2022
Encontrar a Jesucristo en el Antiguo Testamento.
Enero de 2022


Encontrar a Jesucristoen el Antiguo Testamento

Estas cinco verdades nos pueden servir para conocer a nuestro Salvador durante el estudio de las Escrituras este año.

fine art painting of Jesus Christ

Light of the World [Luz del Mundo], por Walter Rane, prohibida su reproducción

Un día, Jesucristo se encontró con dos de Sus discípulos en un camino que unía Jerusalén con Emaús. Mientras caminaban, les enseñó acerca de la función que Él tiene, tal como se describía en las Escrituras que ahora conocemos como el Antiguo Testamento.

“Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:27). Para los discípulos, el hecho de aprender acerca del Salvador y Su misión fue una experiencia sumamente espiritual, y le rogaron que se quedara más tiempo (véase Lucas 24:28–32).

Al igual que aquellos primeros seguidores de Cristo, este año nosotros tenemos la oportunidad de llegar a conocer a nuestro Salvador de una manera más significativa a medida que exploramos el Antiguo Testamento. Este registro, junto con el libro de Moisés y el de Abraham que se encuentran en la Perla de Gran Precio, nos brindan un entendimiento más completo de quién es Él: Su naturaleza, Su misión y la relación que tiene con Su Padre y con cada uno de nosotros. Necesitamos ese entendimiento para recibir el don de la vida eterna (véase Juan 17:3).

Las siguientes cinco verdades nos pueden ayudar a reconocer y entender mejor a Jesucristo por medio de este antiguo y sagrado libro.

Primera verdad: Jesucristo es Jehová

En el Nuevo Testamento, leemos sobre una ocasión en la que Jesucristo se identificó a Sí mismo como Jehová (véase Juan 8:58, nota b al pie de página). Las personas se indignaron e intentaron apedrearlo por blasfemar (véase Juan 8:59). No entendían una preciada verdad que hasta la fecha muchos no entienden: que Jesucristo es Jehová, el Dios del Antiguo Testamento1.

Quizá parte de la razón por la que suele malentenderse la identidad del Salvador en el Antiguo Testamento sea porque en ese libro no se emplea el nombre “Jesucristo”. En vez de ello, los autores hicieron uso de varios títulos para referirse a Él, tales como “Dios”, “Yo Soy” o “el Señor”2. Una vez que entendemos eso, comenzamos a ver a Jesucristo con más claridad en todas las Escrituras. Por ejemplo:

  • Cuando Moisés habló con “Dios” en la zarza ardiente, estaba hablando con Jesucristo (véase Éxodo 3:6)3.

  • De igual manera, Jesucristo se identificó a Sí mismo como “el Gran Yo Soy” ante José Smith (Doctrina y Convenios 29:1).

  • Juan el Bautista fue llamado para preparar el camino “del Señor” (Mateo 3:3). Este es un cumplimiento de Isaías 40:3, que es una profecía sobre Jesucristo.

  • En el cuadro de la página 17 figuran otros ejemplos de las funciones de Jehová a lo largo de las Escrituras.

Segunda verdad: Objetos y acontecimientos que nos pueden enseñar acerca de nuestro Salvador

an angel appearing to Adam and Eve as they prepare a burnt offering

A Adán y a Eva se les dio el mandamiento de sacrificar animales como parte de su adoración. Esos sacrificios nos recuerdan que Jesucristo, el Cordero de Dios, permitió que lo mataran como parte de Su expiación.

Adán y Eva ofreciendo sacrificios, por Keith Larson

En el Antiguo Testamento abundan símbolos y relatos que nos recuerdan la ayuda que ofrece el Salvador. Por ejemplo:

  • En muchos pasajes se describen momentos en los que se mandaba a personas fieles a sacrificar animales como parte de su adoración. Por ejemplo, a los hijos de Israel se les dijo que sacrificaran un cordero y que con la sangre marcaran la entrada de sus casas. Los que lo hicieron fueron protegidos de una plaga mortal en Egipto. Esos sacrificios nos recuerdan que Jesucristo, el Cordero de Dios, permitió que lo mataran como parte de Su expiación. Su sacrificio nos salva de la muerte física y de la espiritual (véase Éxodo 12:13).

  • Cuando el profeta Elías tuvo que huir para salvar su vida y se escondió en el desierto, se sintió afligido y dijo que deseaba estar muerto. Mientras dormía, aparecieron pan y agua de manera milagrosa a fin de que se alimentara, se recuperara y se fortaleciera para seguir adelante. Eso nos puede recordar que Jesucristo es el Agua Viva y el Pan de Vida. Él es nuestra fuente máxima de esperanza (véase 1 Reyes 19:1–8)4.

  • Un salmista escribió: “… lámpara es a mis pies tu palabra” (Salmos 119:105; cursiva agregada). Miqueas testificó: “… aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz” (Miqueas 7:8; cursiva agregada). Sus palabras nos recuerdan que Jesucristo es la Luz del Mundo que nos guía de regreso a nuestro hogar celestial.

A medida que lea, podría descubrir otros detalles que le recuerden a Jesucristo y la capacidad que Él tiene para salvarnos, como como cuando la familia de Noé fue preservada del diluvio en el arca o cuando a Jonás se le dio tiempo de arrepentirse mientras estuvo dentro de una ballena. Esos acontecimientos nos recuerdan que el Salvador puede llevarnos a través de las tormentas de la vida y que siempre nos brindará oportunidades para volver al camino correcto (véanse Génesis 7:1; Jonás 1:17).

Tercera verdad: Jehová es un Dios personal

En ocasiones, podría parecer que el Dios del Antiguo Testamento estaba enojado o era vengativo. Debemos tener presente que los autores originales del libro pertenecían a culturas antiguas con costumbres y descripciones que tal vez en la actualidad sea difícil que entendamos totalmente. El manual Ven, sígueme, los análisis en grupo y la iluminación del Espíritu Santo nos pueden ayudar a compaginar lo que leemos en el Antiguo Testamento con lo que sabemos de Jesucristo mediante otros libros canónicos.

Además, una característica evidente de Jehová que les será familiar a quienes estudian al Salvador es que: Él es un Dios personal. Su intervención, tanto de maneras majestuosas como sencillas, ilustra que Él siempre está dispuesto a librar a aquellos que confían en Él. Los siguientes son algunos ejemplos de Su ministerio en el Antiguo Testamento:

  • Después de que Adán y Eva transgredieron, el Señor los vistió, o cubrió, con túnicas de pieles (véase Génesis 3:21). En hebreo, la palabra para expiación significa “cubrir” o “perdonar”.

  • Él invitó a Enoc a andar con Él (véase Moisés 6:34) y se llevó al pueblo de Sion (véase Moisés 7:69).

  • Él preparó a José para que librara a su familia y a infinidad de personas del hambre (véase Génesis 37–46).

  • Él guio a los hijos de Israel a través del desierto (véase Éxodo 13:21–22).

  • Él visitó a Aarón y a María para que aumentaran su fe en el profeta viviente (véase Números 12:5).

  • Él guio a Ruth y preservó el linaje de Él por medio de la simiente de ella (véanse Ruth 3:10–11; 4:14–17).

  • Él llamó al pequeño Samuel por nombre (véase 1 Samuel 3:3–10).

  • Él facultó a Ester para que salvara a su pueblo con valentía (véanse Ester 2:17; 8:4–11).

Cuarta verdad: Jesucristo nos ayuda a pelear nuestras batallas

En ocasiones, la vida diaria se siente como una batalla. Ciertamente nos encontramos en medio de una batalla espiritual entre el bien y el mal que no es distinta a las guerras que se describen en el Antiguo Testamento. Con los soldados de la antigüedad, clamamos: “Jehová, sé nuestro guía”5. En los siguientes pasajes, escuchamos Su reconfortante respuesta:

  • “No te dejaré, ni te desampararé” (Josué 1:5).

  • “No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud grande porque no es vuestra la batalla, sino de Dios” (2 Crónicas 20:15).

  • “Yo soy tu Dios que te fortalezco […]; siempre te sustentaré” (Isaías 41:10).

  • “Contigo estoy para librarte” (Jeremías 1:8).

Quinta verdad: Las promesas del Señor continúan

Estamos más conectados con las personas fieles del Antiguo Testamento de lo que podríamos darnos cuenta. Los videntes de la antigüedad esperaban con ilusión la vida terrenal de Jesucristo y escribieron acerca de ella. Isaías, por ejemplo, describió al Señor con palabras tan poderosas que se han convertido en parte de la letra de las canciones que entonamos en la Pascua de Resurrección y la Navidad (véanse Isaías 7; 9; 40; y 53)6.

Al igual que aquellos profetas, nosotros también esperamos con ilusión la venida de Cristo, aunque esta vez previendo Su regreso para que reine personalmente sobre la tierra7. Y a medida que preparamos al mundo para Su segunda venida, obtenemos fortaleza de las verdades y promesas que se escribieron originalmente en el Antiguo Testamento, tales como:

  • Las bendiciones patriarcales, que incluyen una declaración de la casa de Israel a la que pertenecemos. El convenio que el Señor hizo con Abraham hace miles de años se aplica a nosotros en la actualidad como miembros de la Iglesia que hemos hecho convenios, sea cual sea la tribu de la que seamos parte (véanse Génesis 13:14–17; Abraham 2:9–11).

  • El mandamiento de santificar el día de reposo, el cual el Señor dijo que sería una “señal entre yo y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico” (Éxodo 31:13).

  • Los sagrados lavamientos, unciones y ropa que forman parte de la adoración en el templo en la actualidad se dieron primero a Aarón y a su posteridad (véase Levítico 8).

Pensemos en los muchos hombres y mujeres justos que se sacrificaron para que llegáramos a este momento de la historia de la humanidad. Nosotros edificamos sobre la base de sus esfuerzos sagrados y compartimos su visión de un mundo guiado por el Salvador. Como enseñó el presidente Russell M. Nelson: “Después de unos 4000 años de expectativa y preparación, este es el día señalado en el que el Evangelio se llevará a todas las familias de la tierra. Esta es la época del prometido recogimiento de Israel; ¡y tenemos la oportunidad de participar en él!”8,

Un épico año de estudio

Christ in red robe

Cristo con un manto rojo, por Minerva Teichert, cortesía del Museo de Historia de la Iglesia

Tenemos en nuestras manos la historia del principio de la humanidad: nuestra historia como cristianos del convenio. Gracias a la expiación de Jesucristo, sabemos cuál será el desenlace de este épico trayecto. Satanás será destruido y los justos saldrán victoriosos. Sin embargo, ¿cuál será el desenlace de nuestra historia individual?

¿Escogeremos andar con Jesucristo este año? ¿Le suplicaremos que permanezca con nosotros, escuchando con avidez lo que Él nos enseñe?

Él es el Salvador amoroso y personal cuya voz escuchamos en Doctrina y Convenios, cuya vida está registrada en el Nuevo Testamento y cuyas enseñanzas se explican con claridad en el Libro de Mormón. Con un poco de práctica, también podremos encontrar Su ministerio entretejido en las páginas del Antiguo Testamento. Él es la parte central del pasado, del presente y del futuro de la humanidad. Él ha estado —y siempre estará— a nuestro lado en cada paso del camino.

Notas

  1. Véase el segundo párrafo de “El Cristo Viviente: El Testimonio de los Apóstoles” en LaIglesiadeJesucristo.org.

  2. En las traducciones al español, en general se denomina a Jesucristo como Jehová (véase 1 Samuel 1:15). Véase también James E. Talmage, Jesús el Cristo, 1975, pág. 26.

  3. En las versiones de la Biblia que la Iglesia ha publicado, las notas al pie de página aclaran los casos en los que los pasajes se refieren al Salvador. Por ejemplo, véase Éxodo 3:6, nota a al pie de página.

  4. Para saber más sobre el simbolismo de este relato, véase Marissa Widdison, “The Bread and Water of Hope”, Ensign, septiembre de 2019, pág. 56.

  5. “Jehová, sé nuestro guía” Himnos, nro. 39.

  6. Algunos versículos de Isaías forman parte de la letra del oratorio El Mesías de Händel.

  7. Véase Artículos de Fe 1:10.

  8. Russell M. Nelson, “Convenios”, Liahona, noviembre de 2011, pág. 88.