La transición a la Sociedad de Socorro
El año pasado, la hermana Bonnie L. Oscarson, Presidenta General de las Mujeres Jóvenes, y la hermana Linda K. Burton, Presidenta General de la Sociedad de Socorro, publicaron las siguientes peticiones en sus páginas de Facebook de la Iglesia. Pidieron a las mujeres jóvenes y a las hermanas de la Sociedad de Socorro, así como a los padres, las líderes y las maestras que ayudan a las mujeres jóvenes, que compartieran sus experiencias en cuanto a la transición del programa de las Mujeres Jóvenes a la Sociedad de Socorro. Las dos presidentas recibieron comentarios de todo el mundo.
Muchas jóvenes expresaron entusiasmo por encontrarse rodeadas de mujeres fuertes, mientras que otras no comentaron al respecto.
A continuación figuran algunos de los comentarios sobre facilitar la transición de las Mujeres Jóvenes a la Sociedad de Socorro. Se han catalogado en dos grupos: (1) ¿Qué podemos hacer en las Mujeres Jóvenes? y (2) ¿qué podemos hacer en la Sociedad de Socorro?
En las Mujeres Jóvenes
1. Asistir a los ejercicios de apertura de la Sociedad de Socorro.
Muchas líderes de la Sociedad de Socorro invitaron a las mujeres jóvenes a los ejercicios de apertura una vez al mes, y a las Laureles a asistir a una lección de vez en cuando.
Jill, una líder de la Sociedad de Socorro, compartió lo que hacen en su barrio. Ella escribió: “Antes de la reunión, invitamos a las mujeres jóvenes a sentarse al lado de una hermana de la Sociedad de Socorro y a que le preguntara en cuanto a su vida. Eso les sirve a las mujeres jóvenes para darse cuenta de que las hermanas de la Sociedad de Socorro no son tan diferentes de ellas”.
2. Conocerse mejor unas a otras en entornos sociales.
“Recuerdo claramente que ayudé a lavar los platos después de un almuerzo”, escribió Rachel, una jovencita. “Pude conversar y reír con otras hermanas que estaban en la cocina, y me sentí parte del grupo. Expresaron su confianza en mí, y eso fue un momento muy importante para mí”.
Bekah, una hermana de la Sociedad de Socorro, tomó la iniciativa de llegar a conocer a las mujeres jóvenes. Ella escribió: “Me valgo de los medios sociales para conocer a las jóvenes y saber lo que les gusta hacer; y como resultado de ello, nos hicimos amigas”.
3. Aprender de las mujeres que aman la Sociedad de Socorro.
“Me crié en una comunidad en las afueras de Estocolmo, Suecia. Mi madre me crió sola”, escribió Britt-Marie. “Yo tenía casi trece años cuando mi madre y yo nos bautizamos. Cuando mamá asistía a las reuniones de la Sociedad de Socorro, me llevaba con ella para no quedarme sola en casa. Cuando finalmente cumplí dieciocho años, conocía y amaba a todas las hermanas”.
Paula escribió: “Cuando me convertí, a los catorce años de edad, me esforcé por prestar servicio a las viudas, a las madres solas y a las hermanas menos activas. Al poco tiempo empezaron a invitarme a sus casas para actividades familiares; como consecuencia de ello, mi primer domingo en la Sociedad de Socorro, sentí que tenía un cuarto lleno de madres”.
“Mi madre, mi abuela y mis tías compartían sus testimonios mediante sus ejemplos”, escribió Lindsey. “Me incluían en sus proyectos de servicio y casi no podía esperar para unirme oficialmente a la Sociedad de Socorro. La transición no fue brusca; siempre supe que la Sociedad de Socorro era a donde me dirigía”.
4. Ser un ejemplo
“Me sentía muy entusiasmada por ir a la Sociedad de Socorro”, dijo Emily. “Creo que se debía, en parte, al hecho de que siempre sentí una estrecha relación con mis líderes de las Mujeres Jóvenes, ya que me trataban con mucho respeto. No tuve vacilación en unirme a las hermanas de la Sociedad de Socorro, ya que di por sentado que pasaría lo mismo con ellas; y así fue”.
“Quisiera que mis líderes de las Mujeres Jóvenes me hubiesen hablado más acerca de la Sociedad de Socorro y del amor y la hermandad que allí se encuentran”, escribió Marisa.
“Las líderes tienen un gran impacto en el modo en que las mujeres jóvenes ven la Sociedad de Socorro en general”, escribió Tessa. “Creo que es importante que las líderes de las Mujeres Jóvenes animen a las jovencitas a ir a la Sociedad de Socorro y que las hermanas de esa organización les den la bienvenida”.
“Ojalá mis líderes de las Mujeres Jóvenes no hubieran dado la impresión de que la Sociedad de Socorro es un lugar aburrido”, escribió Amanda. “Como resultado de ello, pensé que así era cuando ingresé a ella”.
En la Sociedad de Socorro
5. Hacer que la transición sea más que un acontecimiento que sucede una sola vez.
Si bien muchas presidentas de Sociedades de Socorro hacen algo especial para dar reconocimiento a una jovencita que asiste a la Sociedad de Socorro por primera vez, los comentarios indicaron que las líderes también se dieron cuenta de que la transición a la Sociedad de Socorro es algo continuo.
Raquel, una líder de la Sociedad de Socorro en Brasil, compartió lo que hizo su presidencia: “(1) Obsequiamos a cada jovencita un estuche de bienvenida el primer domingo que asistía. Eso siempre era un momento de alegría. (2) Como presidencia, les dimos cierta capacitación a fin de que supieran que podían acudir a nosotras. (3) Propusimos que a las jovencitas no las llamaran inmediatamente a trabajar en la Primaria ni en las Mujeres Jóvenes”.
6. Hacer que las lecciones se apliquen a todas las hermanas.
“Me había criado teniendo serias conversaciones sobre el Evangelio con mi madre”, escribió Christy, “y descubrí que muchas veces, la Sociedad de Socorro se acercaba más a esa clase de conversaciones”.
Jillian escribió: “Había añorado obtener comprensión espiritual y agradecí que la recibí”.
“Me era difícil identificarme con las lecciones y con hermanas que parecían ser mucho mayores que yo”, escribió Marisa.
“Estaba contenta de poder oír la perspectiva de mujeres que podían compartir conmigo una visión de nuestro propósito mortal que aún no había adquirido”, escribió Emily.
7. Sentarse al lado de una amiga el domingo.
“No tenía un familiar con quien me pudiera sentar”, escribió Lacey, una jovencita. “El tener hermanas que simplemente me dijeran ‘Hola’ o se sentaran conmigo fue de gran ayuda”.
Kelly, una hermana de la Sociedad de Socorro, lo describió de manera sencilla. Ella escribió: “Si alguien no se siente bienvenida, es difícil seguir asistiendo”.
Tristemente, Nikki era una hermana que se sentía incómoda. Lo que escribió me recuerda que siempre hay algo más que podemos hacer. “En situaciones como la mía, algunas se pierden en la inactividad. La Sociedad de Socorro debe ser un lugar donde podamos acoger a las hermanas de todas las edades, sin importar quiénes sean o lo que hayan hecho”.
Crystal lloró el primer día. Ella escribió: “La que fue mi líder en las Mujeres Jóvenes puso el brazo a mi alrededor y me invitó a sentarme con ella. Me encontraba entre esposas, madres y abuelas. Compartí mis sentimientos y presté atención. Por primera vez sentí la fortaleza de formar parte de un grupo de mujeres que se esforzaban para ser más como Cristo. Me sentí muy bendecida por ser parte de esta organización mundial”.
8. Dar a las jóvenes oportunidades de prestar servicio.
“Me pidieron que tocara el piano para nuestras reuniones dominicales”, escribió Amy. “El saber que me necesitaban sirvió para que estableciera un vínculo con las hermanas. Era parecido a lo que el presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) dijo sobre los miembros nuevos de la Iglesia: que necesitaban un amigo, una asignación, y ser nutridos por la buena palabra de Dios [véase ‘Apacienta mis ovejas’, Liahona, julio de 1999, pág. 118]. Yo necesitaba esas mismas cosas”.
Cate, una hermana nueva de la Sociedad de Socorro, escribió: “Llegué a saber que desempeñaba una función importante en la Sociedad de Socorro después de que me llamaron como maestra. He aprendido mucho. Aún no me he casado, pero pienso que estoy lista para el matrimonio y la maternidad gracias a la Sociedad de Socorro”.
Charlotte, una jovencita, tomó la iniciativa; ella escribió: “He buscado oportunidades de prestar servicio porque pocas veces tengo la oportunidad de asistir a las reuniones dominicales de la Sociedad de Socorro. Sin embargo, las oportunidades para dar servicio han sido abundantes y me enseñaron el significado de la Sociedad de Socorro”.
9. Saber que eres bienvenida y se te necesita.
Brooke escribió: “El simple deseo que tenían las mujeres de mi barrio de hacernos preguntas sobre lo que era importante para nosotras fue tremendo. Me di cuenta de que a pesar de que esas mujeres tenían experiencias de la vida diferentes a las mías, aún teníamos básicamente las mismas esperanzas, sueños y temores”.
Por otro lado, para Robyn fue difícil. “Yo era nueva y la única de mi edad que estaba en la Sociedad de Socorro”, escribió. “Al principio sentía que no encajaba”. Pero Robyn siguió acompañando a su mamá. “Poco a poco llegué a conocer a las mujeres y a sentir amor por la Sociedad de Socorro y el programa de las maestras visitantes”.
Deborah escribió: “Supe que era una hermana de la Sociedad de Socorro cuando Bonnie, mi presidenta de la Sociedad de Socorro, me pidió que la ayudara a limpiar el apartamento de una hermana. La hermana había vivido en la pobreza y había muerto inesperadamente. Al examinar cuidadosamente lo que había sido un difícil final de su vida, encontramos el retrato de bodas de esa hermana; allí, sonriéndonos, se encontraba una deslumbrante mujer de cabello oscuro y de mirada alegre con su vestido de novia de raso blanco. En voz baja, Bonnie dijo: ‘Así es como la recordaremos’. Sentí gran amor por una hermana a quien no había conocido en la tierra. Éramos hermanas de la Sociedad de Socorro. Bonnie y yo terminamos el día con lágrimas y un abrazo”.
Lleguemos a ser de verdad un “círculo de hermanas”, tal como el presidente Boyd K. Packer, (1924–2015), Presidente del Cuórum de los Doce Apóstoles, se refirió con ternura a nosotras en calidad de hermanas de la Sociedad de Socorro. Edifiquemos sobre lo que tenemos en común. Nuestra transición de las Mujeres Jóvenes a la Sociedad de Socorro es el sendero que Dios ha dispuesto para nosotras, Sus hijas, para crecer y progresar. Ciertamente, como dice el lema de la Sociedad de Socorro: “La caridad nunca deja de ser” (véase 1 Corintios 13:8).