Nuestro hogar, nuestra familia
Enseñemos a nuestros hijos con las Escrituras
Los niños tienen una capacidad asombrosa para comprender los principios del Evangelio.
Hace poco, me reuní con un grupo de personas de otra religión que quedaron admiradas al ver la disposición que tenemos los miembros de la Iglesia para compartir tiempo y talentos con el fin de ayudar a los demás; y querían saber cómo enseñamos a nuestros hijos para que lleguen a ser así.
Les expliqué que la familia es fundamental en el plan de nuestro Padre Celestial y que la responsabilidad principal de los padres es la de enseñar y capacitar a sus hijos; lo que hacen los líderes y maestros es simplemente apoyar la labor de los padres.
La meta de toda nuestra enseñanza, les dije, es hacer lo que el profeta José Smith dijo que hacía cuando se le preguntó cómo dirigía a la Iglesia: “Les enseño principios correctos y ellos se gobiernan a sí mismos”1.
“¿Y cuáles son esos principios?”, me preguntaron. “¿Dónde se encuentran?”
”En las palabras de Cristo”, les respondí.
Nos deleitamos en las palabras de Cristo
Nefi nos alienta a deleitarnos “en las palabras de Cristo; porque he aquí, las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis hacer” (2 Nefi 32:3).
La palabra de Dios se encuentra en las Escrituras, y si deseamos preparar a nuestros hijos espiritualmente, las utilizaremos para enseñarles, y les ayudaremos a aprender a deleitarse ellos mismos en esas páginas sagradas.
Los niños tienen una asombrosa capacidad para comprender los principios del Evangelio; los que leen las Escrituras desde temprana edad generalmente hacen el compromiso de seguir los principios que se enseñan en ellas. Por eso es importante que tengan sus propios ejemplares de las Escrituras; es preciso que aprendan directamente de ellas lo que su Padre Celestial desea que sepan y hagan.
Cómo enseñar a los niños con las Escrituras
Hay varias formas buenas de enseñar a los niños con las Escrituras; he encontrado que este sistema es particularmente eficaz después de leer un pasaje:
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Identifiquen claramente la doctrina.
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Ayuden a los niños a comprender la doctrina.
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Ayúdenles a aplicar la doctrina a sí mismos.
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Aliéntenles a orar pidiendo el testimonio del Espíritu de que es verdadero lo que aprenden.
Vamos a emplear como ejemplo el pasaje de Moroni 10:4. Imaginemos a una madre que está dando la lección en la noche de hogar y empieza por pedir a los miembros de la familia que abran el Libro de Mormón y lean este versículo: “Y cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo”.
A continuación, conduce a la familia a través de los cuatro pasos indicados anteriormente.
Identifiquen la doctrina. Les pregunta: “En este versículo, ¿qué nos pide el Padre Celestial que hagamos? ¿Y qué bendición nos promete si hacemos lo que nos dice?”. La familia analiza las preguntas y saca la conclusión de que el Padre Celestial quiere que leamos las Escrituras y luego oremos con fe, con un deseo sincero de saber la verdad de lo que hayamos leído; y a cambio, nos promete responder a nuestra oración dándonos un testimonio de la verdad por medio del Espíritu Santo.
Comprendan la doctrina. Luego, la madre relata la historia de José Smith que, después de leer en la Biblia que debía “[pedir] a Dios” (Santiago 1:5), oró preguntando a qué religión debía unirse; y lo hizo con fe en que su oración sería contestada. Mientras oraba, el Padre y el Hijo aparecieron ante él. La madre comenta que, por supuesto, Ellos no aparecen a toda persona que ora, pero que el Padre Celestial contestará las oraciones sinceras en la forma que Él considere mejor.
Apliquen la doctrina. Uno de los niños pregunta: “Entonces, ¿el Padre Celestial va a contestar mis oraciones?”. La madre le contesta: “Sí, Moroni 10:4 indica que por medio del estudio y la oración sabremos la verdad de todas las cosas”. La familia decide entonces cómo pondrá a prueba la promesa de Moroni.
Pidan un testimonio. La madre expresa su testimonio y explica cómo sabe que ese pasaje dice la verdad; después, da fin a la lección asegurando a los miembros de la familia que si hacen lo que dice Moroni, o sea, estudiar un principio del Evangelio con el deseo de saber si es verdad, obtendrán una agradable convicción de la verdad mediante el testimonio del Espíritu.
Instruyamos a los niños en cuanto al Señor
Al enseñar a nuestros hijos a amar las Escrituras y a aprender de ellas, pondremos en su corazón y en sus manos una fuente maravillosa de fortaleza y de guía para el resto de su vida; y encontraremos que se cumple la promesa de 3 Nefi 22:13: “Y todos tus hijos serán instruidos por el Señor; y grande será la paz de tus hijos”
Compartimos diariamente pensamientos de las Escrituras con niños en edad preescolar
Por tener hijos pequeños, empecé a orar diariamente para saber qué debía enseñarles; la mayoría de las veces la respuesta ha sido que lo más importante es educarlos en las verdades básicas del Evangelio y en la habilidad de trabajar. Todas las mañanas mi esposo y yo compartimos con nuestros hijos un pensamiento espiritual y nuestro testimonio. Con sólo emplear unos treinta minutos de preparación los domingos, podemos juntar los materiales para toda la semana. Las láminas de obras de arte del Evangelio, las canciones de la Primaria, el libro Relatos del Antiguo Testamento y las ideas de las revistas de la Iglesia son especialmente útiles.
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Las obras de arte del Evangelio. Puesto que la enseñanza por medio de láminas es tan eficaz, me ha resultado útil imprimir copias de ellas de gospelart.lds.org; de ese modo podemos darles una a nuestros niños y ellos la miran y la tocan mientras hablamos de lo que vemos.
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Canciones de la Primaria. A veces, tratamos de aprender juntos una canción nueva de la Primaria, en particular de acción y movimientos.
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Relatos del Antiguo Testamento. Leemos nada más una página por día y, antes de hacerlo, por lo general tenemos una ayuda visual o lección práctica que dé énfasis a las historias que ya hayamos analizado. Por ejemplo, un día agregué colorante vegetal rojo a un poco de agua y pregunté si recordaban una ocasión en que el Señor hizo que el agua fuera roja.
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Las revistas de la Iglesia. Otras veces presentamos un mensaje por medio de una actividad relacionada con el Evangelio, como la vez que imprimimos copias de una fotografía en la que se veían niños ofreciendo golosinas a unos ancianos y hablamos de la importancia de amar y prestar servicio a “los abuelos”. El que en ese entonces tenía un año hizo unos garabatos sobre la lámina mientras el de edad preescolar buscaba en su copia los objetos escondidos en la fotografía.
El compartir un pensamiento espiritual sólo lleva unos pocos momentos, pero el efecto que tiene dura mucho más tiempo. Nuestro hijo en edad preescolar a veces tomaba la revista y me sorprendía haciendo una reseña de algunos de los relatos y principios del Evangelio que habíamos aprendido. A medida que han crecido, hemos continuado con nuestros servicios devocionales durante el desayuno, incluso las mañanas muy ocupadas cuando sólo les presentamos un breve mensaje mientras ellos terminan de desayunar.
Estoy agradecida a la Iglesia por los muchos materiales de alta calidad que provee para ayudarnos a mantener a nuestros hijos cerca del Espíritu. Al prepararnos todas las semanas, acogemos con alegría la revelación personal que recibimos para enseñarles; y, al buscar las mejores maneras de hacer que ellos se acerquen al Padre Celestial, nosotros también nos acercamos más a Él.
Alejandra Adams, Virginia, EE. UU.