2022
Permitir que Dios te hable en Su propio tiempo y a Su propia manera
Mayo de 2022


Permitir que Dios te hable en Su propio tiempo y a Su propia manera

Como yo estaba esperando recibir revelación de una manera y en un momento en particular, me había estado perdiendo ocasiones en las que el Padre Celestial me estaba hablando.

jovencita cerrando los ojos y orando

Soy una chica a la que le encanta tener respuestas.

Cuando era más joven, tenía muchas preguntas; quería saber por qué el cielo era azul y dónde estaba mi lonchera perdida. Cuando estaba en la escuela secundaria, mis preguntas se tornaron más complicadas: ¿Cuál es la raíz cuadrada de 347? ¿Qué pasa cuando soñamos?

Por experiencia, descubrí que, cuando tenía una pregunta, podía encontrar la respuesta por medio de una fórmula: una fórmula de matemáticas o una fórmula científica. Le di sentido al mundo por medio de esas fórmulas.

Cuando mis preguntas se expandieron más allá de lo temporal a lo espiritual, tuve más preguntas: ¿Es verdadero el Libro de Mormón? ¿Soy de verdad una hija de Dios? ¿Debo servir en una misión?

Para mi satisfacción, aprendí que podía encontrar respuestas a preguntas espirituales por medio de otra fórmula. La fórmula para mí decía así: orar más estudiar las Escrituras más ir a la Iglesia más escuchar a los profetas me daría como resultado obtener respuestas.

¡Me encantaba esa fórmula! Era fácil de seguir y, lo que era más importante, funcionaba. Esa fórmula me ayudó a saber que Dios me amaba y que el Evangelio era verdadero, y estaba segura de que siempre podría utilizarla para recibir respuestas. Así que, cuando el presidente Russell M. Nelson nos invitó a “aumenta[r] y mejora[r] [nuestra] capacidad de escucharle a Él”1, pensé que yo ya estaba avanzada.

Sin embargo, en un momento crucial de mi vida mi fórmula pareció dejar de funcionar.

Buscar revelación

Semanas antes de comenzar mi misión, la pandemia de COVID-19 me obligó a ser reasignada, y yo quería saber si Dios aún quería que sirviera. Oré, leí las Escrituras, fui a la Iglesia, escudriñé discursos de la conferencia, pero… nada. Estaba a punto de tomar una decisión que cambiaría mi vida, ¡y el tiempo se estaba acabando!

Aunque todavía no había recibido mi respuesta, decidí dar un salto de fe y comencé mi capacitación en el CCM en línea. Con el tiempo salí al campo misional, pero regresé pronto a casa debido a algunas circunstancias personales y con aún más preguntas. Intenté aplicar mi fórmula una vez más, desesperada por obtener una explicación, pero otra vez, no hubo respuesta. Llevé mis preguntas a la conferencia general; también las llevé al templo cuando volvió a abrir; leí artículos de la revista Liahona, intenté todo lo que había oído hacer a los demás para encontrar respuestas, pero parecía como si los cielos estuvieran cerrados.

Evidentemente, mis esfuerzos nunca fueron inútiles; pude acercarme más a Dios y sentir más el Espíritu en mi vida, pero no obtuve el resultado que anhelaba. Me preguntaba si realmente sabía cómo escucharlo.

Entonces, un día, recibí una respuesta. No sucedió mientras oraba, leía las Escrituras o asistía a la Iglesia, pero creo que recibí esa respuesta porque lo había estado buscando a Él de esa manera. La respuesta no satisfacía por completo mi pregunta, pero me di cuenta de que, si tenía fe, Dios me daría “línea por línea, precepto por precepto” (2 Nefi 28:30), en su propio tiempo y a su propia manera.

Las nuevas e impredecibles conexiones con el cielo comenzaron a llegar de maneras que nunca antes había experimentado. A medida que pasaban las semanas, traté de abrir mi corazón para aceptar la comunicación con Dios de nuevas maneras. Eso fue lo que marcó la diferencia. Al seguir buscándolo por medio de la oración y el estudio de las Escrituras, empecé a sentir que Dios derramaba su Espíritu para guiarme. Finalmente se estaban contestando mis preguntas. ¡Fue un milagro!

Me di cuenta de que, como yo esperaba recibir revelación de una manera y en un momento específico, me estaba perdiendo las ocasiones en las que el Padre Celestial me estaba hablando. Es posible que la revelación no llegue de la misma manera cada vez. Dios nos habla individualmente y a Su manera.

No limites tu capacidad para escucharlo.

El presidente Henry B. Eyring, Segundo Consejero de la Primera Presidencia, enseñó: “La manera de recibir revelación de Dios no ha cambiado desde los días de Adán y Eva […]. Siempre se hace mediante el ejercicio de la fe”2.

A veces quizás tengamos que esperar pacientemente en el Señor para recibir respuestas; pero, al hacerlo, podemos seguir buscando maneras de traer el Espíritu a nuestra vida: Trata de orar en diferentes momentos, escudriña las Escrituras como nunca lo has hecho, da un paseo y medita, canta himnos, asiste al templo con más frecuencia, haz la obra de historia familiar, sirve, ayuna, escribe tus pensamientos después orar, visita lugares sagrados, haz cosas llenas de fe que te acerquen más a Él. Hay un sin fin de maneras en las que Dios puede hablarnos porque Su poder es ilimitado.

Al buscar otras maneras de invitar la revelación, podemos continuar fortaleciendo nuestra relación con el Padre Celestial y nuestra capacidad para escucharlo. Si estás buscando revelación, recuerda que Él está esperando para ayudarte y te ofrecerá respuestas en Su propio tiempo y a Su propia manera. Y, si miras detenidamente, tal vez te des cuenta de que Él ya te ha contestado.