Tu valor es incondicional
No importa lo que diga el mundo; el Padre Celestial sabe cuál es tu verdadero valor.
Somos seres eternos con una herencia celestial, pero las presiones del mundo nos bombardean constantemente haciéndonos olvidar quiénes somos en realidad. ¿Cómo podemos saber cuál es nuestro verdadero valor? Estos son algunos puntos que debemos recordar:
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Tu valor no está determinado por influencias externas.
Aunque suene tópico, lo que de verdad cuenta es quién eres en tu interior. Satanás desea que creas que tu valor depende de factores externos, como la apariencia física, la inteligencia, los talentos, la salud, el éxito o la popularidad. Pero “Jehová no mira lo que el hombre mira, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:7). El Padre Celestial sabe cuál es tu verdadero valor porque Él comprende tus deseos y las características de tu espíritu.
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Tu cuerpo es hermoso, incluso si no se ajusta a los estándares del mundo.
Para la mayoría de nosotros resulta difícil sentirnos bien en cuanto a nuestra imagen. Pero puedes tener la seguridad de que tu cuerpo es hermoso, independientemente de cuál sea su aspecto. Hombre o mujer, fuiste creado a la imagen de Dios (véase Génesis 1:27). El Padre Celestial es el gran Artista del universo… ¡y tú eres Su mayor obra de arte! Tu cuerpo es un milagro: frágil, fuerte, grácil y grande… todo a la vez. Hay mucho de gratificante tanto en su forma como en su función si aprendes a verlo como el asombroso don que es.
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Cuando sigues al Salvador, la belleza de tu espíritu brilla.
El mismo Jesucristo no tenía “hermosura” a los ojos de los hombres (véase Isaías 53:2). ¿Pero cómo podría el Salvador no ser bello? Su belleza nace de Su bondad y Su pureza. ¡Lo mismo que la tuya! El atractivo de los verdaderos discípulos de Cristo no tiene nada que ver con su aspecto. Cuando has “recibido su imagen en [tu rostro]” (véase Alma 5:14), tienes una luz que brilla de dentro hacia afuera. Y cuando otras personas reconocen tu luz, les resultas más atractivo y, lo que es más importante, poder andar en rectitud ante Dios brinda el mayor estímulo para tu autoestima.
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Tienes un valor infinito tal como eres.
Korihor, el anticristo, enseñaba que “en esta vida a cada uno le [toca] de acuerdo con su habilidad” (véase Alma 30:17). En otras palabras, el modo en que te desempeñas determina tu valor; es algo que tienes que ganar o demostrar. ¡Pero eso simplemente no es cierto! Aunque siempre debemos esforzarnos por mejorar, “el valor de las almas es grande a la vista de Dios” (D. y C. 18:10), pase lo que pase. Aun cuando cometes errores, tu valor no disminuye. Como enseñó la hermana Joy D. Jones, Presidenta General de la Primaria: “Si pecamos, seremos menos dignos, ¡pero nunca tendremos menos valor!” (“Un valor inconmensurable”, Liahona, noviembre de 2017, pág. 14).
Aunque a menudo lo pasas por alto, tienes una chispa de divinidad. Está ahí aun cuando te sientes abrumadoramente mundano. Y Dios puede verla. Siempre. Si nutres esa chispa, Él puede hacer de ti mucho más de lo que crees que es posible.