2022
La promesa de pertenecer
Enero de 2022


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La promesa de pertenecer

Tomado de un discurso pronunciado en la Conferencia de la Universidad Brigham Young para mujeres el 29 de abril de 2021.

La promesa de la Sociedad de Socorro es que podemos llegar a ser una sociedad de Sion. Nuestra labor como hermanas de la Sociedad de Socorro es animarnos unas a otras.

grupo de mujeres abrazándose

Todas venimos a la tierra con el anhelo de pertenecer. A veces podemos encontrar un vínculo estrecho con otras personas y a veces es difícil. ¿Cómo podemos ayudarnos unas a otras a sentir la misma seguridad, aceptación y amor que experimentamos en nuestro hogar celestial?

En la Iglesia, toda mujer de 18 años en adelante es miembro de la Sociedad de Socorro. En la actualidad hay más de 7,5 millones de miembros de esta organización única. Ya sea que estés sirviendo en la Primaria, en las Mujeres Jóvenes, en la Sociedad de Socorro o en la Escuela Dominical, sigues siendo parte de la Sociedad de Socorro. Ya sea que estés recién salida de la escuela secundaria, seas una mujer con una carrera, una madre de niños pequeños, una mujer que ha vivido un divorcio o seas viuda —o cualquier combinación de esas situaciones—, sin duda perteneces a la Sociedad de Socorro.

La promesa de una sociedad de Sion

La promesa de la Sociedad de Socorro es que podemos llegar a ser una sociedad de Sion. Cuando recordemos quiénes somos y los convenios que hemos hecho, llegaremos a vernos unas o otras como hermanas eternas. Nos reconoceremos de aquella época lejana en la que luchamos codo con codo contra el dragón y sus ángeles (véase Apocalipsis 12:7) por el derecho a elegir y en la que todos confiamos en que Jesús cumpliría Su promesa de convertirse en nuestro Salvador. Mientras nos preparábamos para nuestro tiempo en la tierra, esperábamos fervientemente que todos los que se unieron a nosotros en ese exitoso esfuerzo por conquistar a Satanás regresaran a nuestro hogar celestial después de su período de prueba como seres mortales.

Cuando nos miramos unas a otras desde una perspectiva eterna, podemos ver a cada una como una hermana eterna. Nos alegramos por los éxitos de las demás, compartimos los pesares la una de la otra, nos perdonamos nuestros errores y nos fortalecemos mutuamente en nuestra debilidad. Puede que no seamos perfectas en ello, pero todo lo que el Señor requiere es que empecemos por tener un corazón dispuesto (véase Doctrina y Convenios 64:34). Al estar “dispuest[as] a llevar las cargas los unos de los otros”, al estar dispuestas a “llorar con los que lloran” y a “consolar a los que necesitan de consuelo”, al estar dispuestas a “ser testigos de Dios” (Mosíah 18: 8–9), estamos guardando nuestros convenios con Él.

Ciertamente, es necesario mejorar. Hay estudios que han demostrado que la razón principal por la que las personas abandonan la religión es que se sienten juzgadas o no se sienten bienvenidas. Eso se menciona más a menudo que el desacuerdo doctrinal o la falta de fe. La buena noticia es que esa situación prácticamente puede eliminarse si realmente abrimos los brazos y el corazón a todos. Podemos intentar “s[er] una luz, no un juez”1. Eso es algo que solo le corresponde al Señor. Nuestra responsabilidad consiste en extender una mano y abrir el corazón. Al hacerlo, vemos que hemos creado un lugar seguro donde podemos compartir, un lugar seguro donde podemos crecer, un lugar seguro donde lleguemos a ser lo mejor que podamos.

Mirar, escuchar y responder con amor

Para practicar cómo responder con amor a fin de que la Sociedad de Socorro sea un lugar al que cada mujer sienta que pertenece, pensamos que podría ser divertido compartir una situación y proponer un par de respuestas. ¿Qué respuesta crees que sería la más adecuada?

Situación nro. 1: En una reunión sacramental, ves a un misionero que ha vuelto a casa antes de tiempo de su misión.

  • A: “¿Qué haces por aquí? Apenas te fuiste, ¿tuviste que volver a casa?”.

  • B: “Me alegro de verte. Cuéntame sobre [el lugar donde serviste]”.

La mejor respuesta es la “B”.

Situación nro. 2: Ves a una pareja de jóvenes adultos que conoces y que tienen una cita.

  • A: “Qué bueno verles. ¿Qué tal va la escuela y el trabajo?”.

  • B: Guiña el ojo y empuja al joven con el codo y, con un fuerte susurro, pregúntale: “¿Son campanas de una boda eso que oigo a lo lejos?”.

La mejor es la opción “A”.

Situación nro. 3: En la Iglesia ves a una pareja que lleva tiempo casada y no tiene hijos.

  • A: “¿Por qué no tienen hijos? ¿Cuándo tendrán hijos? ¡No serán jóvenes para siempre!”

  • B: “Disfruten este tiempo sin niños. ¿Quieren uno de los míos?”.

Esta es una pregunta con trampa. ¡Ambas respuestas son incómodas e insensibles!

Situación nro. 4: En un proyecto de servicio del barrio, se te asigna a trabajar con un miembro soltero.

  • A: “Me alegra que hayas podido venir a ayudar. Creo que eres increíble, ¿cómo puede ser que no estés casada?”.

  • B: “Me encantaría saber más sobre ti. Háblame de tu trabajo [o familia o intereses]”.

La mejor respuesta es la “B”.

Situación nro. 5: Tu amiga te comenta que se va a divorciar de su cónyuge.

  • A: “Lo siento mucho; estoy siempre aquí para escucharte si te sirve de ayuda”.

  • B: “¿Realmente has intentado resolverlo? Me preocupan los niños. ¿Has ayunado y orado sobre tu decisión?”.

La mejor respuesta es la “A”.

En este ejercicio, ¿reconociste maneras en las que podemos esforzarnos para observar, escuchar y responder mejor con amor? Las siguientes tres ideas también pueden ayudarnos a crear un lugar seguro para nuestras hermanas.

1. Encuentra un lugar para que todas contribuyan

Piensa en las mujeres de la Sociedad de Socorro. ¿Quién duda en unirse, es reacia a hablar o se niega a participar? Sin duda, queremos que cada hermana forme parte de nuestra sociedad de Sion. ¿Cómo podemos llegar a ser “uno en corazón y voluntad”? (Moisés 7:18). ¿Cómo podemos incluir a cada hermana?

Una de las claves es buscar entre las más apartadas. Chris, la presidenta de la Sociedad de Socorro de un barrio, tiene la costumbre de buscar a las personas que no participan. Cuando las ve, las saluda con una sonrisa y las mira a los ojos, escuchando atentamente lo que dicen. Gracias a su atención genuina y centrada, se sienten vistas y comprendidas. Mientras escucha, suele descubrir sus puntos fuertes y las formas en que pueden contribuir. Es consciente de que hay un potencial sin explotar o talentos ocultos que esperan ser desarrollados en todas las personas. En ese proceso inspirado, los individuos son llevados al círculo del evangelio de Jesucristo, y familias enteras son bendecidas.

Podemos ampliar nuestro círculo hasta que todas las hermanas estén entrelazadas. Podemos llegar a ser uno, listas para la sociedad de Sion que será una consecuencia de nuestra Sociedad de Socorro unida de hoy.

El presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, ha dicho: “[A]un las diferencias se pueden ver como oportunidades. Dios nos ayudará a ver alguna diferencia en otra persona no como motivo de irritación sino como una contribución”2. Las diferencias pueden enriquecer nuestro mundo. Cuando reconocemos y celebramos fortalezas que no son las nuestras, podemos llevar a cabo de mejor forma la obra del Señor a Su manera.

2. Mira más allá de las diferencias obvias

La mayoría de nosotras queremos ser cordiales, pero a veces se nos traba la lengua o nos da miedo cometer errores. No sabemos qué decir ni cómo cambiar nuestra forma de responder a las personas. En Mateo 8:1–34, vemos lo revolucionario que fue Jesús al ayudar a los demás a pertenecer cuando

  • sanó a un leproso;

  • ayudó al siervo de un centurión romano;

  • sanó a la suegra de Pedro;

  • echó a los demonios de muchos en la multitud;

  • animó a un escriba judío;

  • llamó a un hombre que estaba de luto por su padre para que le siguiera;

  • reprendió la tormenta y calmó el corazón de sus discípulos, que estaban aterrorizados;

  • curó a dos hombres que vivían entre las tumbas y que estaban poseídos por espíritus y le gritaban; y

  • accedió a abandonar la costa cuando los supersticiosos aldeanos le rogaron que se fuera.

El Salvador Jesucristo tiene ojos que ven más allá de las diferencias, que ven nuestro corazón, potencial y deseos. Nuestra presidencia extiende la invitación de ser más amables, mostrar un interés más sincero y ofrecer una mano amiga.

3. Incluye a aquellos que están mirando desde fuera

Vivimos en una época en la que las promesas de Dios a su pueblo del convenio han empezado a cumplirse. Como hijos de Dios, hemos sido separados de Su presencia. En este mundo, estamos sujetos a pruebas y pesares. Sin embargo, nuestro Señor Jesucristo ha prometido que nos juntará como la gallina junta a sus polluelos bajo las alas, si nos arrepentimos y volvemos a Él con íntegro propósito de corazón (véase 3 Nefi 10:6). El Salvador nos junta con Su amor y preocupación. Como los polluelos, somos vulnerables y dependemos de Su gracia. Como discípulas de Cristo, nosotras también podemos ayudar a juntar a Su pueblo. Eso nos trae gozo.

Todas tenemos caminos diferentes, pero podemos transitarlos juntas. En 1 Corintios 12:12–27, Pablo compara el cuerpo humano con la Iglesia para mostrar que cada individuo desempeña un papel importante en el cuerpo de la Iglesia. Todos tenemos fortalezas y debilidades. Todos tenemos algo que aportar para llevar a los demás a Cristo y, al mismo tiempo, todos necesitamos acercarnos a Él.

Todos, incluidos los niños y los jóvenes, podemos reunir activamente a otros para que sientan el amor de Dios y se conviertan en discípulos de Cristo. Si buscamos revelación, el Espíritu nos guiará y sabremos qué hacer y decir para ayudar a que los demás sientan que pertenecen.

Una invitación

¿Puede la Sociedad de Socorro dar la promesa de pertenecer? ¡Sí! Hay tantas diferencias en nuestras circunstancias y, sin embargo, las mujeres compartimos características fundamentales y esperanzas eternas. Las mujeres tenemos una gran necesidad —y habilidad— de relacionarnos con otras personas, y todas necesitamos pertenecer.

Nuestra obra como discípulas de Cristo es facilitar que las personas vengan a Él. Todas intentamos guardar los mandamientos y seguir el ejemplo de Jesucristo, pero todas fallamos de diferentes maneras. Sin embargo, podemos seguir intentando ser mejores con el poder expiatorio del Salvador. Nuestra labor como hermanas de la Sociedad de Socorro es animarnos unas a otras.

Las animamos a que sigan fortaleciendo los lazos de hermandad con todas las mujeres de su barrio o rama, de 18 a 108 años. Cada persona tiene un valor increíble y un potencial infinito, así que, pregúntate: “¿Qué puedo hacer yo para sacar a relucir ese potencial y ayudarlas a sentirse valoradas?”. La Sociedad de Socorro debe apoyar a todas las mujeres y ayudarlas a siempre sentirse parte de nuestra hermandad divina y eterna.

Testificamos que el Señor, nuestro Salvador y Redentor, espera con los brazos extendidos para llevar a cada uno a Su redil. Él espera fervientemente que le ayudemos en este esfuerzo esencial de recogimiento en preparación para Su segunda venida. Que podamos extender la promesa de pertenecer a cada hermana dentro de los círculos de nuestra influencia.

Notas

  1. Stephen R. Covey, Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, 1995, pág. 118.

  2. Véase Henry B. Eyring, “Entrelazados nuestros corazones en uno”, Liahona, noviembre de 2008, pág. 71.