Estoy orgulloso de usted
Richard Domeng Asante, Ghana
Como misioneros en Ghana, los días de preparación lavábamos la ropa a mano. El élder Moss, mi compañero que hacía poco había llegado de Estados Unidos, nunca había lavado la ropa de esa forma, pero yo, por ser originario de Ghana, estaba acostumbrado a hacerlo.
Todos los lunes, el élder Moss empezaba a refregar su ropa, pero más o menos cuando iba por la mitad de la tarea, las manos y los nudillos le empezaban a sangrar. Entonces yo tenía que completar la tarea por él, además de terminar de lavar mi propia ropa.
Un lunes, cuando llegó la hora de lavar, el élder Moss parecía estar algo preocupado. Yo me había lastimado la mano el día anterior, y él sabía que por ello no estaba en condiciones de ayudarlo con su ropa, ya que ni siquiera iba a poder terminar la mía. Empezó a lavar, pero como siempre, cuando iba a la mitad, necesitó ayuda.
Como yo no podía ayudar a mi compañero a lavar, lo alenté a aguantar, a darles descanso a sus manos y después seguir con el intento. Dejó de hacerlo por un tiempo y después siguió. Le dije que podía encontrar la manera de terminar, y aunque todavía le dolían las manos y los nudillos, siguió adelante. Cuando terminó, me dijo: “Estoy orgulloso de mí. Élder Asante, ¿está usted orgulloso de mí?”.
“Sí, claro que estoy orgulloso de usted”, le contesté.
Al pensar en aquella experiencia, me di cuenta de que aunque el Padre Celestial conoce nuestro potencial, nos pone a prueba para que cultivemos la diligencia, la paciencia y la fidelidad. Él se siente complacido con nosotros cuando tomamos decisiones justas y comprobamos que podemos sobrellevar nuestras aflicciones.
Cuando nos esforzamos con esmero y sobrellevamos las pruebas que se nos presentan, podemos decir: “Padre Celestial, ¿estás orgulloso de mí?”. Sé que el Padre Celestial y Jesucristo se sienten complacidos cuando perseveramos y que Ellos nos lo harán saber un día, cuando nos den la bienvenida a casa.