2010
Todos somos zapatos
Agosto de 2010


Todos somos zapatos

“…el Señor Dios ilumina el entendimiento; pues él habla a los hombres de acuerdo con el idioma de ellos, para que entiendan” (2 Nefi 31:3).

Los niños del nuevo barrio de Ryan eran de diferentes partes mundo: Arabia Saudita, Australia, Canadá, Egipto, Escocia, Estados Unidos, India, Inglaterra, Kuwait, México y Vietman.

A Ryan le asombraba encontrarse con gente de tantos lugares, pero se daba cuenta de que a veces los niños que iban al parque jugaban sólo con otros niños que hablaran el mismo idioma que ellos. Ryan no entendía por qué no querían jugar todos juntos, sin importar de dónde fueran o qué idioma hablaran. A veces los niños de un país se portaban mal con los de otro país y eso ponía triste a Ryan.

Ryan se preguntaba qué podía hacer, pero le costaba trabajo pensar en algo. No podía simplemente decirles a todos que se hicieran amigos, ya que hablaban tantos idiomas diferentes que no entenderían.

Un día la familia de Ryan salió a caminar por la calle de su casa. Algunos de los niños que habían sido descorteses estaban afuera, y uno de ellos tenía en las manos un balón de fútbol. A Ryan también le gustaba jugar ese deporte, así que se armó de valor y se acercó a los niños. Conocía algunas palabras del idioma de ellos y ellos sabían un poco del idioma de él. Ryan y los niños comenzaron a sonreír y a reírse mientras intentaban hablar los diferentes idiomas. Entonces Ryan señaló el balón de fútbol. “¿Quieren jugar al fútbol conmigo?”, preguntó lentamente, con la esperanza de que entendieran, y les sonrió ampliamente.

Los niños lo miraron y luego se miraron entre sí. Se quedaron hablando un minuto, pero Ryan no entendía lo que decían. Entonces volvieron a mirar a Ryan y asintieron. Ryan sonrió y todos fueron corriendo hasta el parque que quedaba cerca. Ryan les hizo señas a sus amigos que hablaban inglés y, con un poco de timidez, ellos se acercaron. Uno de los niños colocó la pelota en el suelo, y comenzaron a jugar.

Poco después, Ryan se tomó un pequeño descanso para correr hasta su casa y tomar un poco de agua.

“¿Cómo te está yendo allá fuera?”, preguntó su mamá.

“¡Bárbaro!”, dijo Ryan. “Es así, mamá. ¡Todos somos zapatos!”.

“¿Zapatos?”, le preguntó la mamá.

“Claro. Todos somos diferentes, pero todos usamos dos zapatos y eso es lo único que necesitamos para el fútbol”.

“¡Qué buen descubrimiento!”, dijo su mamá. “Todos ustedes son hijos del Padre Celestial y tienen más cosas en común de lo que piensan”.

Ryan dijo adiós con la mano al salir corriendo de su casa para jugar con sus nuevos amigos.

Después de aquel día, los niños del barrio iban al parque todos los jueves para jugar al fútbol juntos. No importaba qué idioma hablaran ni de dónde provinieran: todos eran zapatos y eso era suficiente.

Ilustración por John ZAMUDIO.