LA RESTAURACIÓN DEL EVANGELIO
En 1820, como ya lo había hecho antes a través de la historia, nuestro Padre Celestial escogió nuevamente un profeta para restaurar el Evangelio y el sacerdocio sobre la tierra. El nombre de ese profeta era José Smith. Siendo aun muy joven, José se sentía confundido debido a las diferencias que existían entre las muchas iglesias de la región donde vivía y deseaba saber cuál de ellas era la correcta. Como sabía que carecía de sabiduría, siguió el consejo que se encuentra en la Biblia, “…si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1: 5).
José Smith decidió preguntarle a Dios sobre lo que debía hacer. Cuando José oró para conocer la verdad, se le aparecieron nuestro Padre Celestial y Jesucristo. Jesús le dijo a José que no se uniera a ninguna de las iglesias porque “todas estaban en error” y “con sus labios me honran, pero su corazón lejos está de mí; enseñan como doctrinas los mandamientos de los hombres, teniendo apariencia de piedad, mas negando la eficacia de ella” (José Smith—Historia 1:19).
Tal como Dios lo había hecho con Adán, Noé, Abraham, Moisés y otros profetas, Él llamó a José Smith a ser el profeta por medio del cual se restauró el Evangelio completo.