Bendecida con tener hijos
La autora vive en Managua, Nicaragua.
La gente nos cuestionaba por tener más hijos, pero por medio de nuestra posteridad podemos entender mejor el amor de nuestro Padre Celestial y desarrollar nuestro potencial divino.
“¿Es este tu último hijo?”. Cuando estaba embarazada de mi tercer hijo, y teniendo ya otros dos niños menores de cinco años, las personas a menudo parecían tener una opinión acerca de mis hijos. “¿Es este el último?” “¿No crees que vas demasiado rápido?” “¿Qué vas a hacer con tres niños?”, eran preguntas que escuchaba habitualmente. Aunque era comprensible, ya que las personas de mi país por lo general solo tienen uno o dos hijos debido a los problemas económicos, lo que la gente no sabía era que cuando mi esposo y yo estábamos de novios hablábamos de cuántos hijos queríamos y cuándo los tendríamos. La planificación familiar era una decisión importante y seria para nosotros, por lo que debíamos tomarla entre los dos, siempre buscando la guía de Dios. Escuchamos al Espíritu en lugar de las voces de quienes nos rodeaban, y hemos sido bendecidos con tener hijos.
Cuando el Señor hizo un convenio con Abraham, le prometió una posteridad numerosa (véase Génesis 17:5–6; 22:17). En ese pasaje de las Escrituras podemos percibir que para nuestro Padre Celestial, tener hijos es una de las bendiciones más grandes que podemos recibir. Por medio de nuestra posteridad, podemos entender mejor el amor de nuestro Padre Celestial y desarrollar nuestro potencial divino y eterno. Cuando tenemos hijos, no solo ayudamos a los espíritus que están en la vida preterrenal a venir a la tierra y obtener un cuerpo, sino que también tenemos el privilegio de enseñarles el Evangelio. Creo que pocas cosas en la vida nos preparan mejor para la vida eterna que tener hijos. Donde mejor aprendemos a poner en práctica los atributos del Señor es en nuestra familia. Ahora que soy madre, recuerdo a diario lo importante que es estar cerca de mi Padre Celestial. Oro todo el tiempo pidiendo guía, fortaleza y paciencia, y agradeciéndole las muchas bendiciones que se reciben al tener hijos.
El ser padres es una es una experiencia que cambia la vida y que incluye algunos deafíos, pero también mucho gozo. Cada vez que escucho a mi hija mayor cantar una canción de la Primaria, o veo a mi hijo de dos años tratar de mantener los ojos cerrados durante la oración familiar, o cuando sostengo en los brazos a mi bebé dormido, siento que el corazón se me llena de un gozo indescriptible. Nuestros hijos son el combustible que nos hace perseverar hasta el fin, sin importar cuántos desafíos enfrentemos en la vida. Estoy realmente agradecida a mi Padre Celestial por darme la oportunidad de ser la madre de mis hijos.
Sé que nuestro Padre Celestial nos ama. He sentido Su amor durante esos pequeños y dulces momentos llenos de verdadera felicidad eterna, así como también durante las pruebas. Él envió a Su Hijo, Jesucristo, para mostrarnos el camino de regreso a nuestro hogar celestial. Amo a mi familia y sé que las familias pueden estar juntas para siempre.