El saludo del arcoíris
Darcy saltó sobre un charco y se rio; los días lluviosos eran divertidos. Ella y su mamá hicieron una carrera con barcos de hojas en el agua y Darcy se alegró cuando su hoja pasó flotando.
Caminó de puntillas entre los charcos con una tiza de color en cada mano. Coloreó la acera e incluso una piedra grande. Los colores se veían tan bonitos contra el cielo gris. A Darcy no le molestaba el frío;
miró hacia el cielo nublado.
“Mami, ¿me puede ver el Padre Celestial en este momento?”, preguntó Darcy.
“Sí, el Padre Celestial te puede ver ahora mismo”, dijo la mamá.
Darcy pensó por un momento y entonces levantó la mano y saludó.
“¡Hola!”, dijo, saludando al cielo. ¡Quizá el Padre Celestial podía ver que lo estaba saludando!
Finalmente, Darcy y su mamá entraron para calentarse.
Darcy tomó un trozo de papel y dibujó un brillante arcoíris. Se lo mostró a su papá cuando llegó a casa y le contó todo lo que se divirtió ese día lluvioso.
Después de cenar, el sol se estaba poniendo. “Vamos a ver la puesta del sol”, dijo el papá.
Salieron y olía como si la tierra se acabara de bañar. Las nubes estaban esponjosas y rosadas, ¡y en el cielo estaba el más brillante y más hermoso arcoíris!
“¿Recuerdas quién hace los arcoíris?”, preguntó la mamá.
“¡El Padre Celestial los hace!”, dijo Darcy,
poniendo los brazos alrededor de sí misma como un abrazo. “¡Creo que ahora Él me está diciendo ‘hola’!”.
Ilustración por Cristina Trapanese