He aquí, soy un Dios de milagros, Para la Fortaleza de la Juventud, mayo de 2021.
Sesión del domingo por la tarde
He aquí, soy un Dios de milagros
Extractos
Los milagros, las señales y las maravillas abundan entre los seguidores de Cristo hoy en día, tanto en la vida de ustedes como en la mía. Los milagros son actos, manifestaciones y expresiones divinos del poder ilimitado de Dios y una confirmación de que Él es “el mismo ayer, hoy y para siempre” [Moroni 10:19]. Jesucristo, que creó los mares, puede calmarlos; Él, que dio vista a los ciegos, puede elevar nuestra mira hacia los cielos; Él, que limpió al leproso, puede curar nuestras enfermedades; Él, que sanó al paralítico, puede llamarnos a que nos levantemos, diciéndonos “Ven, sígueme” [Lucas 18:22].
Muchos de ustedes han presenciado milagros, más de lo que se dan cuenta. Puede que parezcan pequeños comparados con los que hizo Jesús al levantar a los muertos, pero no es la magnitud lo que los hace ser milagros, sino el hecho de que vienen de Dios […].
En ocasiones, esperamos un milagro que sane a un ser querido, que revierta un hecho injusto o que suavice el corazón de un alma amargada o desilusionada. Desde nuestra perspectiva terrenal, queremos que el Señor intervenga para arreglar lo que esté dañado. Mediante la fe se producirá el milagro, aunque no necesariamente en el momento o con la solución que deseábamos […].
El Señor nos ha recordado que “vuestros caminos [no son] mis caminos” [Isaías 55:8]. Él nos ofrece: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” [Mateo 11:28], descansar de los problemas, las desilusiones, los temores, la desobediencia, las preocupaciones por los seres queridos, por los sueños rotos o perdidos. El sentir paz en medio de la confusión o la aflicción es un milagro.