Escritura del día: “Y también os perdonaréis vuestras ofensas los unos a los otros; porque en verdad os digo que el que no perdona las ofensas de su prójimo, cuando este dice que se arrepiente, tal ha traído sobre sí la condenación” (Mosíah 26:31).
La mejor manera de entender este versículo de las Escrituras es leer también el anterior: “Sí, y cuantas veces mi pueblo se arrepienta, le perdonaré sus transgresiones contra mí” (Mosíah 26:30).
Así que poniéndolos juntos, el Señor dice que Él nos perdonará si nos arrepentimos, pero nuestro arrepentimiento no es completo si aún guardamos rencor hacia los demás. Parece justo, ¿verdad?
Pero seamos sinceros: ¡perdonar a las personas puede ser muy difícil! Sobre todo cuando no parecen arrepentirse.
Cuando eso sucede, es bueno tener en cuenta que perdonar a alguien no significa que tengas que darle la oportunidad de lastimarte de nuevo. ¡Está bien y es comprensible que estés molesto por lo que sucedió! Y si alguien te ha hecho daño seriamente, perdonarlo no significa que nunca puedas responsabilizar por sus actos a esa persona.
Lo que sí significa es que estás dispuesto a ver lo que sucedió en el contexto de una perspectiva más amplia. Cuando perdonamos, estamos dispuestos a confiar en que Dios juzgará perfectamente a esa persona algún día y que estamos dispuestos a confiar en que el Salvador ya pagó el precio de ese pecado para que podamos aceptar el consuelo que Él ofrece.
¿Estamos dispuestos a dejar de aferrarnos con ira al pasado y dejar que el Señor nos muestre cómo superarlo? Puede tomar tiempo, ¡pero es posible!