2018
Descubrir mi divinidad
Septiembre de 2018


Descubrir mi divinidad

La autora vive en Nueva York, EE. UU.

Después de años de luchar por aceptarme a mí misma, finalmente me sucedió un milagro que me ayudó a comprender mi valía eterna.

looking up toward the light

Ilustraciones de Getty Images

Desde que era niña he luchado con mi peso y con aceptarme a mí misma. Al principio, los apodos que recibía debido a mi peso parecían inofensivos, pero con el tiempo comencé a creer que las cosas negativas que se decían sobre mi apariencia también significaban cosas negativas acerca de mi personalidad.

Cuando era adolescente empecé a darme cuenta de que, aunque me gustaban mis características físicas, mi tipo de cuerpo no encajaba con las expectativas del mundo. Y me gustaba mi personalidad tranquila, pero tampoco era lo que la gente esperaba de mí: los maestros querían que hablara en clase, a los niños les gustaban las chicas más comunicativas y frecuentemente se me decía que tenía que ser más extrovertida de lo que realmente era. Poco a poco, mi autoestima comenzó a debilitarse.

En mis años de joven adulta me sentía deprimida, incómoda con mi cuerpo y cuestionándome por qué el Señor no podía haberme hecho al menos un poco bonita y más interesante. Intenté hacer más dietas de las que debería haber hecho e, irónicamente, cuanto más me esforzaba por perder peso, más peso ganaba. Ser una joven adulta soltera, introvertida y con sobrepeso no parecía algo muy prometedor.

Me sentí derrotada y decidí que yo era como era, incluso si nunca perdía el peso que quería ni me volvía más extrovertida. Aunque dejé de odiarme tanto, aún estaba lejos de verme a mí misma como una hija de Dios, hermosa y valiosa; simplemente renuncié a tratar de encontrar mi valía.

Una luz que necesitaba

Un día ocurrió un milagro mientras leía el discurso de la hermana Mary G. Cook, esposa del élder Quentin L. Cook, del Cuórum de los Doce Apóstoles, del devocional mundial para jóvenes adultos de septiembre de 2016, titulado “Hallar gozo en la vida cotidiana”. Leí: “Al venir a esta tierra, trajimos con nosotros nuestra naturaleza divina como hijos de Dios. Nuestra valía individual provino de los cielos”. Sentí como si mi mente finalmente se abriera a una luz que necesitaba profundamente pero que nunca pensé que conseguiría. Me di cuenta de que antes había sentido que estaba mal gustarme a mí misma porque no encajaba con el estereotipo mundano de lo que debía ser una mujer hermosa y valiosa. Ahora estaba lista para admitir que me encantaba mi personalidad introvertida y algo excéntrica, mi cabello rizado y desordenado, mis ojos castaños, mi nariz de patata, mi gran sonrisa e incluso mi cuerpo con sobrepeso que aún así hace lo que necesito que haga. Me sentí agradecida por ser una creación de Dios. Finalmente entendí que Él no crea errores.

Después de tantos años de lucha y sufrimiento físicos y emocionales, finalmente aprendí una verdad que para muchos puede ser obvia: ¡mi valía individual no tiene nada que ver con este mundo! Proviene del cielo; siempre ha estado conmigo, incluso si yo no podía verla. No lo deciden los medios de comunicación, ni mis compañeros, ni nadie más que nuestro Padre Celestial y Jesucristo, y Ellos me consideran lo suficientemente valiosa como para que el Salvador muriera por mí.

Un fundamento en Cristo

El aprender por el Espíritu sobre mi valía a los ojos de Dios me ha cambiado de muchas maneras. Me enamoré otra vez de la vida. Siento más gratitud por mis innumerables bendiciones. Tengo un enorme deseo de esforzarme más por hacer lo correcto y de creer más en mí misma y en mis sueños. Me hizo querer ser más amable y paciente con las personas que me rodean y me ha acercado más al Salvador.

Las voces del mundo siguen llamando y juzgando, pero ahora tengo un firme conocimiento de mi valía que no quiero olvidar jamás. Ese conocimiento me brindó paz y alegría que quiero compartir con todas las personas que conozco. Por medio de ese devocional, aprendí que incluso mi autoestima y mi confianza en mí misma deben tener un fundamento firme en Cristo “para que cuando el diablo lance sus impetuosos vientos, sí, sus dardos en el torbellino, sí, cuando todo su granizo y furiosa tormenta [me] azoten, esto no tenga poder para arrastrar[me] al abismo de miseria y angustia sin fin, a causa de la roca sobre la cual [estoy edificada], que es un fundamento seguro, un fundamento sobre el cual, si los hombres edifican, no caerán” (Helamán 5:12).

Estoy agradecida por el Señor y por la valía eterna que Él ve en todos nosotros. Estoy agradecida por las mujeres inspiradas, como la hermana Cook, que se esfuerzan por vivir el Evangelio y compartir la sabiduría de este. Estoy agradecida por esta vida, por el milagro de nuestros cuerpos y mentes y por la divinidad que hay dentro de cada uno de nosotros.