Jóvenes adultos
Escudados por los convenios
La autora vive en Hawái, EE. UU.
El poder y la protección que se prometen a aquellos que fielmente llevan puesto el gárment del templo no proviene de la magia; proviene de Dios.
El amor que siento por el gárment del templo que llevo puesto no se puede expresar plenamente con palabras. Aunque el material con el que se fabrica un gárment es ligero y apenas perceptible una vez que me acostumbré a él, lo que el gárment representa, las bendiciones que conlleva, y la siempre presente expresión exterior de mi compromiso interior hacia Dios —y de mi amor por Dios— hacen que llevarlo puesto cada día sea una experiencia bella y espiritual. Es paz. Es fortaleza. Es tranquilidad. Es poder. Es sagrado. Es una bendición en mi vida en la medida en que lo trato.
A veces, las personas consideran el gárment una mera prenda de ropa interior, o simplemente una medida de modestia cuyo propósito es enseñarles lo que pueden y no pueden vestir; una línea arbitraria de lo que es decente e indecente. Y aunque llevar puesto el gárment de manera apropiada ciertamente fomenta la modestia (especialmente según las normas del mundo), el gárment del santo sacerdocio representa mucho más.
Poderosa perspectiva eterna
Recibí mi propia investidura a los diecinueve años, como preparación para mi matrimonio en el templo, y aunque circunstancias desafortunadas pusieron fin a ese matrimonio, yo había sido fiel a mis convenios, y esos convenios que había hecho con el Señor permanecieron conmigo. Me aferré a ellos, y me sostuvieron. No me quedé sola en mis pruebas, y estas me hicieron más fuerte.
He recibido muchas bendiciones por tener siempre una recomendación para el templo, por llevar puesto el gárment de forma adecuada, tal como se indica, y por guardar los convenios que hice en el templo. Aunque sería imposible señalar cada una de las bendiciones de esa obediencia, las más evidentes para mí son la capacidad para mantener una perspectiva celestial y el recordatorio físico constante de que debo tomar decisiones correctas aunque las personas que me rodean no lo hagan, e incluso cuando las decisiones de otras personas me hagan sufrir.
En los últimos once años, muchas cosas han ido mal en mi vida (las peores de las cuales incluyen el divorcio, penosas dificultades económicas, y frustrantes reveses personales y profesionales), pero el llevar puesto el gárment constantemente y asistir al templo con regularidad me ayudó a saber que la vida es más que cualquier prueba que estuviera experimentando en ese momento, sin importar cuán difícil o dolorosa fuera.
Dado que esas dos constantes me ayudaron a permanecer cerca del Espíritu, he sido librada del peligro físico con impresiones interiores que elegí seguir, y también he recibido un fuerte sentido de esperanza y de perspectiva eterna que me ha guiado a través de los momentos de oscuridad en los que sentía que no tenía fuerzas para dar un paso físico o emocional más al avanzar hacia adelante en mi jornada. Esa paz continúa sosteniéndome a medida que surgen nuevos desafíos y pruebas.
Las bendiciones del templo que he experimentado varían desde las bendiciones del día a día que en ocasiones pasamos por alto (como la paz interior y las impresiones) a las impresionantes, perdurables y evidentes (como estar sellados para siempre a nuestra familia). La experiencia de cada persona es única y personal, pero las bendiciones siempre las recibimos en el tiempo perfecto del Señor cuando cumplimos nuestros convenios (véase Doctrina y Convenios 82:10). Y llevar puesto el gárment es una manera importante y personal de mostrarle al Señor que recordamos nuestros convenios.
Protección espiritual constante
El presidente Boyd K. Packer (1924–2015), Presidente del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó una de las bendiciones que podemos esperar cuando llevamos puesto el gárment en la forma debida: “El gárment representa convenios sagrados. Fomenta la modestia y se convierte en un escudo y una protección para la persona que lo lleva puesto”1.
Ese escudo puede protegernos de lo que Nefi llamó los “ardientes dardos del adversario” (1 Nefi 15:24). Si pudiéramos calcular cuántos dardos nos lanza Satanás cada día, me imagino que el número sería astronómico. Vivimos en un mundo que procura activamente destruir lo que creemos. Imágenes y mensajes inapropiados nos rodean por todas partes, junto con la presión para que consumamos sustancias dañinas o quebrantemos la ley de castidad. Más habitual aun es la presión y la tentación para discutir y ser desconsiderados, ya sea en persona o, sobre todo, en línea; para burlarnos o menospreciar a otras personas por expresar sus opiniones o creencias; o para mofarse de una persona por algo tan pequeño como un error gramatical. Esos ataques espirituales, si les hacemos caso, adormecen nuestros sentidos y reducen nuestra capacidad de sentir las advertencias del Espíritu Santo.
La lista de “ardientes dardos” que Satanás nos lanza es, literalmente, interminable y siempre peligrosa. El élder Taniela B. Wakolo, de los Setenta, dijo: “Las muchas distracciones y tentaciones de la vida son como ‘lobos rapaces’”. De modo que, ¿cómo hemos de protegernos? Más adelante, en ese mismo discurso, él añadió: “Les prometo que participar en ordenanzas y honrar los convenios que se relacionan con ellas les dará una luz maravillosa y protección en este mundo cada vez más oscuro”2.
Si los “dardos” que Satanás te lanza cada día fueran literalmente objetos afilados que pudieras ver y sentir, ¿dejarías un escudo en casa? ¿Dejarías de lado el conocimiento de cómo defenderte a ti mismo o de la senda que conduce a un lugar de refugio? ¿Dejarías de hacer o de guardar convenios con Dios cuando Él prometió que esos convenios te ayudarían a salir victorioso?
El poder de los convenios en nuestro progreso
La protección que proporciona el gárment no reside en una especie de magia que proviene del gárment en sí, como algunos creen de manera errónea. Más bien, la protección prometida es la protección que brinda el Señor tanto física como espiritualmente cuando guardamos nuestros convenios y expresamos cada día nuestro fiel compromiso hacia Él.
Los convenios del templo y el gárment no son para personas perfectas. Su propósito es ayudar a escudar y proteger a personas imperfectas que están tratando de hacer todo lo posible por llegar a ser mejores; personas que se arrepienten cuando caen, y siguen adelante; personas como tú y como yo.
Al igual que físicamente participamos de la Santa Cena cada semana para recordar y renovar nuestros convenios bautismales, llevar puesto el gárment cada día sirve como un recordatorio físico de los convenios que hemos hecho en el templo. Esas son cosas que necesitamos en nuestro camino para llegar a ser más como Cristo.
Más allá de la protección divina, el guardar nuestros convenios y llevar puesto el gárment es una manera de mostrarle cada día a Dios lo mucho que lo amamos, y que obedeceremos Sus mandamientos porque lo amamos; y es una manera de recibir las numerosas bendiciones que Dios desea darnos. En verdad Él nos ama más de lo que podemos entender, y desea que estemos a salvo y que tengamos la protección que Él ha prometido.
Bendecidos cada día
Todos luchamos cada día en un campo de batalla espiritual, ya sea que nos demos cuenta o no. Los convenios que hacemos en el templo y guardamos en nuestra vida cotidiana nos ayudarán a ganar la guerra contra el pecado y contra Satanás, pero depende de nosotros prepararnos y luego ser fieles.
Me siento muy feliz por mi decisión de asistir al templo, y por las decisiones subsiguientes que he tomado para guardar mis convenios. Cada día recibo bendiciones por mi elección y por llevar puesto el gárment en la forma debida, según el convenio que hice. Me mantiene a salvo; me recuerda mis convenios, y demuestra a Dios que lo amo más que al mundo, y que haré lo que Él me pida que haga.