2018
No dejen al Salvador
Septiembre de 2018


No dejen al Salvador

Tomado de un devocional, “The Lens of Truth”, pronunciado en la Universidad Brigham Young–Idaho el 7 de marzo de 2017.

Vivimos en tiempos tumultuosos. Pero la pregunta no es cómo le irá a la Iglesia, sino más bien, ¿cómo nos irá a ustedes y a mí?

illustration of Savior holding a staff

Ilustraciones por J. Beth Jepson.

Hace varios años, me reuní con un amigo para almorzar. No nos habíamos visto desde hacía muchos años. Durante la escuela secundaria y mi primera época universitaria, él había sido uno de mis mejores amigos. Era uno de los jóvenes más fuertes y dedicados que había conocido.

Fuimos a Seminario juntos, hicimos deporte juntos, asistimos a la universidad juntos, nos preparamos para la misión juntos y salimos a la misión con pocos meses de diferencia. Después de nuestras misiones, se casó con una mujer maravillosa y talentosa de mi estaca.

A medida que pasaron los años, nuestras vidas tomaron cursos diferentes; nos mudamos a distintas ciudades y finalmente perdimos contacto. Aún recuerdo lo anonadado que me quedé cuando me enteré de que él y su esposa habían abandonado la Iglesia. De todas las personas que conocía en mi juventud, él era el último que yo hubiera pensado que dejaría la Iglesia.

Durante el almuerzo evocamos recuerdos de la amistad que tanto había significado para ambos. Nos reímos nuevamente de algunas de nuestras alocadas experiencias de días pasados; hablamos de nuestras familias y tratamos de estrechar la brecha del tiempo.

Finalmente, hice la pregunta obvia: “Tim, ¿qué sucedió? ¡Estabas tan profundamente convertido y dedicado! ¿Por qué dejaste la Iglesia? ¿Qué hizo que te alejaras de los convenios del templo? ¿Has dejado también al Salvador? ¡Nos prometimos mutuamente que seríamos leales y fieles hasta el final de nuestra vida!”.

“Kevin”, respondió, “simplemente veo las cosas de manera diferente ahora. Mi visión de la Iglesia y de sus enseñanzas ha cambiado. No odio a la Iglesia; simplemente ya no la necesito”.

Al terminar nuestra conversación, expresé mi amor y gratitud por una amistad que todavía valoro. Luego, con profundo sentimiento, expresé mi testimonio: “Tim, sé que esas cosas son verdaderas. Y tú también sabes que son verdaderas. Siempre lo has sabido. Simplemente has perdido la claridad que una vez tuviste. Pero puedes recuperar la luz y el entendimiento del Espíritu Santo que una vez tuviste. Vuelve, por favor”.

Nos abrazamos al despedirnos y él susurró: “Admiro tu convicción y tu pasión. Pero, ¿cómo puedes estar tan seguro?”.

Mientras me alejaba, reflexioné profundamente sobre las elecciones que habíamos hecho y el impacto de estas en nuestra vida y en la vida de nuestros hijos y nietos.

Mis jóvenes amigos, por favor no permitan que lo que le pasó a mi amigo Tim les pase a ustedes. ¿Son ustedes tan firmes e inamovibles y están tan convertidos como creen que lo están? Cuando se encuentren con los inevitables y necesarios desafíos de la vida, ¿a dónde recurrirán para obtener paz y entendimiento? Cuando su vida se torne oscura y lúgubre, ¿todavía pensarán instintiva y constantemente en orar?1

Al aumentar la crítica a la Iglesia, su historia, sus líderes y sus enseñanzas, ¿dónde se posicionarán? A medida que las creencias y las prácticas de un mundo que constantemente se oscurece colisionen con los principios del Evangelio restaurado, ¿qué harán?

“¿También vosotros queréis iros?”

Algunas de las armas más eficaces de Satanás son la distracción, el engaño y la insensibilización espiritual. Cada una de ellas erosiona la fe, oscurece la visión y distorsiona la perspectiva. Juntas, constituyen el gran desafío de nuestro tiempo. Satanás las utiliza no solo para socavar a José Smith, el Libro de Mormón, la doctrina de la Iglesia y los líderes de ella, sino también para atacar al Salvador y el plan del Padre. Siempre ha sido así.

Cuando la inevitable furia de tentaciones y tribulaciones se acerque a las condiciones de una tormenta espiritual de categoría 5, ¿todavía confiarán en Dios y se aferrarán a la verdad? La impactante pregunta del Salvador a los Doce todavía está vigente hoy:

“¿También vosotros queréis iros?

“Y le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.

“Y nosotros hemos creído y sabemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Juan 6:67–69).

Me viene a la memoria una poderosa declaración del presidente Heber C. Kimball (1801–1868), Primer Consejero de la Primera Presidencia. Los santos habían llegado a salvo al valle del Lago Salado y estaban bastante complacidos consigo mismos. Habiendo superado y soportado tanto, eran un poco orgullosos y presuntuosos. El presidente Kimball declaró:

“Permítanme decirles que a muchos de ustedes les llegará el momento en que tendrán todos los problemas, las pruebas y la persecución que puedan soportar, y muchísimas oportunidades de demostrar que son fieles a Dios y a Su obra… A fin de estar preparados para las dificultades que se aproximan, será necesario que sepan por ustedes mismos que esta obra es verdadera… Si ustedes no han obtenido el testimonio, vivan rectamente y clamen al Señor, y no se detengan hasta que lo obtengan. Si no lo hacen, no permanecerán de pie.

“… Llegará el momento en que ningún hombre ni ninguna mujer podrán perseverar con luz prestada. Cada uno tendrá que ser guiado por la luz que lleve dentro de su alma. Si no la tienen, ¿cómo podrán resistir?”2.

Vivimos en tiempos tumultuosos. Pero la pregunta no es cómo le irá a la Iglesia, sino más bien, ¿cómo nos irá a ustedes y a mí? “El estandarte de la verdad se ha izado; ninguna mano impía puede detener el progreso de la obra”3. La única incógnita es si ustedes y yo progresaremos con ella.

Cómo sobrevivir espiritualmente

Sugiero seis cosas esenciales que cada uno de nosotros debe hacer para sobrevivir espiritualmente.

Savior next to a tree

1. Amar y obedecer a Dios primero. Amar y obedecer a Dios precede necesariamente a amar y servir a los demás. Esta secuencia es importante. Nefi enseñó: “Porque el Señor Dios ilumina el entendimiento; pues él habla a los hombres de acuerdo con el idioma de ellos, para que entiendan” (2 Nefi 31:3). El Padre Celestial nos ama y siempre está dispuesto a darnos entendimiento. Sin embargo, debemos ponerlo en primer lugar en nuestra vida.

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2. Llevar a cabo la oración personal. La oración es esencial. El profeta José Smith enseñó: “La mejor manera de obtener verdad y sabiduría no consiste en sacarlas de los libros [podría haber añadido “blogs”], sino en acudir a Dios en oración y obtener enseñanzas divinas”4. ¡Nunca serán indignos de orar! Si desean más respuestas, hagan más preguntas. Procuren y oren constantemente para obtener la influencia del Espíritu Santo (véase Moroni 10:5). Esa es la luz que envía el Padre, que brinda entendimiento.

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3. “Buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (D. y C. 109:7). El aprendizaje es un deber divino. Los agentes buscan aprender; los objetos esperan a que se actúe sobre ellos. Los grandes líderes son grandes aprendices. La Iglesia necesita grandes líderes: hombres y mujeres que busquen mayor luz y conocimiento, un entendimiento y una conversión más profundos (véase D. y C. 93:36). Ello requiere compromiso y dedicación. No pueden encontrar verdades profundas desplazándose por un sitio wiki o buscando en la blogosfera. Recuerden, la fe se enciende al escuchar el testimonio de aquellos que tienen fe, no al oír las dudas de quienes la han perdido.

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4. Escudriñar las Escrituras, especialmente el Libro de Mormón, ¡todos los días! El Libro de Mormón fue escrito expresamente para protegernos y preservarnos mientras lidiamos con las condiciones de nuestros días. En cuanto a su poder, Nefi testificó acerca de la barra de hierro: “Y les dije que era la palabra de Dios; y que quienes escucharan la palabra de Dios y se aferraran a ella, no perecerían jamás; ni los vencerían las tentaciones ni los ardientes dardos del adversario para cegarlos y llevarlos hasta la destrucción” (1 Nefi 15:24). Si comienzan a sentirse confundidos y perdidos, empiecen de nuevo en la primera página y sumérjanse en el Libro de Mormón.

temple

5. Concentrarse en el panorama completo. Ustedes forman parte del mayor movimiento de la tierra: el recogimiento de Israel y la preparación para la segunda venida de Jesucristo. ¡Tienen una importante función que cumplir! Vinieron a la tierra comprometidos a ser valientes en su testimonio del Salvador. Esa es su identidad divina. Concéntrense en el panorama completo: el plan de felicidad de nuestro Padre Celestial. Esa es la lente de la verdad. Es el contexto para todas las preguntas, problemas y preocupaciones. “Porque el Espíritu habla la verdad, y no miente. Por tanto, habla de las cosas como realmente son, y de las cosas como realmente serán” (Jacob 4:13).

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6. Por encima de todo lo demás, confiar en Jesucristo. Él todavía es “la luz y la vida del mundo” (3 Nefi 11:11; véase también Juan 8:12). Cuando estén rodeados y abrumados por la duda, las dificultades y la tentación, confíen en Él. Cuando la vida no sea lo que esperaban y aquellos en quienes confiaban los decepcionen y los traicionen, continúen confiando en Él por completo. Espero que respondan como Nefi de antaño, en momentos igualmente angustiantes: “No obstante, sé en quién he confiado… ¡Oh Señor, en ti he puesto mi confianza, y en ti confiaré para siempre!” (2 Nefi 4:19, 34).

Hagan lo que hagan, ¡no dejen al Salvador! Gracias a Su expiación somos agentes, libres para actuar y no para que se actúe sobre nosotros. Cada uno de nosotros comparecerá ante Dios Todopoderoso y dará cuenta de la luz y la verdad que hemos elegido.

Les prometo que si siguen estos principios y se aferran a la verdad, su fe nunca les faltará. Que Dios los bendiga para que siempre escojan mirar a través de la lente de la verdad por el poder del Espíritu Santo.

Notas

  1. Véase “¿Pensaste orar?”, Himnos, nro. 81).

  2. En Orson F. Whitney, Life of Heber C. Kimball, 1945, págs. 449–450.

  3. José Smith, en History of the Church, tomo IV, pág. 540.

  4. José Smith, en History of the Church, tomo IV, pág. 425.