2021
La gracia de Cristo en abundancia
Febrero de 2021


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La gracia de Cristo en abundancia

Cuando te sientas atrapado, confía en la gracia que Jesucristo ofrece por medio de Su expiación.

mujer mirando a la distancia

Hay una lección que recuerdo de mi clase de física en la universidad de manera precisa. Fue la única asignatura que estuve a punto de reprobar y, después de todos estos años, lo único que creo recordar de ella es la tercera ley de Newton. La ley dice más o menos así: Por cada acción hay una reacción igual y opuesta.

En mi vida he visto cómo dicha ley parece cumplirse no solo en las cosas físicas, sino también en las experiencias espirituales. He visto cómo el Señor compensa la existencia de las fuerzas del mal con el poder de Su gracia. Donde el pecado abunda a causa de la Caída, también abunda la gracia a causa de Cristo y de Su expiación.

La gracia de Cristo en abundancia.

Yo he sentido Su gracia; es tangible, cuantiosa, y lo suficientemente potente como para penetrar el corazón. Pablo lo describió diciendo que, donde abunda el pecado, “sobreabund[a] la gracia” (Romanos 5:20). Yo he sido testigo de tal verdad. Aunque he sentido Su gracia de forma potente en templos y capillas, también he sentido la inmensa gracia del Salvador entre los muros de una prisión.

Me siento atraída hacia los lugares parecidos a las prisiones, quizás porque tengo un hijo que estuvo encarcelado, o quizás porque sé lo que es sentirse atrapado por algo que uno es incapaz de vencer por su cuenta. Hace años, atravesé en automóvil la tierra de los gadarenos. Es un lugar tranquilo, de verdes y ondulantes colinas. Mientras conducía, imaginé el sentimiento de reclusión que debió haber sufrido cierta persona del Nuevo Testamento.

En Marcos 5 y Lucas 8, leemos acerca de un lugar con sepulcros. Había un hombre sin ropas que era atormentado de noche y de día. Cuando Jesús lo vio, le preguntó su nombre.

“Legión”, respondió el hombre, para indicar que estaba poseído por muchos demonios (Marcos 5:9; Lucas 8:30). Sin embargo, Jesús sabía cómo eliminar lo que lo mantenía cautivo; implicó cerdos, un despeñadero, un lago, y después… un hombre sanado, sentado a los pies de su Salvador; vestido y en su sano juicio. No puedo evitar preguntarme qué pensamientos y sentimientos habrán acudido al alma de esa persona ahora que por fin estaba en paz.

Cuando Cristo subió a la barca para marcharse, el hombre le rogó que le dejase ir con Él. Quizás se sentía especialmente a salvo al estar cerca del Señor, pero el Salvador tenía en mente otra misión para él. Jesús pidió al hombre que regresara a casa y contara a sus amigos lo que había sucedido. De modo que el hombre fue y testificó por toda la ciudad “cuán grandes cosas había hecho Jesús con él” (Lucas 8:39).

Trato de imaginar la vida del hombre antes de Jesús, antes de experimentar Su gracia y Su poder. “Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras” (Marcos 5:5). Entonces aparecieron Cristo y Su gracia, en el lugar preciso en el que él se hallaba atrapado; y la vida de cadenas —de cautiverio y hostigamiento de demonios— fue reemplazada por el testimonio de la misericordia y del poder de Jesucristo.

¿Alguna vez sientes como si tu pasado pudiera destruirte? Hay Alguien que ve lo bueno que hay en ti, independientemente de cómo haya sido tu vida; Él conoce tu nombre y tiene grandes cosas reservadas para quienes acuden al Señor. Desde donde te sientas atrapado, suplica Su gracia; confía en que está disponible en abundancia.

Jesucristo te ve;

Él puede ayudarte a vencer.

Yo lo vi cambiar la vida de mi hijo;

Jesucristo puede hacer lo mismo —y lo hará— por todo aquel que acuda a Él.