2022
Aprender a poner mi confianza en Dios y en Su profeta en vez de en mí mismo
Mayo de 2022


Aprender a poner mi confianza en Dios y en Su profeta en vez de en mí mismo

Una sesión de buceo me enseñó que el Padre Celestial sabe lo que es mejor para nosotros, incluso mejor que nosotros mismos.

buzos nadando cerca de un pulpo

Mientras asistía a la Universidad de Brigham Young–Hawái, decidí obtener la certificación de buceo para poder explorar el océano que rodeaba el hermoso campus. Para la última parte de la certificación final, mi grupo y yo hicimos una inmersión de 20 minutos en el puerto de Kewalo Basin, en Honolulú.

Nuestro instructor de buceo reconoció que, si habíamos alcanzado ese nivel, ya habíamos aprendido lo suficiente como para mantenernos a salvo y disfrutar por nuestra cuenta. Obviamente todavía teníamos que seguir reglas básicas, como el uso del sistema de compañeros, pero nos dijo que podíamos centrarnos más en explorar que en demostrar destrezas específicas.

La última inmersión fue increíble; disfruté viendo los tiburones de puntas blancas y las tortugas marinas. Nada me ha hecho apreciar tanto esta hermosa tierra que el Señor creó para nosotros como el poder mirar hacia arriba a la superficie y darme cuenta de que estoy respirando bajo el agua.

Dejando al guía

Un poco antes de acabar nuestra sesión, el instructor de buceo parecía fascinado por una roca del tamaño de una almohada. Parecía como si estuviera tratando de levantarla, pero yo me impacienté. “Solo nos quedan unos minutos”, pensé para mí, “no quiero perder el tiempo mirando una roca”.

Me fui a explorar un coral cercano cuando de repente escuché muchas voces ahogadas y agitadas bajo el agua. Me giré y vi a mi grupo mirando fijamente algo, pero al tener el regulador en la boca, no pude preguntar qué había sucedido.

Todos nadamos hasta la superficie y nos subimos a nuestro barco. Después de quitarnos el equipo, todos empezaron a hablar entusiasmados de lo que habían visto. Mi compañero me dijo: “¡Traté de llamar tu atención para que pudieras verlo nadando!”.

El instructor había visto un pulpo debajo de una roca, así que la había movido para beneficio de la clase. Cada vez que el instructor movía la roca, el pulpo se escondía de nuevo, hasta que se cansó de jugar a las escondidas, lanzó un chorro de tinta y se fue nadando.

Yo había buceado varias veces y había visto mucha vida silvestre, pero nunca un pulpo; debido a mi impaciencia, había perdido una oportunidad excepcional.

Medité acerca de esa experiencia durante nuestro viaje de una hora a casa y me di cuenta de que había aprendido una importante lección del Evangelio sobre guardar los mandamientos y seguir al profeta. No había desobedecido al maestro de buceo que nos dirigía, pero había decidido implícitamente que mi guía no quería lo mejor para mí.

Había confiado más en mí mismo que en mi maestro.

Podemos confiar en el profeta de Dios

Si hubiera confiado en mi guía, habría tenido una experiencia más gratificante. El mismo principio se aplica cuando demostramos confianza en el Padre Celestial al confiar en Su profeta.

Sabemos que nuestro propósito en esta vida es prepararnos para presentarnos ante Dios al hacer y guardar convenios sagrados, pero esa no es la única razón por la que estamos aquí. Lehi enseñó que estamos aquí para “ten[er] gozo” (2 Nefi 2:25).

Dios ha llamado profetas y apóstoles para ayudarnos a experimentar ese gozo y cumplir con la medida de nuestra creación; ellos actúan como Su portavoz para nuestro beneficio. También nos da mandamientos para que podamos recibir y conservar ese gozo perpetuo.

En cierto modo, los profetas y apóstoles pueden considerarse como nuestros maestros de buceo y los mandamientos como nuestras “reglas de buceo”, porque tienen el propósito de mantenernos a salvo y asegurar nuestra felicidad.

Cuando pensamos que nosotros sabemos más, como me ocurrió con mi instructor de buceo, corremos el riesgo de conformarnos con una experiencia terrenal menor y demostramos a nuestro Padre Celestial que no creemos que Él quiere lo mejor para nosotros.

El élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:

“… ¿Por qué seguimos al profeta? Porque el Señor Jesucristo lo ha llamado y lo ha designado como Su atalaya en la torre […].

“… Si decidimos dejar de lado su consejo y determinamos que nuestro criterio es más acertado, nuestra fe queda mermada y nuestra perspectiva eterna se nubla. Les prometo que, en tanto permanezcan resueltos a seguir al profeta, su fe en el Salvador aumentará”1.

Tenemos la bendición de vivir en una época en la que la palabra de Dios está al alcance de nosotros. En lugar de poner en duda Sus deseos de que experimentemos gozo perpetuo, podemos tener fe en Él y “considera[r] el bendito y feliz estado de aquellos que guardan los mandamientos de Dios” (Mosíah 2:41).

Sé que al confiar en Dios siguiendo a Su profeta y tener fe en las bendiciones prometidas por guardar nuestros convenios y Sus mandamientos, Él nos guiará hacia experiencias asombrosas y llenará nuestra vida de gozo.

Nota

  1. Véase Neil L. Andersen, “El profeta de Dios”, Liahona, mayo de 2018, págs. 25, 27.