en forma instantánea. Una pequeña mentira o acto deshonesto conduce a otro hasta que el infractor cae en las garras del engaño… Aquellos que caen víctimas de esta trampa a menudo cargan sobre sus espaldas el pesado yugo por no estar dispuestos a reconocer su problema ni a hacer un esfuerzo por cambiar. Muchos no están dispuestos a pagar el precio para librarse de las mentiras. Hay personas que pueden llegar a valorar la honestidad en toda su magnitud y aun así no se resuelven a ponerla en práctica en su vida…

“La honestidad es un elemento básico. Es muy cierto que la mentira es cómplice de todos los demás vicios o, como lo expresó alguien: ‘El pecado cuenta con muchas herramientas, pero la mentira es el mango que se adapta a cualquiera de ellas’ (O. W. Holmes, en The Home Book of Quotations, pág. 1111)” (véase “No hay nada de malo”, Liahona, julio de 1982, págs. 16—17, 20).

Artículos de Fe 1:13. El ser verídicos.

El obispo J. Richard Clarke, en ese entonces consejero del Obispado Presidente, dijo:

“La práctica de la verdad, la prueba máxima de nuestros cometidos, se denomina de muchas maneras. Por ejemplo: honradez, integridad, corrección y probidad. Me gusta esta última; es una palabra que proviene del latín probitas, que significa bondad, y del probare, que se refiere a examinar o confirmar la integridad. La persona que ha logrado la probidad por medio de la disciplina, hasta que aquélla forma parte de su naturaleza, es como una brújula moral que indica automáticamente ‘el norte verdadero’, bajo cualquier circunstancia, y se esfuerza por tener una honradez instintiva que le haga actuar correctamente por impulso, sin pesar las ventajas o desventajas de la situación…

“…¿No sería una gran idea tener una tarjeta de crédito mormona? El mormón que la tuviera sería siempre digno de confianza, honrado con sus empleadores y cumplidor con sus acreedores. Nuestros profesionales, comerciantes y gente de negocios no transigirían en su integridad por amor al dinero. Cada uno de ellos respaldaría su labor con un nombre honorable, y todos se esforzarían por alcanzar la excelencia en todo sentido. ¿No sería magnífico ser ‘diferentes’ y ser reconocidos por nuestra honradez y la calidad de nuestros servicios? La norma de integridad de los mormones debería ser la más elevada del mundo, porque somos el pueblo del convenio de Dios. El Señor no hace acepción de razas ni de nacionalidades, sino espera que todos Sus santos vivan de acuerdo con las normas del Evangelio” (véase “La práctica de la verdad”, Liahona, julio de 1984, págs. 104–105).

Artículos de Fe 1:13. El ser castos.

El presidente Spencer W. Kimball declaró: “Muchas de las dificultades que acosan a la familia actualmente nacen de la violación del séptimo mandamiento (véase Éxodo 20:14). La castidad absoluta antes del matrimonio y la fidelidad absoluta después de él todavía son las normas de las cuales no podemos desviarnos sin caer en el pecado, la amargura y la infelicidad” (véase “La familia puede ser eterna”, febrero de 1981, pág. 5).

El élder Richard G. Scott enseñó que las relaciones físicas e íntimas fuera del matrimonio “causan graves daños emocionales y espirituales. Aunque los que lo hacen no se dan cuenta de eso ahora, lo sentirán más adelante.

“La inmoralidad sexual crea una barrera que aleja la influencia del Espíritu Santo con toda su capacidad de elevar, iluminar y fortalecer. Además, produce un poderoso estímulo físico y emocional; con el tiempo, esto crea un apetito insaciable que arrastra al transgresor a pecados más serios; engendra el egoísmo y puede provocar acciones agresivas como la brutalidad, el aborto, el abuso sexual y otros crímenes violentos. Ese estímulo también puede llevar a actos de homosexualidad, los cuales son aborrecibles y completamente errados.

“La transgresión sexual deshonraría el sacerdocio que ahora posees, agotaría tu fortaleza espiritual, minaría tu fe en Jesucristo y frustraría tu capacidad de servirle…

“…Toda intimidad sexual fuera de los lazos sagrados del matrimonio, o sea, todo contacto intencional con las partes sagradas y privadas del cuerpo de otra persona, ya sea vestido o sin ropa, es un pecado y está prohibido por Dios; también es una transgresión estimular esas emociones en tu propio cuerpo.

“Satanás trata de persuadir a las personas a creer que hay ciertos grados de contacto físico que están permitidos entre las personas que lo consienten y que buscan el fuerte estímulo de emociones que esto produce, y que si se mantiene dentro de ciertos límites, no hará ningún daño. Como testigo de Jesucristo, testifico que eso es totalmente falso. En particular, Satanás busca tentar a los que han llevado una vida pura y limpia a experimentar con revistas, cintas de video y películas que presentan vívidas imágenes de cuerpos femeninos. Lo que él quiere es estimular los apetitos que provocan a la experimentación, la cual lleva rápidamente a las intimidades y la deshonra. Así se forman fuertes hábitos que son muy difíciles de abandonar y que dejan como resultado cicatrices mentales y emocionales” (véase “Las decisiones correctas”, Liahona, enero de 1995, págs. 43–44).

El élder Marvin J. Ashton dijo: “Los que desean que perdamos la virtud y la castidad para ‘probar’ nuestro amor en relaciones sexuales ilícitas no son amigos ni tienen sus ojos puestos en la familia eterna” (Servimos lo que amamos”, Liahona, agosto de 1981, pág. 33).

El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “Dentro de los lazos del matrimonio legal, la intimidad de las relaciones sexuales está bien y cuenta con la aprobación divina. No hay nada impuro ni degradante en la sexualidad de por sí, puesto que por ese medio el hombre y la mujer se unen en un proceso de creación y en una expresión de amor” (citado por el élder Dallin H. Oaks, “Lo que enseñan los profetas en cuanto a la castidad y la fidelidad”, Liahona, octubre de 1999, pág. 29).

Artículos de Fe 1:13. El ser benevolentes.

El élder Dean L. Larsen, miembro de los Setenta, enseñó: “La fortaleza perdurable del reino no se encuentra en el número de miembros, ni en lo rápido que crece ni en la belleza de sus edificios. En el reino de Dios, el poder no equivale al número de miembros, ni a la observancia superficial y rutinaria de sus leyes, sino que se encuentra en la acciones, difíciles de medir, que demuestran amor, obediencia y servicio cristiano, que es posible que los líderes pasen por alto, pero que siguen el ejemplo del ministerio del Señor mismo” (véase “La fuerza dentro del reino”, Liahona, febrero de 1982, pág. 49).

El élder Antoine R. Ivins, que fue miembro de los Setenta, dijo: “Una vez escuché a un joven dar un discurso en una convención de setentas en Barrat Hall; él dijo: ‘No tiene límite el bien que podemos hacer cuando no nos preocupamos por quién va a recibir el reconocimiento por ello’ ” (en “Conference Report”, abril de 1946, pág. 42).

Artículos de Fe 1:13. El ser virtuosos.

Al hablar en la reunión del sacerdocio de una conferencia general, el presidente Ezra Taft Benson dijo:

“El ser virtuoso supone que los pensamientos sean puros y las acciones limpias. No codiciará en su corazón, porque el hacerlo equivale a ‘negar la fe’ y a perder el Espíritu (D. y C. 42:23)…

“La virtud está emparentada con la santidad, una cualidad de la divinidad. El poseedor del sacerdocio debe buscar lo que es virtuoso y bello y no lo que es bajo y sórdido. La virtud engalanará sus pensamientos incesantemente (véase D. y C. 121:45). ¿Podrá un hombre complacerse en la malignidad de la pornografía, de la blasfemia y la vulgaridad y considerarse totalmente virtuoso? (véase “Las características divinas del maestro”, Liahona, enero de 1987, pág. 47).

Artículos de Fe 1:13. “El hacer el bien a todos los hombres”.

El élder David O. McKay, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “No hay una cosa más grandiosa que todas las demás que se pueda hacer para obtener la vida eterna, sino que creo que la gran lección que debemos aprender en el mundo actual es la de aplicar, en los pequeños actos y deberes de la vida cotidiana, los gloriosos principios del Evangelio… El sol es una fuerza poderosa del universo, pero es una bendición para nosotros porque lo recibimos en rayos pequeños, que, todos juntos, llenan la tierra de luz solar. La oscuridad de la noche se hace más llevadera por el resplandor de lo que parecen ser pequeñas estrellas. Así también la vida de la persona cristiana se compone de pequeños actos buenos realizados a toda hora en el hogar, en el quórum, en la organización, en la comunidad o en cualquier lugar donde vivamos o sirvamos” (en “Conference Report”, oct. de 1914, págs. 87–88; citado por el élder Rex D. Pinegar en “Las cosas simples”, Liahona, enero de 1995, pág. 92).

El presidente Spencer W. Kimball dijo: “Dios nos tiene presentes y nos vigila, mas a menudo es a través de otro mortal que satisface nuestras necesidades; por lo tanto, es imperioso que nos sirvamos mutuamente en Su reino” (véase “Esos actos de bondad”, Liahona, diciembre de 1976, pág. 1).

Artículos de Fe 1:13. La admonición de Pablo de creer, esperar y sufrir.

El élder Jeffrey R. Holland, en ese entonces miembro de los Setenta, dijo: “Sólo el amor puro de Cristo puede salvarnos. El amor de Cristo es sufrido y benigno; el amor de Cristo no se envanece ni se irrita fácilmente. Sólo Su amor le permite a Él, y a nosotros, sufrir todas las cosas, creer todas las cosas y soportar todas las cosas (véase Moroni 7:45)” (“Aún hasta el final”, Liahona, enero de 1990, pág. 27).

El élder Marvin J. Ashton dijo: “Eviten descorazonarse porque el desaliento es una de las armas más poderosas de Satanás. Tener pensamientos como ‘no puedo seguir adelante’, ‘no sirvo para nada’, ‘ya es demasiado tarde’, ‘ahora ya que importa’ o ‘ya no tengo esperanzas’ es destructivo. Satanás quisiera que creyéramos que porque cometimos un error ya no hay remedio que valga. Él quiere que nos demos por vencidos. Es preciso que las personas que estén en ese lapso de espera no se desalienten y tal vez se requiera un considerable esfuerzo para lograrlo, pero es posible hacerlo” (véase “Y mientras ellos esperan”, Liahona, julio de 1988, pág. 62).

Artículos de Fe 1:13. La admonición de Pablo de aspirar o buscar las cosas virtuosas, bellas, de buena reputación y dignas de alabanza.

El élder Joseph B. Wirthlin, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó:

“La palabra buscar significa tratar de obtener, procurar. Esto requiere una actitud enérgica y positiva. Por ejemplo, Abraham buscó ‘las bendiciones de los patriarcas… y ser un partidario más fiel de la justicia’ (Abraham 1:2). Es lo opuesto a esperar pasivamente que nos llegue algo bueno, sin hacer ningún esfuerzo de nuestra parte.

“Podemos llenar nuestra vida de cosas buenas, sin dejar lugar para nada más. Tenemos tanto bueno para elegir que no tenemos por qué hacer lo malo. El élder Richard L. Evans declaró: ‘Lo malo está en el mundo pero también está lo bueno. Está en nosotros distinguir y elegir entre los dos, para crecer en la autodisciplina, en la capacidad, en la bondad, para seguir adelante —paso a paso— un día, una hora, un momento, una tarea a la vez’ (Thoughts for One Hundred Days, 5 tomos, Salt Lake City: Publishers Press, 1966–1972, tomo IV, pág. 199).

“Si buscamos lo que es virtuoso y bello, con seguridad lo encontraremos” (“Busquemos lo bueno”, Liahona, julio de 1992, pág. 96).

El élder Russell M. Nelson enseñó: “A todos aquellos que tengan interés en la plenitud del Evangelio restaurado, sin importar la nacionalidad o las creencias religiosas, decimos lo mismo que el élder Bruce R. McConkie: ‘Conserven toda la verdad y todo lo bueno que poseen. No abandonen ningún principio bueno y sólido. No renuncien a ninguna norma del pasado que sea buena, justa y verdadera. Nosotros creemos toda verdad que se encuentre en cualquier iglesia en el mundo; pero también decimos esto al mundo: Vengan, participen de la luz y la verdad adicionales que Dios ha restaurado hoy día. Cuanta más verdad tengamos, mayor será nuestro gozo aquí y ahora; cuanta más verdad recibamos, mayor será nuestro galardón en la eternidad. Ésta es nuestra invitación a los hombres y a las mujeres de buena voluntad de todas partes’ [Informe de la Conferencia de Área en Tahití, marzo de 1976, pág. 31]” (véase “Llena nuestro corazón de tolerancia y amor”, Liahona, julio de 1994, pág. 80). 85